La campaña electoral presidencial de Estados Unidos arranca oficialmente el lunes, comenzando como siempre en Iowa, un pequeño estado del medio oeste donde la gran mayoría de los residentes son blancos y su área de especialización es el cultivo de trigo.
Iowa no es Estados Unidos, pero cada cuatro años los ojos de la nación se vuelven hacia él.
Los activistas de los partidos demócratas se reunieron el lunes en salas deportivas y centros comunitarios en todo el estado, en asambleas, para discutir sus opciones para un candidato presidencial. Los republicanos se quedan con el titular.
Este es un ritual extraño, más parecido al debate de un movimiento juvenil que a una primaria presidencial. No hay mesas de votación, y ésta se realiza por etapas, con activistas intentando persuadirse mutuamente acerca de cómo votar.
El resultado sólo es importante en un sentido, aparentemente dando impulso al candidato ganador y desanimando a sus rivales derrotados. Pero esto es sólo aparentemente, ya que en la próxima parada, en el pequeño estado de New Hampshire, todo puede cambiar.
Según las encuestas, el candidato favorito de los demócratas de Iowa es Bernie Sanders, un nativo de Brooklyn de 78 años que se ve, suena y grita principalmente como un nativo de Brooklyn de 78 años.
Fue el primer candidato para uno de los dos principales partidos estadounidenses en declarar que era socialista y también ha criticado fuertemente a Israel. Este sería un presidente judío que no se apresuraría a rezar en Jerusalem.
En el pasado, un candidato como Sanders no habría tenido ninguna posibilidad: demasiado radical, demasiado viejo y demasiado provocativo. Pero la era de las redes sociales ha cambiado las reglas del juego, no en el centro sino en los márgenes, donde vive su base.
Bernie Sanders es un reflejo de Donald Trump. Ambos son populistas, uno en la extrema derecha y el otro en la extrema izquierda.
Los votantes estadounidenses, cansados de la corrección política, la corrupción y la manipulación por parte de los políticos veteranos, se sienten atraídos por quienes perciben como auténticos.
E incluso cuando mienten, las mentiras de Sanders y Trump parecen auténticas.
El apoyo de Trump se mantiene, al igual que el de su amigo israelí Benjamín Netanyahu. Las revelaciones sobre su retención de ayuda para obligar al gobierno ucraniano a ayudarlo a derribar a su rival Joe Biden no lo afectaron de ninguna manera en las encuestas.
El juicio de destitución no hizo que sus partidarios cambiaran de partido, al igual que en el caso de las acusaciones contra Netanyahu.
El sitio web Politico apeló a sus lectores que siguen a Trump con una sugerencia interesante: dinos por qué lo apoyas.
Sorprendentemente, la mayoría de quienes respondieron criticaron a Trump, pero de todas formas decidieron votar por él. Justificaron su decisión citando la situación económica, la lucha contra la inmigración ilegal, su antipatía hacia sus rivales.
En otras palabras, no todos los que votan por Trump son fanáticos, al igual que no todos en Israel que votan por Likud aman a Netanyahu.
Después de tres años de Trump en Estados Unidos y diez de Netanyahu en Israel, los votantes escépticos siguen sin tener prisa por cambiar de partido.
Algunos israelíes están seguros de que todo lo que sucede en la política estadounidense es maravilloso y quieren recrear eso en casa. Pero están equivocados. Las elecciones de Estados Unidos son corruptas y están controladas por el dinero.
El sistema también tiene fallas, y las elecciones presidenciales de los Estados Unidos sólo tienen lugar en cinco o seis estados indecisos, lo cual es mejor que en Israel, donde los dos partidos más grandes están estancados.
Netanyahu logró crear un bloque de partidos comprometidos con él, cuya base de votantes comprende casi la mitad del electorado. Sin embargo, fracasó en crear un partido a la izquierda del Likud que pudiera quitar votos de su principal rival, Kajol Labán, y brindarle el codiciado apoyo de 61 parlamentarios, algo que tampoco logró hacer en las dos elecciones nacionales de 2019.
La tercera ronda electoral en 12 meses, que se realizará el 2 de marzo, será diferente. Después de dos inútiles elecciones, Avigdor Lieberman, de Yisrael Beiteinu, parece haber concluido que ya no puede quedarse al margen.
Ahora está hablando de un gobierno alternativo, que, si entiendo correctamente, sería un gobierno minoritario de Kajol Labán, Avodá e Yisrael Beiteinu. La Lista Árabe Conjunta aparentemente no está invitada.
Al final de cuentas, a esta coalición le faltan cuatro parlamentarios para contar con el apoyo de más de la mitad de la Knesset. Simplemente no está claro de dónde los obtendrán.