No se sabe mucho sobre los detalles del acuerdo nuclear entre Occidente e Irán, que se está ultimando estos días.
Pero partes filtradas del borrador del nuevo acuerdo, muestran que es mucho peor que el firmado por el presidente estadounidense Barak Obama en 2015. Por su parte, Jerusalem hace grandes esfuerzos para persuadir a Washington de que no firme el acuerdo o que al menos endurezca sus cláusulas respecto a Irán. Sin embargo, el trato parece estar prácticamente resucitado.
Los funcionarios de seguridad israelíes saben muy bien que Irán ya tiene toda la tecnología y las capacidades necesarias para enriquecer rápidamente el uranio hasta el 60%, suficiente para fabricar un núcleo de arma nuclear.
El Estado judío está tratando de convencer a los estadounidenses de que establezcan condiciones más duras para la firma, lo que torpedearía las conversaciones e impediría que Irán reciba decenas de miles de millones de dólares que Teherán y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) ganarían si se eliminan las sanciones económicas que pesan sobre ellos (que es una de las principales cláusulas del acuerdo).
Los funcionarios israelíes entienden que Occidente fue derrotado en su batalla por impedir el enriquecimiento de uranio y que Irán ya puede hacerlo hasta el nivel que desee, sólo hace falta la orden del líder supremo, Alí Jamenei.
Sin embargo, si no se firma un acuerdo nuclear y no se levantan sanciones, todavía sería posible impedir que Irán reciba fondos que el país utilizará para financiar actividades terroristas con el fin de socavar la estabilidad en Medio Oriente y perjudicar a Israel.
Los fondos también impulsarán al régimen iraní, que actualmente atraviesa dificultades económicas, y frustrarán cualquier rebelión. El dinero también podría utilizarse para desarrollar misiles y aviones no tripulados más precisos, que acabarán llegando a Hezbollah, Siria y grupos terroristas palestinos.
Para convertirse en una potencia nuclear, como aspira a ser Irán, su programa de armamento debe desarrollar y producir tres componentes: material fisible para el núcleo del dispositivo nuclear; el arma nuclear propiamente dicha con un mecanismo explosivo fiable (la bomba se hace operativa una vez que se reduce su tamaño y peso, de modo que pueda instalarse en una cabeza de misil); y misiles, aviones o cualquier otro medio que pueda llevar la bomba a su destino.
Irán dispone de misiles que pueden transportar una cabeza nuclear. También controla el proceso de enriquecimiento de uranio que permite producir material fisible para el núcleo de la bomba. De hecho, Teharán ya puede definirse como un "estado umbral nuclear", es decir, un país que consigue enriquecer uranio al 90%, cantidad suficiente para al menos una ojiva.
Sin embargo, Irán aún no tiene la fisura suficiente para armar cinco ojivas, como tiene previsto. El ingrediente más importante que aún no tiene es el conocimiento y la capacidad de crear un artefacto explosivo fiable (que seguramente funcionará correctamente en un experimento o cuando se utilice), y la capacidad de reducirlo para colocarlo en una ojiva para que la lleve un misil o un avión.
El acuerdo nuclear renovado -al igual que el original de 2015- no aborda los tres aspectos, por lo que solo retrasará el enriquecimiento de uranio y la acumulación del material necesario entre ocho y nueve años.
Cuando se firmó el acuerdo original, fue definido por Israel como "malo" porque sólo impedía a Irán obtener material fisible hasta enero de 2031, y retrasaba el desarrollo y la producción de centrifugadoras avanzadas para enriquecer uranio hasta 2026.
En la actualidad, Irán ya tiene desarrolladas e instaladas centrifugadoras IR6 avanzadas, y ya produjo varios gramos de uranio metálico utilizado para el núcleo de la ojiva. Esto significa que el acuerdo renovado puede impedir como mucho la producción de grandes cantidades de uranio hasta enero de 2031.
Por lo tanto, los miles de millones de dólares que ganará Irán por eliminación de las sanciones al firmar el acuerdo, preocupan a los funcionarios israelíes mucho más que los defectos y debilidades del acuerdo nuclear renovado.
El nuevo acuerdo aún puede beneficiar a Israel y a Occidente en 2 aspectos: Puede retrasar la producción y acumulación de material nuclear durante varios años, y renovará la vigilancia completa y a veces invasiva del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) sobre las instalaciones nucleares de Irán. En la situación actual, en la que hay una vigilancia parcial, ya que algunas cámaras están actualmente apagadas, nadie puede controlar cuánto uranio se enriqueció, hasta qué nivel, y cuántas centrifugadoras nuevas instalaron. Si se firma el acuerdo, Occidente e Israel tendrán una visión mucho más clara de lo que ocurre en los centros nucleares de Irán.
El conflicto de intereses de Estados Unidos
Desde el punto de vista de Estados Unidos, las cosas se ven de otra manera. Ahora, Washington tiene interés en levantar las sanciones a Irán y ayudarle a ganar dinero con la exportación de petróleo y gas. Expertos estiman que en lugar de contrabandear 2,5 millones de barriles diarios a China o India con céntimos de dólar, Irán podría exportar a precios de mercado unos 3,5 millones de barriles diarios.
Como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania, el precio del barril de petróleo se sitúa hoy en día en torno a los 100 dólares, pero Irán no puede beneficiarse de la situación debido a las sanciones. Además, estadounidenses y europeos desearían realmente que Irán volviera a la plena producción de petróleo y gas para suplir la escasez que Rusia creó para el próximo invierno en Europa.
Estados Unidos también quiere sacar a Irán de las garras de China y Rusia, para limitar el poder de negociación estratégico y económico del bando antioccidental. Por lo tanto, los intereses económicos y estratégicos globales estadounidenses difieren de los israelíes y, por lo tanto, es muy probable que Estados Unidos sí firme el acuerdo nuclear renovado.
Pero, Jamenei no tiene prisa. Probablemente no confíe en Estados Unidos y los odie más que esté ansioso por llegar a un acuerdo. La economía iraní se adaptó a las sanciones, y cada día que pasa sin la supervisión del OIEA, permite a Irán acumular cantidades adicionales de uranio enriquecido. Por lo tanto, otro mes de sanciones no cambiará mucho para Irán, y le permitirá humillar aún más a Estados Unidos.
Israel, como ya se dijo, está tratando de influir en los estadounidenses para sabotear las negociaciones, o al menos para introducir cambios de última hora en el acuerdo. En Jerusalem, algunos sostienen que Biden, al igual que Jamenei, es testarudo, por lo que podría extraer un mejor acuerdo de los iraníes, o decidir suspender las negociaciones hasta que Teherán revoque algunas de sus problemáticas exigencias.
El Pentágono también presta mucha atención a los argumentos israelíes cuando el ministro de Defensa, Benny Gantz, los plantea en las conversaciones con su homólogo estadounidense, pero es poco probable que influya en Washington.
Por ello, Israel y Estados Unidos deberían formular conjuntamente una nueva estrategia contra Irán que "renueve los votos" de compromiso para impedir que Irán obtenga armas nucleares.
Esta estrategia debería tener al menos cuatro elementos clave: una estrecha vigilancia de los servicios de inteligencia para impedir que Irán desarrolle en secreto un dispositivo explosivo nuclear y lo convierta en una ojiva o una bomba, asegurándose al mismo tiempo de que no enriquezca uranio a un nivel superior al 60%; pasos, métodos y contramedidas que se aplicarían si Irán restablece su programa de desarrollo de armas nucleares o enriquece uranio en contra de lo que permite el acuerdo; un trato entre Israel y Estados Unidos que especifique en qué condiciones se considerará que Irán violó el acuerdo renovado y, por último, un acuerdo sobre los principios de acción que Israel y Estados Unidos adoptarán juntos o por separado si Irán adquiere una bomba nuclear.