¿Quién no sueña con unas vacaciones tropicales, bajo un atardecer rojo y una brisa fresca que acaricia el cuerpo, con el vaivén de una hamaca y el esplendor de la naturaleza? En tiempos de coronavirus, con restricciones y mutaciones del virus, resulta casi imposible. Pero esa misma sensación se puede trasladar a cualquier sitio.
Lios Abufalia, un ávido amante de las hamacas, afirma que las vacaciones pueden llevarse a casa. “No hay nada mejor que una hamaca. Después de un día de cierre sofocante, después de haber gastado toda tu energía con los niños, se ata a un árbol y se logra una calma única”, aseguró.
Definido a sí mismo como un “experto internacional en la búsqueda de lugares perfectos para las hamacas”, Abufalia cuenta que suele recurrir a las fotografías aéreas de Google Maps para encontrar el par de árboles más apto para su hamaca. Y con esa experiencia acompañó a Ynet a realizar un recorrido por Tel Aviv en busca de un rato de pura tranquilidad. “En todo Israel hay lugares excelentes para colgar hamacas. Todo lo que se necesita es un trozo de tela y dos sogas para disfrutar de diez minutos y continuar el día”, expresó Abufalia antes de iniciar el paseo.
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Lior Abufalia, "experto internacional", recurre a Google Maps para encontrar los árboles más aptos para colgar su hamaca.
(Nitzan Dror)
La primera estación del recorrido es el jardín HaPisga, a metros de la Ciudad Vieja de Jaffa, y que aparenta ser un sitio ideal: se divisa una colina imponente, un paisaje de mar azul, jóvenes con guitarras y numerosos cadetes de delivery que esperan su turno para una próxima entrega.
Abufalia ya conoce a las dos palmeras torcidas por el viento en que atamos la hamaca. El cuerpo primero hundido, después estirado, se sumerge en una realidad alternativa y pendular entre el cielo y la tierra. Aparecen los sonidos de pájaros, la vista al mar y el paisaje se parece a una pintura griega. Hasta que el olor a excremento de perro que sale del césped, justo debajo de la hamaca, impide que la experiencia sea perfecta.
Por eso el recorrido sigue adelante y continúa a pocos metros, en el parque Charles Clore. Sorprendentemente el sitio está lleno de personas que buscan un rato de aire libre y los mejores árboles del lugar con vista al mar están ocupados. Pero Abufalia, todo un profesional, encuentra dos palmeras adecuadas en el extremo más alejado del parque.
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“En todo Israel hay lugares excelentes para colgar hamacas", afirma Abufalia.
(Nitzan Dror)
Arriba de la hamaca se siente la brisa del mar. La distancia entre los árboles es perfecta y no hay sombra, pero en época invernal no es necesario. El aspecto negativo es que alrededor hay mucha acción: deportes individuales, clases de yoga y niños a los gritos. La hamaca pasa a ser una opción para ganar un instante de tranquilidad durante un evento familiar o con amigos.
Abufalia cuenta decenas de historias exóticas y tiene una impresionante colección de fotos suyas columpiándose alrededor del mundo. Por eso, para desafiarlo, se le propone buscar un lugar nuevo y especial, que él nunca haya elegido para su hamaca: el tráfico del boulevard HaYarkon.
En el cantero central hay una pequeña parcela de césped y dos palmeras que brindan una sombra precisa. La hamaca se instala sin problemas. Pero el humo, el ruido de los autos que vuelan a gran velocidad arruinaron la experiencia. “¡Te lo dije!”, repite Abufalia con cara nerviosa.
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El mejor lugar de Tel Aviv para colgar una hamaca: a orillas del lago artificial del parque HaYarkon.
(Nitzan Dror)
De allí, Abufalia sugiere que el parque HaYarkon puede ser el mejor lugar de Tel Aviv para una hamaca. Nos guía hasta el lago artificial que hay en el centro del parque. Una playa de estacionamiento en la que funciona un centro de pruebas de coronavirus nos devuelve a la perturbadora realidad y refuerza nuestra necesidad de unos minutos de tranquilidad. Entonces Abufalia acelera su paso seguro hacia el centro del parque, pasa a través de un muelle y señala con decisión un punto al otro lado del lago. “¡Este es el mejor lugar de Tel Aviv para colgar una hamaca!”, grita.
La ribera verde adornada con palmeras altas y arbustos tupidos brindan intimidad a las parejas que deciden abrazarse en la sombra. Hay un par de árboles perfectos para atar la hamaca. Ni bien uno se sube a la misma, comienzan a escucharse el canto de los pájaros. Y de repente siento que está ocurriendo de verdad: el sol del invierno entra por las gafas de sol, una fila de patos pasa por debajo de la hamaca y detrás de los juntos asoman los brillantes rascacielos de la ciudad.
El silencio es perfecto y la brisa agradable. Los músculos se relajan en el balanceo de la hamaca, y la felicidad momentánea se extiende por la columna vertebral. Entonces ratifico en mi cabeza que Abufalia es un verdadero profesional y que la misión fue exitosa: éste es el mejor lugar de Tel Aviv para colgar una hamaca.
