Cualquier mejora en las relaciones entre judíos y árabes en Israel es digna de elogios, y especialmente si se trata de una alianza política. Aunque la nueva relación entre Benjamín Netanyahu y uno de los partidos que integran la Lista Árabe Conjunta no debe confundirse con un cambio de opinión del primer ministro.
Netanyahu siempre demoniza a la alianza árabe y calificó cualquier acercamiento político hacia ella como poco menos que una traición, citando el apoyo de sus miembros a la causa nacional palestina y acusándolos de respaldar el terrorismo.
Su incipiente amistad con Mansour Abbas, líder de la facción Raam de la alianza árabe, está motivada por el deseo de ganar votos por fuera de su habitual coalición de derecha. Es una búsqueda de apoyo después de que Kajol Labán, parte de su coalición de gobierno, bloqueó cualquier intento de ley que mantenga a Netanyahu lejos de la cárcel por causas de corrupción.
Aún así, Abbas es el más moderado de todos los parlamentarios árabes en lo que respecta a la cooperación con el gobierno y nunca fue objetivo de los ataques de Netanyahu.
En Raam existen puntos de vista conservadores que provienen de sus raíces islámicas que lo asemejan a partidos ultraortodoxos judíos. Aún así, a diferencia de otros miembros de la alianza árabe, no defiende posiciones nacionalistas o anti israelíes. Por eso cualquier intento de influir en el enfoque de otras facciones árabes sería un cambio bienvenido.
Encuestas de opinión pública demuestran que existen grandes diferencias entre las necesidades de la población árabe y la agenda que promueven sus políticos, por lo cual si Abbas logra cerrar esa brecha tendrá más poder. De todas formas, por estas horas el sector árabe atraviesa un debate sobre la nueva dirección que parece haber tomado Abbas, más cercana a Netanyahu y dispuesto a dar su voto para impulsar leyes que de otra manera no tendrían una mayoría en la Knesset.
Netanyahu construyó su base política con consignas anti árabes, como cuando en las elecciones de 2015 afirmó que “los votantes árabes van a las urnas en masa, llevados en autobuses de la izquierda”.
Así que la cooperación política entre judíos y árabes puede que no sea el objetivo central de esta puerta que abre el primer ministro, pero sín dudas puede ser un paso en la dirección correcta para el país en general.