Depresión, ansiedad, soledad son, desafortunadamente, una parte integral de lo que significa ser un humano entrando en la tercera edad, y debe haber algún tipo de solución para estos fenómenos.
Los motivos detrás de la aparición de la depresión y la ansiedad en la tercera edad son muchos y han sido analizados. Entre estos se incluyen soledad debido al fallecimiento de gente cercana (pareja, amigos, etc) o el sentimiento de “pérdida de valor” tras la jubilación.
El desempleo, la inactividad, e imagen personal pobre también son factores importantes, y la cuestión clave es cómo enfrentar los síntomas que generan, cómo preparar a los jóvenes para el futuro, y cómo enfrentar el triste hecho de que Israel se encuentra en el segundo puesto a nivel mundial en tasa de suicidio de ancianos, después de Grecia.
Una solución siendo estudiada involucra medios digitales que apuntan a que los solitarios y deprimidos tengan mayor accesibilidad a su ambiente, como aplicaciones en los smartphones, o tecnologías que conectan a la persona a robots que funcionan como un ser humano.
Pero la gran pregunta que hay que hacerse es si estas medidas mecánicas, por avanzadas que sean, resuelven la necesidad de contacto humano. Los intentos de resolver esta cuestión son inconsistentes con la realidad de que el 70% del millón de ancianos en Israel no está familiarizado con las ideas de computarización, digitalización y electrónica que han transformado a nuestra sociedad.
Estas personas nacieron en otra era, y nunca se vieron expuestas a las posibilidades de usar un robot con aspecto humano, o de manejar una billetera digital desde su smartphone, o simplemente operar una computadora para conectarse con el mundo a su alrededor.
No todos los avances tecnológicos serán una solución. Lo que hace falta es un programa nacional centralizado que encuentre a los ancianos necesitados y, para tratar su soledad, los conecte con la comunidad.
Dr. Avi Bitzur
Jefe de Estudios de la Ancianidad en la Facultad de Beit Berl