"Estamos en una lucha por nuestra existencia y nuestro futuro", repiten todos nuestros dirigentes. Un mensaje que resuena con fuerza en la opinión pública israelí. De la noche a la mañana hemos tomado conciencia de nuestra propia mortalidad. Colectivamente, el país está en la misma página. Al menos en su mayor parte.
La mayoría de nuestros ciudadanos fueron movilizados por la guerra. Muchos en las fuerzas de defensa, otros paramédicos. Hay una multitud de funciones esenciales de voluntarios que se están cubriendo en un tiempo récord.
Para algunos ciudadanos, una movilización nacional significa armar su teclado y sus cuentas de TikTok para unirse a las guerras de la información social.
Y luego están los fundadores, los innovadores y líderes empresariales. Para este sector de la población, la lucha contra el enemigo es pura rebeldía.
Ganar la guerra, desde su perspectiva, es alcanzar el éxito en sus empresas. La victoria, manifestada por el crecimiento, es el indicio más cuantificable de la derrota del enemigo.
Es más fácil decirlo que hacerlo. Hace falta algo más que proyectar un frente de "todo sigue igual". En tiempos de paz, cuando las cosas no salen según lo previsto, las empresas emiten declaraciones de garantía a partes interesadas y tranquilizan a su personal.
Pero no estamos en tiempos de paz, somos un país en guerra. Y no estamos en tiempos de negocios normales.
Los directores generales israelíes de empresas con presencia mundial y marcas conocidas asumen una responsabilidad mucho mayor que hace sólo tres semanas. Ahora tienen que tener en cuenta a un grupo mucho mayor de partes interesadas. Su país los necesita.
Se enfrentan a un porcentaje significativo de su plantilla ausente de sus puestos de trabajo, ya que los empleados desempolvan sus viejos uniformes del ejército y parten para unirse a la línea del frente.
Se enfrentan a trabajadores traumatizados directamente afectados por las atrocidades terroristas, algunos con amigos y familiares entre las víctimas.
También son sensibles a la ansiedad general compartida en la oficina, por la seguridad de quienes conocen sirviendo en las FDI.
Y sin embargo, a pesar del dolor palpable que se siente en los pasillos y ascensores, algo notable está ocurriendo dentro de los altos edificios de oficinas de Tel Aviv, Ramat-Gan y Herzliya.
Directores generales me hablaron de la determinación sin precedentes que demuestran sus empleados para asegurar el futuro de la empresa que los contrata. Los equipos de alta tecnología siempre estuvieron muy implicados personalmente en la macrovisión de sus empleadores, pero desde el 7 de octubre esto se multiplicó por diez.
Motivados por mantener el crecimiento, aceleran el ritmo y asumen de buen grado la carga de trabajo extra que dejan sus compañeros hasta su vuelta.
Para el pequeño Israel, atacado por todas partes, trabajar en el sector de la alta tecnología se está convirtiendo en una llamada al deber nacionalista. Garantizar el éxito de la empresa para la que trabajan se considera una maniobra táctica ofensiva en tiempos de guerra. Una vertical crítica en una ofensiva múltiple, junto a (y no menos importante que) los propios militares.
Están redefiniendo lo que creíamos saber sobre la resistencia israelí.
Y en su mayor parte, está dando sus frutos. Los socios y cuentas mundiales mantienen la confianza por ahora. Esto no quiere decir que el panorama de la alta tecnología esté compuesto exclusivamente por historias de abnegado compromiso y éxitos forjados bajo el fuego.
Hay una realidad diferente que afecta a algunas startups más pequeñas.
Cada día se hacen muchos sacrificios personales. Algunos aspirantes a empresarios aparcan sus empresas y sus sueños o los cierran por completo. Hay historias de equipos fundadores simplemente incapaces de sobrevivir a que uno de sus miembros sea llamado al servicio activo. Otras historias que se comparten son las de hojas de términos de inversores, meses de negociaciones que de repente y agónicamente se retiran de la mesa.
Estoy empezando a atar cabos. En pocas palabras, una economía fuerte es el principal factor determinante de nuestra seguridad (además de Dios mismo). Una industria de alta tecnología robusta, la exportación dominante de Israel, es por lo tanto una línea de suministro vital para nuestras fuerzas de defensa.
A la inversa, sin una economía fuerte, no hay fuerzas de defensa ni país (Dios no lo quiera). A lo largo de los años, Benjamin Netanyahu afirmó en repetidas ocasiones, al ser entrevistado en foros empresariales, que la hoja de ruta hacia la seguridad de Israel comienza con la fortaleza de su economía de libre mercado. Hoy este es el tema reiterado de todas las conferencias de prensa que se emiten por televisión y con lo que yo empecé; estamos en una guerra existencial.
Cuando Israel fue atacado hace tres semanas por el inhumano y brutal grupo terrorista Hamás, los animales que perpetraron las masacres documentaron intencionadamente sus atrocidades con la intención de doblegar nuestra voluntad de permanecer y luchar. También calcularon que la próspera mano de obra de Israel recibiría un doble golpe.
En primer lugar, pretendían paralizar las operaciones comerciales reduciendo el número de personal activo que trabajaba en las oficinas, a lo que siguieron campañas para infligir una guerra psicológica a los que quedaban.
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Terrorista de Hamás que participó en la matanza del 7 de octubre. Nuevas estimaciones hablan de 3.000 miembros de Hamás que participaron ese día.
(Captura de video)
Colectivamente, esperaban destruir cualquier producción económica efectiva. No nos equivoquemos, el ataque pogromo de Hamás tenía nuestra economía en el punto de mira.
Pero a diferencia del éxito temporal de su cobarde ataque de libro de jugadas ISIS-Nazi contra mujeres, niños y ancianos desarmados, cuando se trataba de quebrar la moral de la mano de obra israelí, fracasaron estrepitosamente.
Una de mis películas favoritas, dirigida por Curtis Hanson y basada en el libro de no ficción de Andrew Ross Sorkin del mismo nombre de 2009, documenta el crack financiero mundial de 2008 desde el punto de vista acosado y aterrorizado de los principales bancos estadounidenses.
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Funeral de uno de los soldados de las FDI caídos en la guerra con Hamás dentro de la Franja de Gaza.
(Ynet)
La película dramatiza la historia a través de los ojos del entonces secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson. Todos recordamos el final de la historia, con el rescate de los grandes bancos por parte de la Reserva Federal y el estallido del colapso económico, pero lo que más me llama la atención cuando vuelvo a ver la película, además de la codicia y la actividad delictiva de los bancos, es la impresionante negligencia con la que los responsables de las mayores instituciones financieras del mundo ignoraron las advertencia.
Los comentaristas financieros tienen una opinión consensuada que esencialmente acusa a los bancos de actuar de esa manera precisamente porque sabían que la Reserva Federal del Gobierno los rescataría si llegaba el caso. La película se titula "Too Big To Fail".
El pueblo judío tiene una desconfianza innata hacia cualquiera que venga a "rescatarlo". Si nuestros bancos e instituciones financieras actuaran de la misma manera irresponsable y se arriesgaran a colapsar la economía, no estaríamos aquí mañana.
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Fotos de los rehenes en poder de Hamás en la plaza del Museo de Tel Aviv.
(Moti Kimchi)
Hoy no son las prácticas empresariales irresponsables las que amenazan nuestra economía, sino la guerra. Pero lo que está en juego sigue siendo lo mismo.
Compartí esta analogía con un par de inversores de capital riesgo que tienen grandes participaciones en empresas israelíes de alta tecnología. Les expuse mi pensamiento y la lógica que les lleva a redoblar sus inversiones y a buscar nuevas oportunidades en Israel.
Ahora, para que no necesitemos un doloroso "rescate" más adelante. Ahora, cuando nuestra resuelta determinación de éxito amenaza con reventar la cima del proverbial barómetro. Ahora, cuando estamos unidos y somos más eficaces.
Citando el reciente post de Michael Eisenberg en X sobre el sector israelí de la alta tecnología: "Puede innovar de una manera y a un ritmo que la mayoría de la gente no puede, especialmente bajo estrés. El individuo y el individualista se marchitan bajo estrés. El colectivo colaborativo y coherente se vuelve resistente".
Ningún terrorista puede masacrar y descuartizar a su manera para detener la fuerza del bien que es nuestro sector de alta tecnología. Hamás no tiene armamento capaz de eso. Esas armas no existen.
Tan seguro como que la luz siempre iluminará la oscuridad, los israelíes siempre construirán empresas en beneficio del bien en el mundo.
A diferencia de la FED en 2008, encargada en solitario de salvar la economía estadounidense, cada director general en Israel es un Henry Paulson en funciones, que opera bajo una verdad innegable: ¡la alta tecnología israelí es demasiado grande para fracasar!
