Sinai
Monasterio de Santa Catalina
"Nunca me ha faltado nada en esta zona maravillosa"

Entre Yabel Al-Banat y Santa Catalina: la israelí en el sur del Sinaí

Montañas con cimas de distintos tonos rojizos, huertos con frutas por todas partes, piscinas naturales de agua en medio de la nada, y gente maravillosa y sencilla a la que le alegrará recibirlos en sus casas: el sur del Sinaí no es sólo un paraíso para los “adictos”, sino también un lugar extraordinario para caminatas y paseos de todo tipo entre las montañas. ¡Súmense a un viaje primigenio al desierto!

Naomi Goldberg - Adaptado por Beatriz Oberlander |
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Hay personas que aman las playas, el mar turquesa y la vida submarina. Pero yo amo las montañas. La primera vez que estuve en el Sinaí fue en el año 1978. Estaba en el colegio, y el viaje era un paseo de toda la clase. Desde entonces vuelvo allí cada pocos meses, y cada vez me siento más en casa en el sentido más profundo de la palabra. Cuando estoy allí, no tengo prisa para llegar a ningún lado, y no busco estar ocupada. Me entrego al paisaje primigenio, y dejo que éste me envuelva.
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"Nunca me ha faltado nada en esta zona maravillosa"
(Naomi Goldberg)
Ningún lugar en el mundo tiene la intensidad de la zona montañosa más elevada del Sinaí, que está al lado del monasterio de Santa Catalina. Es el monasterio más antiguo del mundo, y las cimas tienen una altura de 2.600 metros. Huertos verdes y llenos de frutas jugosas como uvas, higos, almendras, manzanas, albaricoques y membrillos. Piscinas naturales de agua, abundancia de agua pura y transparente que se extrae directamente de los pozos. Casas de la época bizantina, y sobre todo un paisaje genesíaco y un silencio infinito, realmente primigenio.
El Sinaí es en realidad una enorme pieza de cuarzo, la piedra que purifica y da energía al cuerpo y al alma. Y al caminar por sus senderos, el silencio y el poder del cuarzo penetran en nuestro cuerpo e intensifican todo lo que sentimos. En una época en que estaba triste y viajé al Sinaí, la melancolía se intensificó. En otra época en que estaba alegre, mi cuerpo estallaba de felicidad. Aquí todo sucede con una intensidad tan grande… Desde los millones de estrellas que llenan el cielo claro, pasando por la luna llena que se eleva detrás de las montañas al caer la tarde, hasta los cálidos rayos del sol que pintan el desierto con distintos tonos dorados.
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Peninsula del Sinaí
(shutterstock)
Para mí, el Sinaí es también Salem y su gente: su hermana Salma y su familia: su hermano, su esposa Salma, sus hijos y el nieto Murad. En la fiesta de Purim del año 2004 conocí a esta familia beduina perteneciente a la tribu Yebalia, que según la tradición llegó desde la zona de los Balcanes para trabajar en el monasterio de Santa Catalina e integrarse en el espacio musulmán-beduino. Desde entonces, Salem es la única persona en la que confío plenamente, al ciento por ciento, y junto a él camino entre las montañas.
En esa época yo estaba pasando por una crisis: me había separado de la familia que durante muchos años había sido para mí un hogar en el sentido más profundo de la palabra. Darme cuenta de que ese capítulo había terminado para mí me causó un enorme dolor, difícil de describir con palabras, y el Sinaí parecía entonces la solución perfecta. Tenía planes de ir a Yabel Um Shumer: una cima aislada del sur del Sinaí que es difícil escalar, y en la que había estado algunos años antes.
Cuando llegué a la zona de Santa Catalina, a la salida de Um Shumer y de otras montañas, me enteré de que el guía fijo que me había acompañado en los viajes anteriores por las montañas estaba ocupado, y me recomendó a Salem. Tuve miedo, claro que tuve miedo. Salir sola con alguien extraño durante cuatro días no era nada sencillo. Pero entonces lo miré bien, y había algo en los ojos de Salem que me hizo sentir que podía confiar en él. Acepté. Además, los almendros del huerto de Faradg, el “gran jefe” responsable de los guías beduinos y el que decide quién irá con quién, estaban en flor al máximo y consiguieron hacerme olvidar, al menos en forma pasajera, la tristeza y el duelo en los que estaba sumida.
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Salem vive en el desierto
(Naomi Goldberg)
Poco antes de ponernos en camino, Salem me explicó que ése era un año de sequía, por lo que teníamos que cargar una gran cantidad de agua hasta Um Shumer, lo que podría ser duro para mí. La verdad es que tenía razón: Yabel Um Shumer es la tercera montaña más alta del Sinaí, la mejor para escalar a pie y tiene una altura de 2.570 metros. Se la considera como uno de los recorridos más solitarios y remotos del sur del Sinaí, y a su alrededor se ven restos de construcciones de la época bizantina, que según se cree sirvieron en el pasado de residencia a monjes. “¿Y si vamos a Yábel al-Banat en lugar de ir a Um Shumer?”, propuso Salem. “Bueno”. Salimos al alba Salem, su hermana Salma, Adel el burro y yo en dirección a la montaña rojiza, que junto con la de Yábel Rajman forma la segunda cordillera en importancia de la península del Sinaí.
Las cimas rojizas de Yábel al-Banat destacan en el paisaje oscuro que las rodea. En el pasado esa montaña, próxima a la zona de Santa Catalina y a Yábel Um Shumer, se llamaba Yábel-Nafos. Pero con el paso de los años pasó a llamarse Yábel al-Banat, en homenaje a las jóvenes pastoras beduinas que eran las únicas capaces de llegar a la cima gracias a sus ágiles piernas. Cuenta la leyenda que los miembros de la tribu a la que pertenecían las hermosas pastoras habían decidido casarlas con hombres que las doblaban en edad. Las jóvenes se negaron, salieron a pastorear y decidieron no volver hasta después del día fijado para su boda. Cuando los miembros de la tribu se dieron cuenta de que las jóvenes y sus rebaños no regresaban del pastoreo, fueron a buscarlas y vieron que se dirigían a la montaña. Las jóvenes se negaron a sumarse a los miembros de la tribu, y subieron al risco empinado de la montaña. Cuando se dieron cuenta fr que los miembros de la tribu las seguían, saltaron de la montaña y se suicidaron. Desde entonces se dice que dos de las cimas puntiagudas de montaña, por su color rojizo, son los lugares desde los cuales las pastoras saltaron para encontrar la muerte.
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"Hubo veces en que me he preguntado cómo sería irme a vivir al desierto"
(shutterstock)
Salem, sus familiares y yo subimos a la cima de la montaña rojiza, desde la cual se puede ver hasta el mar Rojo. Allí, en esa cima hermosa, entré en un mundo de colores y de formas geométricas que desencadenaron un giro en mi trabajo como terapeuta por medio del Shiatsu (y no, salvo el aroma de los almendros que respiraba y me producía una enorme felicidad, no había ninguna otra cosa.)
Pasear por la montaña es bueno para todos, y no sólo para aquellos que suelen hacer caminatas. En todas las montañas hay pistas, y en éstas huertos y casas de piedra. Para los más aventureros de ustedes, existe la posibilidad de dormir al aire libre, bajo las estrellas. En los recorridos más turísticos hay colchones, mantas y grandes alfombras para quienes quieren dormir al aire libre. En todos los huertos hay servicios ecológicos, y las duchas generalmente se hacen con baldes de agua: caliente en invierno y helada en verano.
Cuando bajamos de la montaña, nos hospedamos en la casa de agricultores locales que se dedican al cultivo de opio. Y no son pocos en la zona. Allí, de una vieja radio a transistores salía una canción de Java Alberstein: “La voz de las montañas”, que curiosamente se integraba a la perfección con el ambiente que nos rodeaba.
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Todo aquí es más simple
(shutterstock)
Una sencillez que ya hemos olvidado
Después de ese viaje, fui al Sinaí más de cincuenta veces. Escalé otras montañas, entre ellas Musa, Basha, Catalina, Bab y otras. Viajé sola o con otras personas, e incluso di allí cursos de Zen-Shiatsu. Lo único fijo y permanente son Salem y su familia.
Muchos israelíes tienen miedo de viajar a la península del Sinaí, sobre todo por ideas erróneas sobre lo que de verdad sucede allí. Yo nunca he sentido miedo. ¿Por qué iba a tener miedo? La gente de la tribu de Yebalia está en el terreno todo el tiempo, cuidan a los turistas y se dedican a ganarse la vida, que depende principalmente del turismo. En la zona no hay nadie que no sea conocido. Y nadie puede pasar sin que lo noten por los lechos de los arroyos que se han secado. El grupo terrorista ISIS, considerado como la principal amenaza en el Sinaí, está en el norte. Y Santa Catalina se encuentra, como hemos dicho, en el sur, a una distancia de unos 500 kilómetros del norte de la península.
La gente de la tribu de Yebalia tiene tanta delicadeza, hermosura y dignidad… Estas características emocionan tanto, y una las ve allí todo el tiempo: cuando encienden la fogata, mientras preparan el pan de pita con una facilidad y una rapidez que asombran. Y también por la manera en que cargan los equipos sobre los camellos, e incluso por la forma en que los montan. Hacen todo con una sonrisa y una serenidad que nosotros ya hemos olvidado.
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"Muchas veces he sentido que vivo en dos mundos paralelos"
(Naomi Goldberg)
Se integran estupendamente en el hermoso desierto: toda la vida caminan entre las rocas, mueven el cuerpo como acróbatas cuando se apoyan en ellas. Por un lado, viven en la máxima sencillez, y por el otro en la máxima abundancia. Saben usar lo que les ofrece la naturaleza. Nunca me ha faltado nada en esta zona maravillosa.
Muchas veces he sentido que vivo en dos mundos paralelos: en mi casa en Israel y en el Sinaí. Y hubo veces en que me he preguntado cómo sería irme a vivir al desierto. Pero muy a mi pesar, enseguida me daba cuenta de que eso podía suponer un problema para Salem y su familia. En las épocas en las que solía viajar al Sinaí una vez al mes, la “mujabarat” (así llaman allí a los guardianes, una especie de policía) iba a la casa de Salem y le preguntaba quién era la mujer que iba allí tan a menudo. Cuando viajo al Sinaí, nunca me olvido de llevarle a Salem y su familia café Najla (con envoltorio verde o rojo). Les gusta con locura.
*Naomi Goldberg ha creado el método Iro Shiatsu, y trabaja como guía en el Sinaí.
-Tenemos que subrayar que el Comando de la Lucha Antiterrorista de Israel ha advertido seriamente que no conviene viajar al Sinaí. Eso se debe a las graves amenazas de actos terroristas contra turistas, en especial israelíes. El comando recomienda a todos los israelíes que se encuentran en la península del Sinaí que la abandonen de inmediato.
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