Nuevos documentos revelan que uno de los principales miembros de la Gestapo nazi, a quien se le confió la deportación de decenas de miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, nunca fue detenido, e incluso trabajó para los servicios de inteligencia de Alemania Occidental y Estados Unidos, que actuaron para ocultar su participación en los crímenes de guerra nazis. Según el periodista israelí Ronen Bergman, quien reveló los documentos a The New York Times, el funcionario nazi Franz Josef Huber pasó el resto de su vida con su nombre real y vivió en su ciudad natal, Múnich, con su familia, a diferencia de los nazis de alto rango que huyeron a diferentes países del mundo y cambiaron de identidad.
Los documentos de inteligencia estadounidenses muestran que aunque Huber también era buscado en Austria por crímenes de guerra, ayudó a los estadounidenses y a los alemanes a reclutar agentes en el bloque soviético. The New York Times informó que después de la conquista de Austria, Huber dirigió la Gestapo en la capital, Viena, y deportó a los judíos a los campos de concentración y exterminio. Trabajó en estrecha colaboración con Adolf Eichmann, quien fue capturado, juzgado y ejecutado en Israel. La CIA y el Servicio Federal de Inteligencia alemán (BND) se negaron a comentar sobre las revelaciones.
En 1945 fue arrestado por las fuerzas estadounidenses. En mayo de 1947, un investigador de Estados Unidos escribió que Huber "realizó su trabajo de manera imparcial, sin prejuicios, racismo o política". Y agregó que "Huber no era un partidario de la ideología nazi" y que "es completamente creíble". En 1948 fue liberado de prisión.
Un memorando de la CIA de 1953 destacó la renuencia estadounidense a confiar en un nazi de alto rango, pero señaló que, según la información disponible en la agencia de inteligencia, Huber podría ayudar. La inteligencia alemana empleó a Huber durante casi una década y le proporcionó una coartada hasta que decidió dejar de trabajar con él debido a su pasado. En 1964 se resolvió poner fin a su relación laboral con Huber por temor a que se revelara su pasado, pero como no había razones suficientes para despedirlo ya que él nunca había ocultado su trabajo al servicio de los nazis, se le otorgaron vacaciones pagas y se jubiló a los 65 años. Hasta su muerte a los 73 años, vivió de la pensión del gobierno por su servicio público.
El historiador alemán Stefan Meining, quién realizó una serie documental sobre Huber, dijo que "sabían que él no era un pequeño asesino de la Gestapo, sino también un oficial de las SS que estaba en los círculos superiores de los nazis y fue responsable de las muertes de decenas de miles de judíos y disidentes". El historiador en jefe del servicio de inteligencia alemán, Bodo Hechelhammer, agregó que el interés por reclutar agentes con una agenda anticomunista a menudo conducía a los nazis.
El profesor Shlomo Shapiro, de la Universidad de Bar Ilan, quien investigó la interacción entre los nazis y los servicios de inteligencia occidentales, señaló que "esos servicios de inteligencia tuvieron dificultades para reclutar conexiones anticomunistas creíbles y no investigaron de cerca el pasado de las personas que trabajaban para ellos". Y añadió: "Muchos ex altos funcionarios nazis, se aprovecharon de la nueva amenaza comunista para asegurarse tanto la inmunidad frente a los juicios por crímenes de guerra como los respetables salarios de las agencias de inteligencia de Estados Unidos y Alemania Occidental".