El 7 de octubre de 2018 los israelíes Ziv Hajabi (34) y Kim Yehezkel-Levengrund fueron asesinados a tiros por un terrorista palestino que se infiltró en una oficina de la zona industrail de Barkan, una comunidad judía del oeste de Cisjordania.
El responsable fue Ashraf Nalawa, quien disparó con una ametralladora dentro del edificio de la empresa Alon y tras el ataque huyó de la escena. Dos meses después el terrorista murió tras un tiroteo con las fuerzas de seguridad en un campo de refugiados de Nablus. Y exactamente dos años después los hermanos de las víctimas relataron en Ynet cómo atraviesan sus duelos.
Natali, viuda de Ziv, contó que “en los primeros días el dolor era irracional e insoportable” y asegura que la pérdida está lejos de superarse: “El tiempo no sana, la ausencia es muy grande y permanente, en cada evento alegre o triste”.
“El primer año fue muy difícil y en el segundo con los niños de a poco nos adaptamos, logramos vivir, pero hay momentos que no son sencillos. Días como este, cuando recordamos dónde estábamos hace dos años y cómo fue el momento en que me enteré lo que ocurrió, o jornadas especiales como los cumpleaños de los hijos o cuando el mayor comenzó primer grado... Son momentos especialmente dolorosos”, agregó Natali.
Respecto a la forma en que murió su esposo, la mujer aseguró que no la invade la ira ya que “no me llevaría a ninguna parte” y sus esfuerzos se concentran en la memoria de la vida de Ziv. “Era un hombre de una generosidad ilimitada y me concentro en esos pensamientos, eso me fortalece”, relata.
Por su parte Shahar, hermano de Kim, definió a la mañana del 7 de octubre de 2018 como “un momento horrible que cambió mi vida para siempre” y recordó la última conversación con la mujer asesinada: “Nos dijimos ´buenas noches, hablamos mañana´, pero esa mañana nunca llegó y no hablamos más”, lamentó en una carta difundida en sus redes sociales.
“Cuando me enteré que hubo un atentado en la zona industrial de Barkan te llamé y ya no me respondiste. Insistí varias veces, mi cabeza sabía que no atenderías pero mi corazón se negaba a creer”, lamentó compungido.