Yedidia Stern
Yedidia Stern.
Aviya Stern
Yair Lapid y Benjamín Netanyahu, los dos líderes de los grandes bloques de la política israelí.

Ningún bando debe salir victorioso

Opinión. La derrota completa del gobierno o de los opositores sería perjudicial para los intereses nacionales. El liderazgo israelí debe entender que la historia los juzgará según su voluntad de buscar un acuerdo.

Yedidia Stern - Adaptado por Tom Wichter |
Published: 22.02.23, 17:17
Se concretó en la Knesset la aprobación en primera lectura de la primera ley de la reforma judicial, y junto a esa votación se materializó un posible desgarramiento de la sociedad israelí.
La única forma de evitar esta ruptura es a través de negociaciones que lleven a un acuerdo. Pero esto requiere que los contendientes, gobierno y oposición, acepten como legítimas las posturas de la otra parte. El rechazo mutuo y las acusaciones de intenciones maliciosas del otro deben ser reemplazadas por la escucha.
Los partidarios de la reforma creen que es necesaria porque, a su entender, se violó gravemente el equilibrio de poder de los poderes gubernamentales en favor del sistema judicial. El alcance del control legal sobre nuestras vidas creció en los últimos años a través de una serie de procesos cuyo resultado es la judicialización de casi todos los temas de interés público.
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Lapid Netanyahu
Lapid Netanyahu
Yair Lapid y Benjamín Netanyahu, los dos líderes de los grandes bloques de la política israelí.
(Yoav Davidkovich)
Echó raíces un sentimiento de que el sistema judicial está promoviendo una agenda ideológica específica, claramente liberal, que no expresa el valor y la diversidad cultural de la sociedad israelí, y que estos movimientos se tomaron sin una discusión abierta y sin un amplio consentimiento público. La justicia es vista como impermeable a las críticas. Se convirtió en la capitana del barco israelí, a pesar de que no fue elegida para ello, sus responsables no fueron sometidos al escrutinio público y no es un poder representativo de la sociedad.
Por otro lado, la dura respuesta contra la reforma -que comparto- surge del temor de que su aprobación implique el abandono de los derechos humanos y de las minorías en Israel. En el Siglo XVII el filósofo Thomas Hobbes nos enseñó en un libro sobre el Leviatán, un monstruo bíblico y poderoso que representa la centralidad de un gobierno que trabaja por objetivos públicos.
Echó raíces un sentimiento de que el sistema judicial está promoviendo una agenda ideológica específica, claramente liberal, que no expresa el valor y la diversidad cultural de la sociedad israelí.
Los ciudadanos, como parte de un contrato social, confían a Leviatán parte de sus derechos y lo autorizan a ejercer el poder interior y exterior. A su vez, el poder de Leviatán es la mayor fuente de peligro para la esfera pública: el ciudadano depende de la protección del Estado, pero al mismo tiempo el Estado puede ejercer ese poder para perseguir a sus ciudadanos. Los ejemplos sobran.
Por eso las democracias liberales establecen líneas de defensa para reducir el margen de abuso de los gobiernos. Muchas de estas barreras defensivas no existen en Israel: no hay una constitución que establezca límites de lo permitido y lo prohibido, no hay una carta de derechos humanos que garantice la libertad de sus ciudadanos, no hay leyes básicas blindadas que determinen las reglas de conducta del poder y las divisiones de poderes, el poder legislativo carece de herramientas prácticas para supervisar la acción del poder ejecutivo, no hay límite en la duración máxima del mandato de un primer ministro, no hay poderes descentralizados como en los países federales, no somos parte de una unión multiestatal como la Unión Europea que somete a reglas a sus estados miembro. Y, debe admitirse, no tenemos una cultura política adecuada para establecer límites a los gobiernos.
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Corte Suprema de Israel.
Corte Suprema de Israel.
Corte Suprema de Israel.
(Amit Shabi)
En medio de esta realidad viciada, ¿cómo se garantizan las libertades individuales? ¿Qué nos protege de la arbitrariedad del Leviatán? No hay otra solución que un sistema judicial encabezado por una Corte Suprema. La reforma judicial que impulsa el ministro Yariv Levin podría debilitar significativamente a todas estas últimas líneas de defensa. La experiencia de la humanidad demuestra que no se debe confiar en la buena voluntad del Leviatán y se deben establecer límites para evitar abusos de poder. Los temores sobre la reforma judicial son genuinos, e incluso quienes promueven estos cambios deben comprender que esa nueva realidad que pretende crear un día podría arrollarlos a ellos.
¿Se puede llegar a un acuerdo que tome en serio las preocupaciones de los dos bandos? Es difícil pero no imposible. Un compromiso, por naturaleza propia, requiere concesiones y por lo tanto no puede dejar muy contento a un lado y absolutamente disconforme al otro. Pero si esas concesiones no cruzan líneas rojas y consideran a las dificultades de la contraparte, el acuerdo será beneficioso.
El compromiso es necesario para preservar la solidaridad entre nosotros. Un resultado de completa derrota para una de las partes de esta disputa chocaría con el interés nacional israelí, ya que provocaría una continua tendencia a la inestabilidad social. Líderes de Israel: sepan que la historia los juzgará de acuerdo a su voluntad de avanzar hacia ese acuerdo.
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