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Marcelo Wio
Gentileza

(Re)generando la atmósfera favorable para el antisemitismo

Opinión: es necesario dejar en claro que el "problema judío" es el odio hacia la comunidad normalizado como ideología política.

Marcelo Wio |
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Convertir al judío en problema, en alteración política, social y sanitaria. Problema que pide, exige, una solución. Un hecho que, como decía Jean-Claude Milner (Las inclinaciones criminales de la Europa Democrática), se inscribe en el orden de la objetividad: existe, aunque no haya nadie que lo plantee; pero que una vez pronunciado, señalado, ya no puede ser ignorado y, por tanto, ha de buscarse un remedio – que será definitivo o transitorio. Es decir, el problema – que todos, o la mayoría, conocen - demanda una acción.
El “problema judío”, vale la pena dejarlo claro de entrada, es el problema del antisemitismo. Es decir, del odio particular hacia el pueblo judío. El problema es el odio normalizado como ideología política. Es esto lo que precisa una solución – que, acaso, y siguiendo a Milner, debería empezar por Europa, donde se articuló el nombre judío con la categoría problema (central), y la convicción de que el progreso de la sociedad moderna depende de encontrarle una solución (apremiante) al mismo.
El problema está hecho de estigmas, prejuicios, estereotipos caricaturizados y deshumanizados, cuidadosamente vinculados con el pegamento del desprecio. Todo repetido una y otra vez. Machacado en la mente de los ciudadanos. Hasta que es incorporado como una verdad de Perogrullo, como una razón incuestionable, como un consenso inmutable. Al punto que “judío” y “problema” devienen términos sinónimos – aunque se recurra al disimulo fraudulento del término “anti-sionismo” e “Israel” (apenas el “anillo de transición”, según Milner, del “problema judío”). La raíz no miente.
Asimilación del antisemitismo europeo
Quizás uno de los que más hizo por trasvasar el antisemitismo europeo al mundo árabe y musulmán – junto a Hassan al-Banna, el fundador de la Hermandad Musulmana, y Sayyid Qutb, uno de sus ideólogos -, haciéndolo converger con los rasgos del propio, fue el Gran Muftí de Jerusalem.
Ya en la primavera de 1933, el Muftí - quien según el politólogo alemán Mathias Küntzel, estaba estrechamente vinculado con la Hermandad Musulmana - estaba buscando una alianza a los Nazis. Hecho que finalmente llegaría a materializarse de dos maneras. Por un lado, desde Alemania, Al-Husseini colaboró con los nazis transmitiendo por radio propaganda pro-Eje, anti-británica y anti-judía al mundo árabe; incitando a la violencia contra los judíos y contra las autoridades británicas en Oriente Medio. Y por otro, a través de la creación, por parte del Muftí, de una división musulmana de las Waffen SS en Bosnia y Herzegovina, conocida como la División Handschar, que cometió brutales crímenes de guerra contra los serbios cristianos, contra gitanos y judíos.
Herf apuntaba que entre 1941 y 1943 las estaciones de radio, como Radio Berlín y la Voz del Arabismo Libre, adaptaron la propaganda nazi a la realidad de Medio Oriente. Estas emisiones fueron el resultado de la colaboración entre oficiales del Ministerio de Exteriores alemán y exiliados árabes pro-nazis que encontraron refugio de los británicos en Berlín, de los cuales, “los más notables, fueron Haj Amin al-Husseini, el Gran Muftí de Jerusalén y la figura religiosa y política palestina más importante del momento; y Rashid Ali al-Kilani, líder del levantamiento en de 1941 en Iraq”.
Herf reproducía un fragmento del programa titulado Mata a los judíos antes de que te maten a ti, emitido el 7 de julio de 1942 por la Voz del Arabismo Libre:
“Ante este proceder bárbaro de los británicos pensamos que es mejor, si es que se quiere salvar la vida de la nación egipcia, que los egipcios se levanten como un solo hombre para matar a los judíos antes de que tengan la posibilidad de traicionar a la gente egipcia. Es el deber de los egipcios de aniquilar a los judíos y destruir su propiedad. Debéis matar a los judíos, antes de que abran fuego contra vosotros. Matad a los judíos, que se han apropiado de vuestra riqueza y que conspiran contra vuestra seguridad. ¿Los árabes de Siria, Iraq y Palestina, qué esperan? Los judíos planean violar a sus mujeres, matar a sus hijos y destruirlos. Según la religión musulmana, la defensa de la vida es un deber que sólo se puede realizar aniquilando a los judíos. Esta es vuestra mejor oportunidad de deshacerse de esta raza sucia, que ha usurpado vuestros derechos y ha traído la desgracia y la destrucción en vuestros países. Maten a los judíos, quemen sus propiedades, destruyan sus tiendas, aniquilen a estos partidarios de base del imperialismo británico. Su única esperanza de la salvación está en la aniquilación de los judíos antes de que os aniquilen”.
Esto se sigue sin solución de continuidad con la carta de Hamas – que no ha sido ni revocada ni reemplazada por el documento de 2017, básicamente diseñado para consumo de las audiencias occidentales.
Matthias Küntzel, en Jihad and Jew Hatred aseguraba que esta esta carta “es probablemente uno de los documentos programáticos del islamismo contemporáneo más importante, y su significación va más allá del conflicto palestino”.
En su introducción, la carta de Hamas advierte:
“Nuestra lucha contra los judíos es muy grande y muy seria. Exige todos los esfuerzos sinceros. Es un paso al que inevitablemente habrán de seguir otros. El Movimiento no es más que un escuadrón que debe ser apoyado por más y más escuadrones de este vasto mundo árabe e islámico, hasta que el enemigo sea vencido y se realice la victoria de Alá”.
Su artículo 7 reza:
“El Profeta, que Alá le bendiga y le dé la salvación, ha dicho: ‘El Día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes combatan contra los judíos (matando a los judíos), cuando el judío se esconderá detrás de piedras y árboles. Las piedras y los árboles dirán: Oh musulmanes, oh Abdulla, hay un judío detrás de mí, ven a matarlo’”.
El artículo 22, asimilando los libelos de los Protocolos de los Sabios de Sion, dice:
“Con su dinero tomaron el control de los medios de comunicación del mundo, las agencias de noticias, la prensa, las empresas editoriales, las emisoras de radio y otros. Con su dinero atizaron revoluciones en distintas partes del mundo para alcanzar sus fines y cosechar sus frutos. Estuvieron detrás de la Revolución Francesa, de la revolución comunista y de la mayoría de las revoluciones de las que hemos sabido y sabemos, aquí y allá. Con su dinero formaron sociedades secretas, tales como la masonería, los clubs de Rotarios y de Leones y otras en diferentes partes del mundo, para sabotear las sociedades y alcanzar los fines sionistas. Con su dinero lograron controlar los países imperialistas e instigarlos a colonizar muchos países para poder explotar sus recursos y extender en ellos la corrupción.
Ellos estuvieron detrás de la Primera Guerra Mundial, cuando lograron destruir el Califato islámico, obtener ganancias financieras y controlar recursos. Ellos estuvieron detrás de la Segunda Guerra Mundial, mediante la cual obtuvieron enormes ganancias financieras con el comercio de armamentos, y prepararon el terreno para el establecimiento de su estado. Fueron ellos los que instigaron la sustitución de la Sociedad de Naciones por las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad, para poder dominar el mundo a través de ellos. No hay guerra que se libre en ninguna parte en la que ellos no hayan puesto el dedo”.
En tanto, el artículo 28 asegura:
“La invasión sionista es una invasión pérfida… Se apoya fuertemente en sus operaciones de infiltración y espionaje en las organizaciones secretas a las que dio origen… Todas esas organizaciones, sean secretas o declaradas, trabajan en favor del sionismo y siguiendo sus instrucciones. Buscan socavar las sociedades, destruir los valores, corromper las conciencias, deteriorar el carácter y aniquilar el islam. Están detrás del comercio de drogas y el alcoholismo en todas sus formas para facilitar su control y expansión”.
En la misma línea iba el sermón de Osama Al-Tibi, predicador de la Mezquita El-Bireh, en una mezquita de Ramala, y transmitido por la televisión oficial de la Autoridad Palestina el 14 de diciembre de 2018. Palestinian Media Watch ofrecía un extracto del mismo:
“Estos son los judíos que no han cambiado a lo largo de la historia…. Estos son los judíos que exponen sus colmillos cada vez que tienen la oportunidad. Ellos están causando una corrupción devastadora en toda la tierra... Debemos decir... la verdad sobre estos judíos, sobre los que Alá escribió en su libro [el Corán] que, una de sus características es... que están malditos, y que se les ha negado la misericordia de Alá...”. “Estos son los judíos. Siempre luchando, siempre corrompiendo, siempre maquinando y siempre conspirando contra la humanidad... Y otra característica es que Alá les ha impuesto la humillación y la miseria... Entonces, ¿cómo es que los maldijo Alá a ellos, a los judíos en la época del Profeta [Mahoma], ya que estas cosas [los pecados] fueron hechos por sus ancestros? Los comentaristas [del Corán] explicaron: estos genes malignos y características malditas continúan en ellos. Ellos los transfieren -Alá nos salve- de generación en generación. Lo heredan de padre a hijo. La humanidad nunca podrá convivir con ellos. Y por eso, hermanos míos, incluso Europa, América y otros los han escupido, hasta el último... Nuestro profeta [Mahoma] nos informó [que] al final de los tiempos los musulmanes lucharán contra los judíos hasta que los judíos se escondan detrás de una piedra o un árbol... La tiranía de los judíos no sólo llegó a los humanos, sino también a los objetos inanimados y a todas las criaturas…”.
Acaso, la expresión más acabada de la incorporación de los elementos antisemitismo europeo al antisemitismo musulmán que atraviesa a las sociedades árabes sea el concepto de impureza vinculada a la genética: una contaminación sin fisuras, un mal absoluto inscrito en el ADN; es decir, insalvable.
Así, los judíos/israelíes ya no sólo serán “simios y cerdos”.
Se trata de invenciones que han terminado por crear un instintivo “sentido común”, una convicción, y por convertir en heroica y honorable la idea de la segregación o erradicación del “otro”. Y la repetición ha normalizado esa imagen fraudulenta: ya no se trata de un ser, sino de una cosa corrompida, un ente perjudicial; una enfermedad.
El filólogo alemán Victor Klemperer apuntaba (The Language of the Third Reich) que el desplazamiento de la diferencia entre judíos y no-judíos a la sangre hizo imposible cualquier reparación, perpetuando dicha división y legitimándola como voluntad de Dios.
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