En los primeros días de la Segunda Intifada el niño Muhammad Al Durrah fue asesinado en Gaza, cerca del asentamiento judìo de Netzarim. Un reportero de la televisión francesa filmó de cerca el ataque y testificó que había sido asesinado por soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Yo era entonces el jefe de la división de operaciones del ejército y cometí un error imperdonable: asumí públicamente la responsabilidad frente a los medios extranjeros.
Dado el severo intercambio de disparos en ese incidente, y debido a que se trataba de un testigo de un medio europeo y no un árabe, asumí la certeza del hecho. Pensé que la explicación sobre el tiroteo masivo de palestinos sobre un asentamiento israelí y el hecho de que los palestinos empujaron deliberadamente a los niños al frente aclararía el incidente. Fue un grave error.
Una investigación exhaustiva realizada por las FDI en los días posteriores reveló que, en función del ángulo de impacto de las balas en la pared junto a la que estaba parado el niño, sumados a otros datos, era casi seguro que el niño fue asesinado por disparos palestinos. Además, se reunió evidencia sobre la posibilidad de que el niño no hubiera sido asesinado, sino que todo el caso fuera un montaje.
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El asesinato de la periodista Shireen Abu Aklah y una comparación con el caso del niño Muhammad Al Durrah durante la Segunda Intifada.
(AFP)
Una noche de abril de 2003 se produjo otro caso en Jenín: fuerzas especiales actuaron contra hombres armados en las proximidades de un edificio de la ONU. Algunos de los soldados identificaron a una figura sospechosa, dispararon y el hombre murió. Era un oficial de inteligencia británico de alto rango. Sus dos hijos eran oficiales británicos, realizaron sus propios interrogatorios en Jenin y concluyeron que había sido un asesinato premeditado de parte de las FDI.
Como Director de Planificación de las FDI, era responsable del enlace con países extranjeros. Moshe Yaalon, jefe de Estado Mayor, me pidió que viaje a Londres para disculparme con el Ministerio de Relaciones Exteriores británico y con Kofi Annan, secretario general de la ONU. Respondí que lo haría después de realizar una exhaustiva investigación del caso.
La investigación reveló que se trataba de un error desafortunado que puede ocurrir en situaciones similares. Los soldados vieron que el hombre sostenía un arma a unos metros de ellos, y en el contexto de un intercambio de tiros concluyeron que debían disparar de inmediato. En retrospectiva, resultó que el arma no era tal, sino un teléfono satelital de gran tamaño. ¿Un evento trágico? Sí. ¿Un error profesional? Tal vez. Pero de ninguna manera fue un “asesinato intencional”.
Volé a Londres y Nueva York y pude convencer de ello no solo al secretario adjunto de la cancillería británica sino también, en base a un diálogo profesional, a los hijos de la víctima. Lo mismo logré con el secretario de la ONU y algunos generales internacionales que asistieron a la reunión.
Mi experiencia me deja tres conclusiones aplicables a la muerte de la periodista palestina Shireen Abu Akleh: la principal es que hay eventos a los que no se debe dar una respuesta inmediata, sino que se debe insistir en realizar una investigación exhaustiva en la que las FDI se comprometan a fijar un plazo, en lo posible corto, para publicar los resultados.
En segundo lugar, el objetivo de la investigación no debe ser el de probar que “las FDI son el ejército más moral del mundo”, sino encontrar la verdad aunque sea dolorosa. Y por último, si la conclusión es que el asesinato fue causado por palestinos, es imperativo exhibir pruebas convincentes, al menos para el público israelí y los expertos internacionales.
*Giora Eiland fue jefe del Consejo de Seguridad Nacional de Israel entre enero de 2004 y junio de 2006.