Esta semana, el recientemente renovado Museo del Pueblo Judío de Tel Aviv, anteriormente conocido como Beit Hatfutsot, que reúne casi 3.000 años de historia y tradición judía bajo un mismo techo, reabrió sus puertas a los visitantes. Después de más de una década de refacciones, que costaron cerca de 100 millones de dólares, el establecimiento volvió a funcionar.
Sus espacios de exhibición se han triplicado, convirtiéndolo en el museo judío más grande del mundo, según las autoridades. Las antiguas galerías con dioramas y maquetas, que se encontraban allí desde de que abrió por primera vez en 1978, han dado paso a exhibiciones de vanguardia con pantallas táctiles interactivas y obras de arte originales.
Cerca de un tercio de la renovación fue financiado por la fundación del ruso Leonid Nevzlin, un magnate de la industria petrolera. Unos 52 millones de dólares provinieron de filántropos y fundaciones con sede en Estados Unidos, y otros 18 millones de las arcas del Estado judío. La hija de Nevzlin, Irina, esposa del ministro de Salud, Yuli Edelstein, se desempeña como presidenta de la junta directiva del museo.
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Los visitantes pueden usar una pulsera digital para capturar elementos memorables.
(AP)
El reformado establecimiento adopta un nuevo enfoque para contar la historia del pueblo judío, explicó la curadora de arte en jefe, Orit Shaham-Gover. Ahora, se centra en la diversidad de la cultura judía y los logros del pueblo, no solo en sus tragedias.
"Todos los que entran aquí deben verse a sí mismos sin importar el género, la denominación o el origen étnico", afirmó Dan Tadmor, director ejecutivo del museo. "Esta es nuestra historia y debes sentirte parte de ella", acotó.
Dispersos a lo largo de 6.690 metros cuadrados de galerías,. Por ejemplo, entre las principales atracciones, se halla un jawza (instrumento de cuerda) que perteneció a músicos iraquíes del siglo XX conocidos como los hermanos Al-Kuwaity. También, están los restos de uno de los jueces de la Corte Suprema, los collares característicos de Ginsburg y piedras de una sinagoga del siglo I d.C. ubicada a orillas del Mar de Galilea.
Los visitantes pueden usar una pulsera digital para capturar elementos memorables, desde citas literarias hasta recetas y árboles genealógicos. Además, pueden llevarse los recuerdos a casa mediante correo electrónico.
Shaham-Gover, la curadora de arte, dijo que la galería de espacios abiertos de judíos contemporáneos es "una celebración de la vida". Y añadió: "El museo no es un templo silencioso, se trata de nuestra historia. Por eso, los visitantes van a encontrar sonidos, luces y muchos colores".
La gran inauguración se produce al mismo tiempo que la cuestión acerca de quién es o no judío ha resurgido en la agenda política israelí. Sucede que, a pocas semanas de las elecciones parlamentarias, la Corte Suprema dictaminó recientemente que las personas que se hayan sometido a conversiones reformistas calificarían como judíos. La decisión ha indignado a los ultraortodoxo del país, que durante mucho tiempo han tenido el monopolio de las conversiones.
