La reunión de la semana pasada entre el presidente egipcio Abdelfattah El Sisi y el primer ministro israelí Naftalí Bennett provocó una ola de repercusiones en la prensa de Medio Oriente. Este martes, por ejemplo, Hamás informó que había ofrecido a Israel un nuevo esquema para un acuerdo que permita el regreso a Israel de prisioneros de guerra y soldados desaparecidos.
Un informe del periódico libanés Al Akhbar afirmó que Hamás ofrecía dos propuestas. No tiene sentido entrar en los detalles de estos bosquejos, ya que se puede estimar con cierta certeza que tampoco conducirán a un gran avance en las negociaciones llevadas a cabo a través de la mediación egipcia. ¿Por qué? Porque Hamás e Israel están negociando dos cosas completamente diferentes.
Por un lado, Israel busca un acuerdo para que, a cambio de los dos prisioneros y los cuerpos de dos soldados desaparecidos, Hamás reciba presos palestinos encarcelados en Israel y el consentimiento israelí, e incluso la cooperación, para la reconstrucción de la infraestructura dañada en la Franja de Gaza, lo que podría aliviar la angustiante situación de los residentes del enclave palestino.
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Dos civiles y los cuerpos de dos soldados israelíes son retenidos por Hamás en Gaza.
(Ynet)
Por el otro lado, Hamás no negocia un trato en el que cada parte cede y recibe, sino que busca una victoria completa y estratégica sobre Israel. Ese triunfo serviría a la organización terrorista para posicionarse como el actor político dominante de todos los palestinos. La ambición de poder excede a Gaza, sino que también busca imponerse en Judea y Samaria, y en toda la diáspora palestina.
Para lograr esa victoria sobre Israel el grupo Hamás, liderado por Yahya Sinwar, necesita cumplir dos metas. La primera es la liberación de terroristas pesados, con sangre en sus manos y que están presos desde hace décadas. La segunda es que el número de presos liberados supere la cifra de mil.
Hamás no negocia un trato en el que cada parte cede y recibe, sino que busca una victoria completa y estratégica sobre Israel. Ese triunfo serviría a la organización terrorista para posicionarse como el actor político dominante de todos los palestinos.
En el Acuerdo de Jibril (1985) posterior a la primera guerra del Líbano y en el Acuerdo de Shalit en 2011 los palestinos establecieron un estándar alto de personas liberadas en este tipo de tratos. Sinwar, un ex prisionero liberado en el acuerdo de Shalit, quiere superar esa marca para afirmar su liderazgo. Exigió la liberación de 1.111 presos palestinos, entre ellos los seis terroristas que recientemente se fugaron de la prisión de Gilboa, en el norte israelí, y posteriormente fueron recapturados.
La liberación de terroristas asesinos es una prioridad para Hamás porque infunde esperanza entre los agentes terroristas del pasado y del futuro. Envía un mensaje de que inclusive los capturados y juzgados todavía tienen la posibilidad de ser liberados unos años después. Es una forma de aumentar la motivación entre su gente. El número, “más de 1.000”, es una cuestión de prestigio para la organización que pretende graficar el tamaño del triunfo.
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Yahya Sinwar, líder de Hamás, fue liberado por Israel en un acuerdo de prisioneros a cambio de la liberación del soldado Gilad Shalit.
(AP)
No hay dudas de que Hamás está interesado en resolver los problemas económicos de Gaza y la ayuda que le ofrece Israel. También le resulta importante la suerte de prisioneros que no están manchados de sangre terrorista. Pero son objetivos secundarios en relación a la victoria estratégica que busca avanzar en los objetivos a largo plazo de la organización, que son tomar el control del pueblo palestino y convertir a la agrupación en su representante en la arena internacional.
Los gobiernos israelíes, anteriores y actuales, adhieren a las conclusiones del Comité Shamgar que advierte sobre los riesgos de los intercambios de prisioneros. En las altas esferas políticas entienden que hay acuerdos que no se pueden aprobar, que hay terroristas que no se pueden liberar, porque esa acción puede dañar los intereses de seguridad del Estado de Israel y sus ciudadanos.
En el liderazgo de la seguridad de Israel entienden que la liberación total de terroristas asesinos socava el poder de disuasión contra el terrorismo que las FDI y el Shin Bet desarrollaron con tanto esfuerzo y sangre. Una acción de ese tipo fomenta los secuestros de israelíes con fines de negociación y devuelve al terrorismo a elementos cuya peligrosidad está neutralizada tras las rejas.
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El encuentro entre el primer ministro israelí Naftali Bennett y el presidente egipcio Abdelfattah El-Sisi.
(GPO)
En un acuerdo de liberaciones masivas de terroristas, aquellos que pagarán el precio son las futuras víctimas de los atentados terroristas, que se multiplicarán al mismo tiempo que erosionan el poder de disuasión israelí. Por eso tanto el gobierno de Netanyahu, como el actual encabezado por Bennett, están dispuestos a discutir el número de prisioneros liberados y los cargos que afronta cada uno de ellos. Y también están dispuestos a brindar a los habitantes de Gaza beneficios como un aeropuerto o un puerto marítimo. Pero el límite de la flexibilidad israelí es proporcionar a Hamás la victoria que ese grupo insiste en obtener.
El anuncio del gobierno israelí luego de la operación Guardián de los Muros, cuando advirtió que no habría facilidades económicas a Gaza hasta que los dos prisioneros y los dos soldados desaparecidos vuelvan a Israel, se cayó por su propio peso. A Hamás no le interesan los incentivos cortoplacistas que le ofrecen Israel, Egipto y otros mediadores extranjeros.
Simcha y Leah Goldin, los padres del difunto soldado Hadar Goldin cuyo cuerpo es retenido en Gaza, en el pasado tuvieron innumerables reuniones con Netanyahu, en el último tiempo también con Bennett, y en ambas gestiones con diversos responsables de la recuperación de israelíes desaparecidos. Los funcionarios intentaron explicarle a las familias que estaban entorpeciendo las negociaciones con sus denuncias públicas y la demanda de renuncias, que eso solamente elevaba el precio del acuerdo exigido por Hamás y dilata las soluciones reales.
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Simcha, padre de Hadar Goldin, en una protesta pública contra el gobierno.
(Yariv Katz)
La familia Goldín y sus partidarios proponen abandonar todo tipo de asistencia a la población civil de la Franja de Gaza hasta que Hamás tema por la supervivencia de su gobierno y se rinda a las demandas de Israel. Esa fórmula no es realista y no funcionará: Hamás ya demostró que su prioridad son los logros políticos y estratégicos, y que los objetivos cívicos y económicos para ellos son secundarios.
Un agravamiento de la difícil situación de los palestinos de Gaza no conmoverá a Hamás, y al mismo tiempo erosiona la legitimidad de las FDI para actuar contra organizaciones terroristas que disparen cohetes contra territorio israelí. Mientras mayor es la angustia en Gaza, menor es la legitimidad internacional que tiene Israel para eliminar la amenaza de los misiles. Tanto el gobierno anterior y el actual tienen razón en negarse a la propuesta de la familia Goldin.
Lo que se puede hacer ahora es persuadir a los egipcios para que presionen a Hamás para que discuta un trato sensato sobre los rehenes y desaparecidos israelíes, que no incluya a terroristas palestinos con sangre en sus manos. En Egipto tienen las palancas adecuadas para tal acción. Y si no logran quitarle a Sinwar su obsesión, lamentablemente es probable que la próxima mesa de negociación llegará después de la próxima escalada militar en Gaza.