Con celebraciones, que no llegan a ser bailes en las calles, se podría pensar que la reanudación de la venta de una marca de helados bajo restricciones humillantes marca el fin del antisemitismo.
Como si el gigante multinacional Unilever hubiera sido puesto de rodillas, y el movimiento de boicot, desinversión y sanciones (BDS) antiisraelí hubiera sido derrotado, diezmado, enterrado vivo. La única parte precisa de eso es "vivo".
Hace siete años, escribí un artículo que llamaba al BDS "el mejor fracaso del mundo". Eso es porque no trata de boicotear, desinvertir o sancionar a Israel en absoluto. Se trata de eliminar al Estado judío y estigmatizar a los judíos.
Lo están haciendo muy bien, a menudo con la ayuda de sus objetivos judíos, que celebran victorias que en realidad son desviaciones.
Cada vez que un famoso visita Israel, un amigo mío de Facebook publica el hecho alegre y añade: "BDS a la basura". Ojalá.
Veamos esto sistemáticamente: primero, el fiasco de B&J; luego, el "fracaso"; después, lo que realmente importa.
La "victoria" de los helados
Lo ocurrido con la cadena comenzó cuando la administración de Ben & Jerry's dictaminó que sus helados no podían venderse al otro lado de la Línea Verde, es decir, a los israelíes que viven allí.
Veamos la junta de B&J. Estaba formada a propósito por interseccionalistas radicales, aquellos que creen que el mundo está formado exclusivamente por opresores y oprimidos, todos los oprimidos están pegados, y los judíos están obviamente en el otro bando. La prohibición de venta sigue claramente esa ideología, ya que es sabido que el Estado judío es un opresor en serie de los pobres y victimizados palestinos, que han rechazado al menos dos propuestas concretas de paz con Israel según sus propias exigencias. Oh, espera, esa última parte no encaja en la narrativa, así que volvamos atrás y borremos eso.
Como reacción, los activistas anti-BDS, la mayoría de ellos judíos, tomaron las redes sociales para quejarse mientras pedían un boicot a B&J (por supuesto) y a todo Unilever, el propietario de B&J. Y quién sabe, "ganaron". B&J vuelve a estar a la venta por aquí.
¿Una victoria gloriosa? No lo es. Parece que la gente no sabe o no le importa.
- El helado se venderá en Estados Unidos sin el logo de B&J, sin su marca, incluso sin ningún tipo de inglés en la etiqueta.
- El helado ni siquiera es B&J: la empresa matriz vendió la marca a sus franquiciados israelíes, pero sin la marca.
- La junta directiva de B&J continúa su campaña, calumniando a Israel e incluso demandando a Unilever para que vuelva a meter sus garras en el helado fabricado por su antiguo franquiciado israelí.
Así que esto no es una victoria. Es una medida de precaución para que Unilever se quite la espina de debajo de su montura sin cortar las malas hierbas que produjeron la espina, es decir, la junta directiva de B&J, a pesar de que claramente le importa poco el negocio y el beneficio.
Un famoso grupo de defensa de Israel calificó de hecho esta solución como la mejor, ya que todos ganan.
No. Esto es un juego de suma cero. Cualquier victoria del BDS es una pérdida para Israel y el pueblo judío.
El fracaso más exitoso
Si observamos los objetivos declarados del BDS, los dos segundos son fáciles. En los 17 años transcurridos desde que se creó el movimiento, no se han producido sanciones ni apenas desinversiones (aunque cada vez que alguna universidad retira unos cuantos dólares, se obtienen grandes titulares).
¿Pero qué pasa con el boicot, el gran titular del BDS? ¿Prohibición de comprar cualquier cosa israelí? Como muchos han señalado, si haces eso, será mejor que tires tu teléfono móvil, y si lo mantienes, será mejor que al menos desinstales Waze y muchas otras aplicaciones que provienen del Estado judío. Y olvida algunas de esas medicinas avanzadas que has estado usando, como las que salvaron la vida de ese conocido aspirante a sionista pro-Israel, Jimmy Carter.
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Los fundadores de Ben & Jerry's, Jerry Greenfield (izquierda) y Ben Cohen, durante un evento en Washington en 2019.
(Win McNamee/Getty Images)
Dejando todo eso de lado, he aquí los hechos: Salvo en 2009, cuando Estados Unidos empujó al mundo a una recesión global, y tras el inicio de la pandemia de COVID-19 (que tampoco es obra del BDS), las exportaciones de Israel han subido constantemente año tras año. De hecho, casi se duplicaron durante el "reinado" del BDS.
Así que esa es la parte del fracaso.
Éxito
El BDS, bajo la dirección del principal hipócrita Omar Barghouti, ha pasado de intentar que la gente deje de comprar naranjas de Jaffa a deslegitimar a Israel de cualquier manera, especialmente con mentiras descaradas.
Barghouti, por cierto, ese dechado de activismo antiisraelí, boicots, manifestaciones, discursos y mítines, es un qatarí casado con una árabe israelí. Tiene una maestría en la Universidad de Tel Aviv y está cursando un doctorado en esa universidad, que simboliza el Israel moderno y sus logros.
Muy bonito.
Pero no importan los hechos. La banda del BDS de Barghouti se dedica a difundir mentiras sobre el apartheid, la limpieza étnica y el genocidio israelíes. Las cifras y los hechos muestran que los israelíes son tan malos en esos crímenes, que es como si no lo intentaran realmente, pero como he dicho...
No importa los hechos
Estamos en un universo post-hechos. Necesitamos conocer los hechos por nuestro propio bien, pero "contrarrestar" las mentiras con hechos es una pérdida de tiempo. Una vez que la mentira ha salido a la luz, es demasiado tarde.
Tenemos que trabajar para evitar que la mentira salga a la luz.
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Anuradha Mittal, directora de la Junta Directiva Independiente de Ben & Jerry´s.
(S. Martin)
No estoy defendiendo ahora ni he defendido nunca la violencia. Hay formas no violentas de silenciar a estos repugnantes hatemáticos o, al menos, de obligarles a gastar su dinero en ciberseguridad, por ejemplo, en lugar de difundir su veneno.
La educación, por supuesto, es un elemento importante de la contracampaña, pero no es el único. Desahogarse en Facebook y Twitter sienta bien, pero en su mayor parte, la gente habla con compañeros de su propio grupo político o social. Así que, más allá de las motivaciones, no sirve de mucho.
¿Debería haber una contramanifestación enfrente de cada manifestación del BDS? Por supuesto. ¿Debería acosarse a sus oradores? Por supuesto.
¿Deberían sentir la necesidad de tener guardaespaldas y seguridad? ¿Por qué no?
¿Deben contratar a costosas empresas de ciberseguridad para impedir que sus sitios web sean objeto de constantes pirateos, ataques de DNS y virus? Por supuesto.
Esas son las áreas en las que los activistas anti-BDS deben ser vistos (o no vistos). Entonces, tal vez un día podamos tener un sabor de Ben & Jerry's llamado "Bye-Bye BDS".
