El resultado de la última campaña militar de Israel en Gaza puede examinarse desde diferentes perspectivas.
No todos ellos coinciden con el punto de vista israelí, y algunos lo contradicen, rechazando la euforia por la supuesta "victoria" de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) sobre la Jihad Islámica.
Esto es normal. La historia siempre la cuentan quienes salen victoriosos.
Pero, la aceptación por parte de los gobiernos israelíes de una nueva entidad palestina llamada Estado de Gaza, que se está creando entre las fronteras israelíes y egipcias, es motivo de preocupación, al igual que la creencia de que el Estado judío debe apoyarla de alguna manera.
De hecho, los líderes israelíes llegaron a aceptar un gobierno de Hamás en Gaza, a pesar de su amarga disputa con la Autoridad Palestina (AP) y su designación internacionalmente aceptada como organización terrorista.
Hamás en Gaza, la Autoridad Palestina en Cisjordania... y ya tenemos una solución para el prolongado conflicto. Una de tres estados.
Excepto que no existe tal solución, es un peligroso engaño que se hará añicos ante la nefasta realidad.
Al considerar a Gaza como una entidad separada, el gobierno israelí ignora el ethos nacional palestino, pero también el control económico de la Franja por parte de la AP.
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Fuerzas de seguridad palestinas de Hamás en una ceremonia en la ciudad de Gaza el 12 de diciembre de 2021.
(Flash90)
Remito al lector a los estudios sobre la economía palestina, realizados por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que muestran que la AP sigue financiando la administración civil en Gaza y pagando los salarios a las decenas de miles de funcionarios que trabajan en el territorio.
Ambas entidades constataron que 160.000 palestinos trabajan oficialmente en Israel y unos 10.000 más entran en el país para hacerlo ilegalmente, tanto desde Cisjordania como desde Gaza.
Gracias a esos trabajadores, el PIB de los Territorios Palestinos (que incluyen Cisjordania y Gaza) ascendió a 6.500 dólares en 2019, lo que equivale al PIB de la India. Basándome en los datos recogidos por estados donantes de la AP, puedo estimar que el PIB solo en Cisjordania se acerca a los 9.000 dólares, mientras que en Gaza se sitúa en los 3.000 dólares, por lo que la media es de 6.500 dólares.
La economía de Gaza es mantenida viva por Ramallah con el apoyo de Estados Unidos, los países europeos y las naciones árabes ricas.
El dinero, en su mayor parte, fluye a través de la AP. Los ingresos de las exportaciones de Gaza son una contribución menor a su economía, donde la tasa de desempleo es altísima.
Los servicios de electricidad y agua, los transportes, las comunicaciones, la salud y la educación se descuidaron y están agotados.
Algunos asuntos se resienten al tener una administración duplicada tanto de Hamás como de la AP, mientras que los impuestos que pagan los residentes de Cisjordania sirven para mantener a los residentes de Gaza, que a su vez pagan sus impuestos a Hamás.
No cabe duda de que ni Israel ni Hamás querrían asumir la responsabilidad económica que actualmente recae sobre los hombros de la AP, lo que hace muy improbable la opción de una entidad estatal separada e independiente en Gaza, bajo la dirección de Hamás.
No nos hagamos la ilusión de que el enclave controlado por Hamás tiene posibilidades de convertirse en la versión de Medio Oriente de Singapur. A lo más que puede aspirar es a Somalia.
Un escenario más realista sería un gobierno de Hamás sobre Cisjordania además de sobre Gaza, o alternativamente un futuro en el que la AP vuelva a gobernar la Franja.
La paliza infligida por las Fuerzas de Defensa de Israel a los dirigentes de la Jihad Islámica en los tres días de combates no hace avanzar ninguna de esas opciones. Pero sí sirve para una de ellas, y eso es mala noticia para Israel.
Cuanto mayor sea la legitimidad otorgada por Israel a los gobernantes de Gaza, más rápido logrará el grupo terrorista hacerse, también, con el control de Cisjordania.