Café
Tmol Shilshom.
Yael Freidson
Una iniciativa para promover la conversación.

Un café de Jerusalem ofrece descuentos a quienes guarden sus teléfonos

Tmol Shilshom otorga una reducción del 10% en la factura a los clientes que acepten el desafío de dejar los smartphones en un casillero.

Ynet - Adaptado por Iñaki Landivar |
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Una cafetería de Jerusalem se ha embarcado en una nueva iniciativa para alentar a sus clientes a hablar entre ellos sin interrupciones de sus teléfonos.
En Tmol Shilshom ("Días pasados"), a los clientes se les ofrece un menú junto con una sugerencia de dejar sus teléfonos encerrados en un pequeño casillero durante la duración de su estadía. La llave se entrega junto con la cuenta.
Quienes aceptan el desafío reciben una reducción del 10% en su factura.
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Una iniciativa para promover la conversación.
(Yael Freidson)
El copropietario de la cafetería, David Erlich, afirma que quería ofrecer a sus clientes la oportunidad de pasar tiempo juntos sin interrupciones después de leer sobre tales lugares en el extranjero.
"Vi una publicación en la página de Facebook de un amigo y pensé que era una gran idea. Todos somos adictos a nuestros teléfonos hasta cierto punto, por lo que nuestro café está diciendo algo importante, llamando a nuestros clientes a disfrutar su tiempo aquí y dejar sus preocupaciones diarias en la puerta".
Los clientes Simona Mark y Danny Freudenberger, ambos de 22 años, acordaron guardar sus teléfonos. "Tuvimos nuestra primera cita aquí hace dos años y queríamos celebrar la ocasión", explica Simona.
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Simona y Danny en Tmol Shilshom.
(Shalom Shalev)
La pareja aceptó el desafío de disfrutar de la compañía del otro sin distracciones, pero admite que al principio no fue fácil. "Nuestra generación siempre está hablando por teléfono. Arruina una experiencia auténtica. Tenemos un amigo que es periodista y constantemente está enviando mensajes de texto en medio de conversaciones", explica Danny.
Siendo judíos observantes, la pareja está acostumbrada a estar separada de sus teléfonos en shabat, pero sostuvo que todavía era extraño hacerlo en una salida nocturna. "Danny se levantó para usar el baño e instintivamente quise alcanzar mi teléfono. Sin saber qué hacer, tomé uno de los libros guardados en los estantes de la cafetería y comencé a leer. Fue interesante y divertido", destaca Simona.
A pesar del descuento ofrecido, Simona y Danny son los únicos clientes que optaron por entregar sus teléfonos.
Mor y Lucy, sentados en una mesa cercana, insisten en que no pueden separarse de sus dispositivos. "Hoy estoy de guardia en el trabajo. Recibí una llamada esta mañana e ignoré muchas otras llamadas y mensajes de texto. Eso es suficiente para mí", afirma Mor.
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