La mayoría de los padres primerizos se quejan de un aspecto en particular: la falta de sueño. Ahora sabemos que no están solos. Una reciente investigación del catedrático Gai Bloch, que llevó a cabo junto al Dr. Moshé Nagari y con otros colegas del Instituto de Ciencias de la Vida de la Universidad Hebrea de Jerusalem, demuestra que también las abejas renuncian hasta al 80 por ciento de sus horas de sueño cuando crían a su progenie en la colmena. El estudio se acaba de publicar en la revista Current Biology.
El acto de dormir es uno de los enigmas científicos más fascinantes y sin resolver. Mientras duerme, el ser vivo es vulnerable y está expuesto a ser devorado, y renuncia a actividades esenciales como encontrar alimentos y reproducirse. Aunque nosotros sentimos todos los días la necesidad de dormir, aún se desconoce por qué los seres humanos y animales necesitan dormir, y por qué hay diferencias tan grandes en lo que respecta a las horas de sueño de los diversos seres vivos, e incluso dentro de la misma especie.
En los últimos años se observó que también duermen los insectos y los seres invertebrados, como hacen los seres humanos y otros mamíferos. En las colonias de abejorros, las abejas “obreras” son las principales cuidadoras de la descendencia de la abeja reina, desde la fase del huevo, pasando por la larva y la cría, hasta que se convierten en abejas adultas.
A fin de verificar si ocuparse de la descendencia cambia la rutina de las abejas, los investigadores compararon abejas que crían a su descendencia con las que no lo hacen. Y lo hicieron grabando un video continuo de las actividades de las abejas en colonias, y con sistemas automáticos de monitoreo del comportamiento. El equipo estudió durante varios días seguidos la rutina de las abejas que crían a su progenie y la de las que no lo hacen.
De los datos que recogieron se comprobó que el cuidado de las larvas y las crías se hizo a cuenta de las horas de sueño de las abejas adultas. Aquellas que cuidaban a las larvas y a las crías durmieron hasta un 80 por ciento menos que sus hermanas que no lo hacían. Si bien cuidan a las larvas, las abejas no tienen necesidad de alimentar a las crías pero sí de incubar. Para ello, las abejas cuidadoras elevan la temperatura de su cuerpo y se “pegan” a las crías y a las larvas en un acto similar al abrazo. Además, la presencia de la cría hizo que las abejas cuidadoras dedicaran tiempo a mantener la colmena y a fabricar celdas de cera, de manera similar a las reinas que fundan una nueva colonia, de modo que no dedicaron todas las horas de sueño que perdieron solamente al cuidado.
Bloch explica: “Los datos que hemos recogido muestran que el cuidado de la progenie conlleva no sólo muchos cambios en el comportamiento, sino también fisiológicos. Esto incluye modificaciones en el reloj biológico y en la secreción de cera. De hecho, las abejas que cuidan a la descendencia de la reina tienen una fisiología ‘maternal’ pese a que ellas mismas no se reproducen. Lo que aún no sabemos es si la menor cantidad de horas de sueño de las abejas cuidadoras es perjudicial para su salud”.
Además, el equipo investigador descubrió que la sola presencia de tubérculos de los que se extrajo la cría fue suficiente para cambiar los hábitos de sueño y de trabajo de las cuidadoras. En presencia de tubérculos vacíos, las abejas durmieron significativamente menos que las que no cuidaban a su descendencia. Pero con el paso de los días, el efecto de los tubérculos disminuyó, y las horas de sueño acumulativo de las abejas aumentaron en forma gradual. Los investigadores sugieren que las crías que están dentro de los tubérculos segregan señales químicas cuya influencia sobre el sueño se redujo con el paso del tiempo.
Bloch sostiene que esta es la primera vez que se demuestra que insectos duermen menos debido al cuidado la progenie, pero agrega que no le sorprendería ver patrones similares en otros insectos sociales como las avispas o ciertas especies de hormigas.
“Aunque en el pasado la mayoría de los estudios sobre el sueño se centraron en la necesidad de dormir, y en los daños que causa la falta de descanso en un número reducido de animales de laboratorio (como ratones y ratas), nuestra investigación se suma a estudios recientes sobre pájaros, peces y mamíferos, que en su conjunto demuestran que los seres vivos en la naturaleza poseen una gran flexibilidad en el control del sueño, y que en determinadas condiciones pueden funcionar perfectamente bien aun durmiendo pocas horas”, concluye Bloch.