Un mes después de que un misil estadounidense lo eliminara, Qasem Soleimani continúa tan presente sobre la democracia fracturada de Irak como lo hizo en vida.
La muerte del general iraní le quitó una mano astuta a las milicias chiitas proiraníes que lo veneraban, y desencadenó, a la vez, una nueva inestabilidad amenazante en la frágil arena política de Irak.
Ahora, la sombría estructura de poder que ayudó a construir, un Estado por encima del Estado formado por las instituciones formales de Irak, corre el riesgo de chocar cada vez más sangrientamente con un poderoso movimiento de protesta antiiraní liderado por jóvenes.
Eso, a su vez plantea, un dilema para los líderes iraquíes, quienes deben elegir entre la tutela iraní y el cumplimiento de las demandas de una generación que busca el fin del dominio de Irán.
Estos líderes saben que, si se inclinan demasiado hacia Teherán, se enfrentarán con una mayor agitación política y a un Irak calificado como un Estado fallido, según aseguran analistas y diplomáticos.
"Hay una creciente determinación iraquí de rechazar la cada vez mayor influencia iraní, y esto es lo que estamos viendo en las protestas. Los iraníes deberían revisar sus políticas si quieren construir buenas relaciones con Irak", explicó un prominente líder del partido chiita alineado con Irán, que se negó a ser identificado.
Si bien la muerte de Soleimani debilita a Irán, también deja un vacío de seguridad dañino en Irak, ya que el comandante veterano ejerció un poder de decisión final sobre las fuerzas paramilitares iraquíes de Teherán.
Analistas y diplomáticos temen que la ausencia de su experimentado liderazgo y su habilidad para alentar o calmar a las milicias podría resultar en un Irak con el equivalente paramilitar del monstruo de Frankenstein suelto.
Uno de los líderes paramilitares iraquíes más poderosos, Abu Mahdi al-Muhandis, un confidente cercano de Soleimani, murió en el mismo ataque con drones de Estados Unidos el 3 de enero. El miedo y la incertidumbre entre los líderes de milicias han llevado a muchos de ellos a esconderse y cambiar de residencia. e incluso han cambiado sus números de teléfono.
"Incluso a Soleimani y Muhandis les resultó difícil a veces mantener bajo control a Kataeb Hezbollah (la milicia fundada por Muhandis) y ahora existe una mayor posibilidad de que actúen por su cuenta", sostiene un enviado occidental a Bagdad.
En Irak, mientras tanto, continúan las protestas contra las élites políticas y sus patrocinadores iraníes, las cuales han forzado la renuncia del primer ministro, una posición importante del poder junto con el parlamento de 329 escaños y el presidente.
Pero las protestas no han afectado a los grupos paramilitares proiraníes. Con unos estimados 160.000 hombres en total, estos grupos están formados alrededor de un núcleo de milicias fundadas, entrenadas, armadas e ideológicamente leales a Irán.
Guerra indirecta en suelo iraquí
Algunas de esas milicias han abusado de su creciente poder para disparar contra docenas de manifestantes, cuyas protestas contra la corrupción y la incompetencia han ganado el respaldo del gran ayatolá Ali al-Sistani, la principal autoridad religiosa de Irak.
"Las milicias se convirtieron en monstruos codiciosos y demasiado poderosos como para manejar. Extorsionaron el dinero de las empresas, querían su parte de todo, incluso obligando al gobierno a darles a sus partidarios empleos y contratos estatales", afirma un político de alto rango con una larga experiencia en tratar de gobernar Irak.
Un destacado político iraquí sostiene que el poder de Soleimani al final era tan grande que se comportó como un virrey en sus visitas, convocando no sólo a aliados sino a fuerzas de todo el espectro.
Si bien Irán e Irak se preocupan del riesgo de un conflicto total entre las fuerzas chiitas iraquíes y los jóvenes indignados por el dominio de Teherán sobre su país, también existe el temor de que Irak se convierta en una zona de guerra entre Irán y los Estados Unidos.
A diferencia de la gran parte del mundo árabe, los chiitas son mayoría en Irak, impulsados al poder por la invasión liderada por Estados Unidos en 2003, que derrocó a la dictadura sunita de Saddam Hussein.
Tras la guerra civil posterior, con élites sectarias rivales saqueando el Estado, esa mayoría no logró construir cohesión en torno del reparto del poder con los árabes sunitas y la minoría kurda autónoma decretada por una constitución de posguerra de 2003.
La última ronda de guerra civil contra el breve califato del Estado Islámico (ISIS) fue un gran salto adelante para las milicias iraquíes de Irán, que tuvieron un desempeño mucho más fuerte que el ejército del país, entrenado por los Estados Unidos pero vaciado por la corrupción.
Agrupados dentro del paraguas de las Fuerzas de Movilización Popular (PMF) o al-Hashid al-Shaabi, se formaron después de un edicto de Sistani y ayudaron a vencer a la marea yihadista sunita. Un portavoz de las PMF no pudo ser contactado de inmediato para hacer comentarios.
Sentimiento antiiraní en alza
El sentimiento anti-Irán es alto entre los activistas acampados en la plaza Tahrir de Bagdad desde octubre.
Si bien finalmente derrocaron a Abdul-Mahdi, reemplazado el sábado por el primer ministro Mohammed Tawfiq Allawi, quieren un gobierno independiente libre de tutela extranjera, especialmente la iraní, y que se haga responsables a los asesinos de los manifestantes.
Los iraquíes movilizados destacan cómo Irán ha inundado el mercado con sus propios productos, desde equipos electrónicos hasta muebles, automóviles y productos lácteos y agrícolas.
“Todos los productos en el mercado son iraníes, mataron nuestra economía. Nuestros políticos y milicias son títeres de Irán, les dieron licencias de importación para todo esto. Irak solía alimentar a todos los países cercanos con sus productos agrícolas y ahora todo se ha ido”, afirmó Abbas Roweih, un técnico médico de 23 años, desempleado.
El líder del partido chiita argumenta que el futuro de un Irak con una población joven, cuya mitad tiene menos de 17 años y nunca conoció la tiranía de Saddam, reside en los manifestantes y su ira.
"La joven democracia iraquí necesitaba un terremoto para abordar las demandas de estos jóvenes", dijo el líder.
Altos riesgos para Irak
Pese a sus estrechos vínculos con Irán, este líder sostiene que incluso los políticos cercanos al gobierno dominado por los chiitas y las PMF creen que las milicias se han convertido en un Estado por encima del Estado.
Declaró que el primer ministro Abdul-Mahdi fue tomado por sorpresa cuando en diciembre las protestas antiestadounidenses que siguieron a los ataques aéreos contra objetivos de Kataeb Hezbollah se convirtieron en un asedio de la embajada estadounidense y llegaron a sus puertas.
Cuando Abdul Mahdi no pudo comunicarse con los líderes de la milicia durante el asedio, quienes habían apagado sus teléfonos, envió a alguien de su oficina con una línea telefónica abierta y les pidió que se retiraran del sitio de la embajada. Pero no lo hicieron.
Muchos observadores y analistas creen que fueron las imágenes de milicianos iraquíes violando el perímetro de la embajada de Bagdad –un recordatorio del trauma estadounidense de la crisis de rehenes en la embajada estadounidense en Teherán de 1979– lo que provocó la decisión del presidente Donald Trump de ordenar el ataque contra Soleimani.
"No queremos ser enemigos de Irán, pero queremos que las relaciones se basen en el respeto mutuo y que (Irán) no use a Irak en guerras indirectas con Estados Unidos", advierte el líder del partido.
Los problemas de Irak no terminan ahí.
Las fuerzas de agentes iraníes en Irak siguen la doctrina iraní de Velayat al-Faqih (Custodia del Jurisprudente) que otorga la máxima autoridad al líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei. Esta noción es ajena a Sistani y a otros clérigos iraquíes que creen que hunde a la religión en la política.
Los diplomáticos creen que Irak podría pagar económicamente por promulgar la agenda de Irán: si Irán logra prevalecer sobre Irak para expulsar a los 5.000 soldados estadounidenses, esto podría llevar a Washington a sancionar su economía y a sus líderes, afirman fuentes diplomáticas. El parlamento iraquí ya votó para expulsar a las tropas estadounidenses.
Muchos diplomáticos dudan de la voluntad y de la capacidad de la clase política fragmentada y desunida de Irak para evitar este resultado. "Si el gobierno iraquí actúa para que se retiren las fuerzas extranjeras...entonces probablemente haya todo tipo de consecuencias", aseguró un funcionario estadounidense.