Vista desde el aire, se hace más evidente la fragilidad de la humanidad tal como debía ser en Tierra Santa en siglos pasados. Antiguos monasterios al borde de precipicios, diminutos barcos de pesca en el Mar de Galilea, desiertos avanzando sobre los límites de las ciudades.
Para los fieles cristianos, el viaje bíblico y el legado de Jesús están escritos en piedra y monumentos a lo largo del paisaje, por encima de cualquier división política actual. Pero las pandemias, tanto actuales como antiguas, no saben de sistemas políticos y de creencias.
Durante un año, los lugares cristianos de Tierra Santa, al igual que los sitios sagrados del judaísmo y el islam, permanecieron sometidos a diversos grados de cierre e incluso carentes de peregrinos extranjeros.
Belén, el lugar de nacimiento de Jesús, fue la primera zona en Cisjordania que se vio obligada a cerrar justo antes de la Pascua del año pasado, impidiendo así el ingreso a la Iglesia de la Natividad. Otras iglesias le siguieron poco después, incluido el Santo Sepulcro de Jerusalem, construido sobre los sitios donde se cree que sucedió la crucifixión, el entierro y la resurrección de Jesús.
"La muerte acecha en todo el mundo", señaló un apesadumbrado administrador apostólico, el arzobispo Pierbattista Pizzaballa, hace un año atrás, el día del Viernes Santo. Poco cambió durante el 2020 y la navidad encontró a Pizzaballa, convertido ahora en Patriarca Latino de Jerusalem, todavía con imagen sombría durante su ingreso a Belén, empapado por la lluvia, para una celebración silenciosa frente a una pequeña congregación.
Pero pocos días antes de eso, el 19 de diciembre, Israel había lanzado una rápida campaña de vacunación contra el coronavirus que trajo de a poco la esperanza de un 2021 más libre. En los días que transcurrieron entre Navidad y Pascua, los fieles pudieron acudir en mayor número a los sitios sagrados.
En febrero, bajo el Monte de la Tentación, donde la tradición indica que Jesús fue tentado por el diablo, el sacerdote de Jericó, el padre Mario Hadchiti, expresó: "Tenemos grandes esperanzas como creyentes que viven en esta tierra santa, la tierra de los profetas y los santos, de superar la pandemia y volver a la normalidad".
Al comienzo de la Semana Santa, las enormes puertas medievales de la Iglesia del Santo Sepulcro se abrieron para recibir a la feligresía. En el mismo patio sur donde se lo había visto a Pizzaballa un año antes, salió esta vez un Patriarca Latino más optimista, acompañado de clérigos y fieles, para caminar al Monte de los Olivos en la tradicional Procesión del Domingo de Ramos.
"Tenemos esperanza de que las cosas mejoren", sostuvo Pizzaballa. “El mensaje de Pascua es de vida y de amor, a pesar de las señales de la muerte, del coronavirus, de la pandemia o de lo que sea, creemos en el poder del amor y de la vida”, concluyó.