Como muchos rubros afectados por el coronavirus y el distanciamiento social, las fiestas sexuales y los salones de intercambios de parejas que se pusieron de moda en Tel Aviv cesaron sus actividades: además del cierre de los locales nocturnos también creció el miedo al contacto físico, la intimidad con desconocidos y el intercambio de fluidos en espacios cerrados.
Uno de los mayores productores de fiestas sexuales en Israel entendió que si quería mantener su negocio no tenía más remedio que mudarse al Zoom. Y su nombre no pasa desapercibido entre los israelíes: se trata de Gili Mossinson, ex basquetbolista profesional, que tras su retiro deportivo se mantuvo vigente en la arena pública: incursionó como músico, actor y participante de una versión israelí del reality show Gran Hermano.
Previo a la pandemia, además, Mossinson era el promotor de las “Fiestas de Amor de Gili”, un evento semanal en el que los asistentes podían desvestirse, conocer gente y desafiar los límites de la pasión. Hoy busca trasladar ese concepto a la virtualidad. “Si no fuera por el coronavirus no lo haría, pero la verdad es que funciona, hay personas que no venían a las fiestas pero desde sus casas se sienten más cómodos para participar”, afirma el hombre de 42 años.
Mossinson es el conductor de la fiesta. “Y también el director de cámaras”, agrega con una sonrisa cómplice. A cada evento asisten un DJ que pasa música y 50 usuarios que pagan 100 shekels la entrada (casi 30 dólares), que pueden ser una persona sola o dos. “Hay parejas de hombres, de mujeres, cada uno aporta lo suyo”, cuenta el productor que en 2016 anunció abiertamente su bisexualidad.
El hilo conductor de cada fiesta consiste en la animación de Mossinson y una serie de competencias sexuales. “Hay premios valiosos en juego y la gente que participa no tiene problemas en llegar lo más lejos posible para ganar”, cuenta.
Más allá de los juegos se crea un clima de libertad para que cada participante disfrute como quiera. “Se puede estar desnudo, erotizarse, erotizar a los demás, y por supuesto también mantener tu privacidad. La cámara debe estar encendida, pero algunos se disfrazan, usan máscaras y se puede jugar con la luz y el ángulo de la cámara”, refiere Mossinson.
Además, el promotor asegura que existen medidas estrictas para que no se filtren imágenes de cada fiesta. “Sacar fotos o filmar es una violación cuya pena puede ser de hasta un año de prisión y la policía no tendría problemas en encontrar al infractor, ya que tengo el número de teléfono de las 50 personas que ingresan al Zoom”, explica.
Mossinson relata que cada fiesta es una caja de sorpresas. “A veces la gente no se da cuenta que tiene el micrófono encendido y en medio del evento se escuchan reclamos hogareños por platos sucios”, relata entre carcajadas, aunque no necesariamente estos incidentes interrumpen el clima sexual de los presentes “Hay gente que tiene orgasmos en cámara, y otros que expresan sus orgasmos en la cámara literalmente”, completa.
