Los acontecimientos del 7 de octubre tuvieron repercusiones de gran alcance, especialmente en la salud mental. En un estudio exhaustivo, realizado conjuntamente por el Prof. Dana Tzur Bitan, de la Universidad de Haifa; el Centro de Salud Mental Shalvata y el Prof. Yuval Neria, de la Universidad de Columbia, se investigó las repercusiones psicológicas de los incidentes del 7 de octubre, que afectaron a 420 israelíes de edad avanzada. La investigación, también exploró las estrategias que estos israelíes adoptaron para hacer frente a estos efectos.
El estudio reveló un notable aumento del consumo de sustancias adictivas, tras el inicio de la guerra. Una parte de los participantes, el 16%, indicó un aumento en el consumo de nicotina, mientras que el 10% notó un aumento en el consumo de alcohol y el 5,5% informó un aumento en el consumo de cannabis. El uso de medicamentos recetados, con potencial de adicción, también experimentó un aumento significativo: el consumo de tranquilizantes aumentó el 11%, el uso de pastillas para dormir, el 10%, y el uso de analgésicos, el 8%.
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El estudio reveló un notable aumento del consumo de sustancias adictivas tras el inicio de la guerra.
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Es fundamental tener en cuenta que estos hallazgos no necesariamente indican la aparición de un trastorno crónico o de largo plazo. Este aumento puede verse como una reacción psicológica inmediata a unos acontecimientos intensos y sin precedentes. Es común que la mayoría de las personas muestren una respuesta psicológica grave, después de un evento traumático, pero a menudo emplean mecanismos de afrontamiento internos y externos, lo que conduce a una mejora en su condición. Sin embargo, es vital ser conscientes de las posibles implicancias de esta mayor dependencia de sustancias con potencial adictivo.
¿Por qué algunas sustancias son adictivas?
Algunas sustancias pueden influir en nuestro cerebro, de tal manera que nos obliguen a seguir consumiéndolas. Pueden estimular sensaciones positivas e, incluso, desencadenar funciones cerebrales relacionadas con la recompensa, la motivación y la memoria, mejorando así la probabilidad de consumo recurrente. A corto plazo, estas sustancias también pueden disminuir emociones negativas como el estrés, la ansiedad y la depresión. El uso moderado de estas sustancias puede constituir parte de un espectro de experiencias saludables y estrategias de adaptación. Sin embargo, dicho uso podría potencialmente desviarse hacia un territorio insalubre, cuando se transforma en antojos incontrolables y comportamientos perjudiciales.
¿Qué es la adicción y cómo se controla?
La adicción representa, fundamentalmente, una pérdida de control sobre el uso de sustancias que alteran la conciencia, como el alcohol, las drogas y ciertos medicamentos recetados. Esta falta de control se manifiesta como un uso intenso y, a veces, no regulado, a pesar de la comprensión de los riesgos y daños potenciales, junto con un fuerte deseo y ansia por la sustancia. Además, una característica distintiva de la adicción es el daño físico, psicológico y funcional que resulta del consumo.
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Antes de que la adicción se desarrolle por completo, hay procesos incrementales de formación de dependencia de la sustancia adictiva.
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Normalmente, antes de que la adicción se desarrolle por completo, hay procesos incrementales de formación de dependencia a la sustancia adictiva. El primer tipo de dependencia es la física, que surge del uso constante, donde el organismo se adapta a la presencia de la sustancia, hasta el punto de requerirla para mantener el equilibrio físico. Esta necesidad se manifiesta en un fuerte anhelo, un poderoso deseo de consumir y un anhelo por los efectos de la sustancia. Cuando se forma dependencia física, la ausencia de la sustancia puede provocar el desarrollo de síntomas de abstinencia desagradables, como irritabilidad, sudoración y temblores.
El segundo tipo de dependencia es psicológica, en la que dependemos únicamente de la sustancia y "dependemos" de ella para sentirnos mejor (o ligeramente menos terribles) mentalmente. Por ejemplo, en estos tiempos de incertidumbre y ansiedad, el uso de sustancias adictivas puede ofrecer un alivio temporal de estos sentimientos. Sin embargo, es el potente efecto de estas sustancias lo que puede llevar a los individuos a abandonar otros mecanismos de afrontamiento, tanto externos (como amigos, familia, tratamiento mental) como internos (como la resiliencia, la fe, el optimismo), profundizando, así, su dependencia de ellos.
¿Qué factores de riesgo conducen a la adicción?
La mayoría de nosotros consumimos sustancias adictivas hasta cierto punto, ya sea nicotina, cafeína, alcohol o experimentos con cannabis y otras drogas, así como medicamentos recetados como tranquilizantes, analgésicos y pastillas para dormir. Ciertos individuos tienen una predisposición genética y rasgos de personalidad específicos que aumentan la probabilidad de desarrollar una adicción.
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La mayoría de nosotros consumimos sustancias adictivas hasta cierto punto.
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Además, los acontecimientos vitales desafiantes y traumáticos pueden desencadenar angustia emocional y el deseo de aliviar este malestar. En esos momentos, cuando encontramos que nuestros recursos naturales son insuficientes para aliviar los sentimientos difíciles, algunas personas recurren a sustancias para obtener un alivio inmediato.
Con el tiempo, la mayoría de nosotros logramos reducir nuestro uso y mantenerlo dentro de un rango normativo. Sin embargo, las personas que experimentan traumas y angustia intensos, para quienes los mecanismos de afrontamiento son inadecuados, pueden desarrollar dependencia y adicción.
Síntomas de una adicción:
Uso diario: si bien no es una indicación definitiva de un problema, ciertamente sugiere una dependencia que puede convertirse en adicción.
Mayor tolerancia a la sustancia y mayor uso: si hay un aumento en la cantidad de sustancia que consumo día a día y un aumento en la cantidad necesaria para lograr el efecto deseado, estos son signos adicionales de desarrollo de dependencia.
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Una casa de Kfar Aza destruida durante el ataque de Hamás del 7 de octubre.
(Alex Kolomoisky)
La sustancia se convierte en una operación que consume tiempo y dinero, a menudo oculta a los demás: cuando una persona invierte importantes recursos y esfuerzos en pensar en la droga, organizarse para obtenerla, consumirla y recuperarse de sus efectos, significa que tiene menos recursos disponibles para su vida, familia y desafíos diarios.
Funcionamiento deteriorado: este es un indicador importante para reconocer la adicción. Es importante comprobar si el consumo de sustancias me hace estar menos presente en mi vida diaria, tanto física como emocionalmente, y menos capaz de realizar tareas en el trabajo, los estudios y el hogar. Si algo en mí se vuelve distante y desconectado, es posible que haya cruzado la delgada línea entre el uso normativo y un problema.
Cuando una persona invierte importantes recursos y esfuerzos en pensar en la droga, organizarse para obtenerla, consumirla y recuperarse de sus efectos, significa que tiene menos recursos disponibles para su vida, familia y desafíos diarios.
Somos conscientes del daño; ¿por qué seguir usándola, entonces?
Los efectos de las sustancias sobre la conciencia son fuertes y de acción rápida. Dentro de una realidad tan compleja, triste y estresante, tienen un poder significativo para cambiar cómo se sienten las personas, llevándolas a aferrarse al uso como mecanismo de afrontamiento.
Buscamos refugio para navegar en el difícil y desafiante día a día; además, el potente impacto de las sustancias en el cerebro nos dificulta pensar racionalmente y reconocer el potencial de un problema.
¿Qué podemos hacer si sentimos que estamos perdiendo el control?
En primer lugar, compártelo con alguien en quien confíes y no lo pases solo. A veces es posible reunir fuerzas e iniciar una reducción o cese del consumo de sustancias para que no sea diario.
Es recomendable buscar salidas alternativas a las necesidades emocionales, como hablar con un amigo, salir a caminar, escuchar música, orar o buscar terapia psicológica. Hay profesionales y grupos de apoyo disponibles hoy, para ayudar a quienes sufren de adicción.
Buscamos refugio para navegar en el difícil y desafiante día a día; además, el potente impacto de las sustancias en el cerebro nos dificulta pensar racionalmente y reconocer el potencial de un problema.
Además, se puede intentar reducir la disponibilidad de estas sustancias, eliminarlas del hogar y esforzarse, en la medida de lo posible, por minimizar la exposición a lugares donde estas sustancias sean accesibles. Vale la pena hacer un esfuerzo para garantizar que el consumo de sustancias se produzca sólo en situaciones sociales y no solo.
En los casos de medicamentos recetados, es importante compartir con el médico cualquier inquietud sobre el aumento de las dosis. En algunos casos, es posible que existan medicamentos alternativos no adictivos disponibles.
Si nota que alguien cercano a usted está desarrollando patrones preocupantes de uso de sustancias o medicamentos adictivos, es importante expresar preocupación y preguntarle si también está preocupado y ofrecerle ayuda. Podría preguntar, por ejemplo, "¿Qué puedo hacer para ayudarle a reducir o dejar de consumir?"
¿Qué no hacer? No culpes, critiques ni afirmes que "si quisieras, podrías parar". Es importante reconocer que enfrentar la adicción es un desafío importante. Para el adicto se trata de un delicado equilibrio entre el deseo de seguir usando la sustancia por el alivio que proporciona y el reconocimiento del daño que causa. Una postura crítica por parte de un observador puede alejar a la persona y hacer que se arraigue más en su uso dañino.
Dr. Daniel Feingold. Psicólogo de rehabilitación, director del Programa de Psicología de Rehabilitación del Achva Academic College.
