Si no viviéramos tiempos de extrema incitación y discursos violentos, tal vez lo que se escuchó recientemente decir a algunos miembros del nuevo gobierno no se hubiera tomado tan en serio.
En tiempos "normales" los pedidos del miércoles de la legisladora Zvika Fogel, de la facción Otzma Yehudit de Itamar Ben-Gvir, de detener al ex primer ministro Yair Lapid y al ex ministro de Defensa, Benny Gantz, podrían haberse considerado pura estupidez. Hemos oído muchas estupideces expresadas por líderes electos en el pasado, y siempre han sobrevivido.
Pero estos no son tiempos normales y Fogel no es un comentarista marginal en línea, compitiendo por likes en las redes sociales. Es un miembro de la coalición, elegido para dirigir el Comité de Seguridad Pública de la Knesset en uno de los periodos más volátiles de nuestra nación.
Afirmar que Lapid, Gantz, el ex jefe de las FDI Moshe Ya'alon y el ex jefe adjunto del Estado Mayor, Yair Golan, son peligrosos, no sólo es estúpido, sino que puede incitar a la extrema derecha a la acción.
Tanto la derecha como la izquierda se acusan mutuamente de incitación. El ministro de Seguridad Nacional, Ben-Gvir, dijo a los mandos policiales que aplicaran más fuerza contra los manifestantes antigubernamentales. Los manifestantes, por su parte, han estado instando a más gente a salir a la calle como desafío al ministro.
Fogel recibió el respaldo de su facción, pero no fue ninguna sorpresa. Fue precisamente Ben-Gvir quien trató de suavizar la severidad de las palabras de Fogel. Dijo que no serviría de nada arrestar a los líderes de la oposición, y sugirió utilizar otras palabras. "Llámenles incitadores, instigadores", sugirió, asumiendo increíblemente la posición de adulto responsable.
El primer ministro Benjamín Netanyahu guardó silencio, como es habitual en él. Dejó los pedidos de Fogel de detener a sus oponentes políticos sin respuesta ni condena durante horas.
Sólo a través de los informes de su discusión con el presidente Issac Herzog a última hora del martes, surgió un comentario del primer ministro: "En una democracia no se detiene a los líderes de la oposición", dijo Netanyahu al presidente. "Al igual que no debería haber llamamientos a la sublevación civil", añadió.
Herzog, que expresó su preocupación por la retórica violenta, habló después de que manifestantes casi fueran atropellados por un partidario ortodoxo del gobierno en Be'er Sheva. Antes de eso, se reunió con el ministro de Justicia, Yariv Levin, para tratar sus controvertidos planes de debilitar al Tribunal Supremo.
Es probable que también se reuniera con otras personas de los ámbitos político y judicial para comprender mejor el plan de Levin y quizá encontrar algún terreno común. Pero no parece que esas reuniones hayan dado resultado. En cualquier caso, no cabe esperar que Herzog detenga la llamada reforma del poder judicial de Levin o los esfuerzos de Ben-Gvir por frenar a los manifestantes. El gobierno fue elegido por mayoría y sólo las protestas públicas, no de miles, sino de cientos de miles, podrían hacer reconsiderar a sus extremistas.
Millones de israelíes nunca han salido a protestar. Quizá sólo la amenaza real a nuestros valores, y la disolución del país tal y como lo conocemos, les obligaría a salir de sus casas.
