No queda mucho de las promesas de que Líbano volverá a la Edad de Piedra, el discurso de Gallant y las declaraciones de los políticos diciendo que no se permitirá a Hezbolá alborotar y hacer lo que le parezca en territorio israelí.
Incluso la promesa de Benjamin Netanyahu hace meses de que el gobierno aprobaría en diez días un plan nacional, presupuestado en 3.500 millones de shekels para reconstruir la zona de Galilea, sigue siendo un cheque abierto.
En Galilea, la gente sigue perdiendo la confianza y esperanza de que decenas de miles de residentes desplazados regresen a sus hogares a una realidad distinta de la asesina de la que huyeron cuando vieron cómo los planes de Hezbolá se materializaban, en el frente sur, en forma de masacres en comunidades israelíes cercanas a la frontera con Gaza.
Entonces comprendimos la envergadura de los planes de Hezbolá después de que fueran copiados por Hamás. Los mejores de nuestros hijos e hijas de la Galilea cobraron sus ayudas a la evacuación por un viaje de ida al norte, y anunciaron que no volverán a sus hogares.
La franja de tierra más hermosa de Israel yace abandonada y desolada.
Las FDI golpean sin tregua a Hezbolá e infligen daños, pero Nasralá mantiene firme su empeño bélico. Sabe que el camino por el que nos lleva es un camino por el que caminamos con los ojos abiertos y con las manos los pies y atados con grilletes de hierro impuestos por Estados Unidos, Francia y otros países.
Parece que Netanyahu se enfrenta a una elección diplomática injusta, entre las consideraciones políticas de EE.UU., que pide a Israel que no perturbe los planes del presidente Joe Biden de ser elegido para un segundo mandato, y las decenas de miles de israelíes que ni siquiera pudieron votar en elecciones municipales en las comunidades de las que fueron evacuados.
Netanyahu eligió a Biden.
Décadas de una política que nos dejó dependientes del capricho político de una superpotencia al otro lado del océano están dando sus señales. Ahora, no podemos luchar por nuestras vidas sin el permiso, la bendición y la munición del Comandante en Jefe de Estados Unidos.
En marzo de 2015, hace exactamente nueve años, durante la festividad de Purim, Netanyahu se dio cuenta de que la situación era grave y, ante los planes del presidente Obama de aceptar un acuerdo nuclear con Irán, pasó a la acción.
Acudió al Congreso de Estados Unidos y trató de llegar al corazón de los cargos electos estadounidenses para convencerles de que no aceptaran el acuerdo nuclear ofrecido por su presidente. Netanyahu lo hizo por obligación moral y creyendo que la amenaza nuclear iraní era existencial para Israel.
Aunque los cientos de miles de drones, misiles y baterías de artillería de Hezbolá no suponen una amenaza existencial para Israel, sin duda suponen una amenaza para la vida de los residentes israelíes en Galilea.
Corresponde a Netanyahu, el mago israelí de la diplomacia pública, ir a Estados Unidos de inmediato y trabajar para recomponer las piezas del rompecabezas. Debe ir a Francia, Alemania, el Reino Unido y otros países extranjeros y reclutarlos para nuestra causa una vez más.
Debe aclarar las vidas de más de 100.000 personas, la mayoría de las cuales fueron desarraigadas de sus hogares durante más de seis meses para lograr un acuerdo diplomático, que probablemente nunca se producirá.
Todos los israelíes del norte participamos en el experimento diplomático que nos impuso la Resolución 1701 de la ONU, que condujo al final de la Segunda Guerra del Líbano en 2006 con un acuerdo que era inviable e inaplicable. Pocos meses después, quedó claro que la resolución no servía para nada, y así pagamos y seguimos pagando el precio del reforzamiento de Hezbolá.
Israel ya no cree que el mismo acuerdo fracasado vaya a tener éxito, en caso de que la comunidad internacional intente revivirlo con vanos intentos.
Parece que los líderes mundiales que llegaron al país ya olvidaron el cruel precio que Hamás y Hezbolá nos cobraron y nos siguen cobrando el 7 de octubre y desde entonces.
Es hora de volver a movilizar todo nuestro apoyo para que el gobierno pueda cumplir su compromiso con nosotros y para que los residentes de Galilea puedan regresar a sus hogares sintiéndose completamente seguros.
Es hora de que nosotros y nuestros hijos dejemos de pagar el precio.
Yair Kraus es corresponsal de Ynet y Yedioth Ahronoth y cubre las regiones septentrionales de Israel, incluidas Galilea, los Altos del Golán y la frontera norte.
