Arie Even tenía 88 años y fue la primera víctima de coronavirus en Israel.

La historia de Arie Even. quién fue la primera víctima de coronavirus de Israel

Era sobreviviente del Holocausto. Sus familiares lo describen como un hombre de buen gusto que se enorgullecía de su cocina húngara, pero también era un trabajador duro y un humanista modesto que simpatizaba con los más débiles de la sociedad.

Associated Press – Adaptado por Alejo Sanzo |
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Cuando era niño en Hungría, Arie Even sobrevivió al Holocausto al refugiarse junto con su madre y su hermano luego de que su padre fuera enviado a un campo de concentración.
El bien conectado abuelo de Even les encontró refugio en una casa protegida por suizos en Budapest antes de ser trasladados a otro refugio, al amparo de la noche, gracias a la embajada sueca y los esfuerzos del famoso diplomático Raoul Wallenberg, que salvó a decenas de miles de judíos antes de desaparecer misteriosamente. Al día siguiente, el abuelo de Even fue asesinado a tiros y su cuerpo fue arrojado al río Danubio.
Even superó múltiples ataques cardíacos, cirugías e incluso un roce con una epidemia de cólera durante una visita familiar a España. Pero no pudo escapar de la ira de la pandemia mundial de coronavirus que azota al mundo.
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Arie Even tenía 88 años y fue la primera víctima de coronavirus en Israel
Arie Even tenía 88 años y fue la primera víctima de coronavirus en Israel
Arie Even tenía 88 años y fue la primera víctima de coronavirus en Israel.
El 20 de marzo, el hombre de 88 años se convirtió en la primera víctima mortal de coronavirus de Israel luego de que un trabajador social lo infectara en un centro de asistencia de Jerusalem.
A pesar de construir una próspera familia propia en Israel, con cuatro hijos, 18 nietos y un bisnieto, Even murió solo. Sus seres queridos se vieron obligados a mantenerse alejados debido al virus infeccioso y tuvieron que despedirse por teléfono.
De acuerdo con la práctica judía de enterrar a los muertos rápidamente, su funeral se llevó a cabo al día siguiente.
Con Israel en cuarentena, su familia también se vio privada de una sesión adecuada de shiva, la tradicional semana judía de duelo en la que las familias suelen mantener sus casas abiertas para los familiares y conocidos que se congregan con el objetivo de expresar sus condolencias.
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La procesión de Arie Even cuando era llevado a su lugar de descanso final
La procesión de Arie Even cuando era llevado a su lugar de descanso final
La procesión de Arie Even cuando era llevado a su lugar de descanso final.
(Amit Shabi)
"Era un hombre fuerte y superó las dificultades del Holocausto" mencionó su hija de 57 años, Yael, y expresó su frustración por cómo él y otros en la casa de retiro estuvieron expuestos al patógeno. "Vivió una vida plena. Es una pena que tuviera que irse de esta forma".
Nació como George Steiner en una familia judía húngara acomodada de quien heredó un amor de toda la vida por el cine, los libros y la música clásica.
Sin embargo, ambas vidas fueron dañadas por el gobierno nazi. Su padre fue enviado al campo de concentración de Mauthausen en 1941. Cuando Alemania ocupó Hungría en 1944, Even, su madre y su hermano tuvieron que esconderse durante casi un año, a veces en fardos de heno y en bodegas subterráneas.
Después de la guerra, a los 17 años, emigró a Israel, se instaló en un kibutz y luego fue reclutado en el ejército como técnico de aviación. Sus padres, que también sobrevivieron a la guerra, huyeron de Hungría después de la invasión soviética en 1956 y se unieron a él en Israel.
Su esposa, Yona, un pariente lejano del presidente Reuven Rivlin, falleció en 2012. Ella era una diplomática de carrera y la siguió a India, Japón, Alemania, Francia y otros lugares mientras mantenía su propio trabajo como oficial de aduanas.
Cuando era más grande, comenzó a hablar sobre sus experiencias de guerra, grabando testimonios en video para el memorial del Holocausto Yad. Recordó el día en que Budapest fue liberada por las tropas rusas que arrojaban hogazas de pan de sus camiones.
"Desde entonces, simpatizo con los rusos", afirmó con una sonrisa.
Su hija Ofra, de 50 años, sostuvo que era un hombre de buen gusto que se enorgullecía de su cocina húngara, pero que también era un trabajador duro y un humanista modesto que simpatizaba con los más débiles de la sociedad. Sus últimos años los pasó socializando con compañeros jubilados y descansando en su habitación privada, leyendo libros históricos de la Segunda Guerra Mundial y escuchando su amada música clásica.
El mayor de sus cuatro hijos, Yaacov, de 62 años, lo describió como un "elegante" caballero que estudió latín y soñó con ser médico. Comentó que su padre estuvo lúcido hasta el final, deambulando con un bastón y pidiéndo a sus hijos que renuncien a celebrar su reciente cumpleaños, para, en cambio, planear una fiesta más grande en sus 90 años.
"¿Quién sabe cuánto tiempo le quedaba? ¿Una semana? ¿Un año? ¿Cinco años? Sea lo que sea, se siente como un desperdicio perderlo ahora", mencionó. “Se siente como si hubiera muerto antes de tiempo".
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