Una noche, Samantha Zerin volvió a su casa después de su clase de Yiddish sabiendo que su vida estaba a punto de cambiar: pocos minutos después, las 775 familias que asisten al templo Emanuel de Rhode Island, Estados Unidos, recibirían un mensaje que sorprendería a muchas de las personas con las que se relacionaba frecuentemente desde hacía tres años.
“Este ha sido un viaje para los dos, lleno de introspección, aprendizaje y crecimiento. Nos hemos dado cuenta de que, aunque Sam fue criada como niño, en realidad es una mujer y está lista para comenzar a vivir públicamente como tal”, indica un fragmento del correo electrónico dirigido a la congregación, firmado por Samantha y su esposa Rachel, una de las rabinas de la comunidad de corriente conservadora.
Ese texto fue la culminación de un proceso de años en su vida y lo define prácticamente como un renacimiento. Y también fue un momento inédito para la comunidad judía estadounidense: Samantha había investigado si existían otros cónyuges de rabinos que hubieran hecho una transición similar. No pudo encontrar a nadie.
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"Aunque Sam fue criada como niño, en realidad es una mujer y está lista para comenzar a vivir públicamente como tal”, contaron Samantha y Rachel ante la comunidad Emanuel.
(Gentileza)
“La pareja de una rabina es una figura muy pública, todos en la comunidad me conocen, hay ojos en todas partes”, cuenta Samantha sobre los motivos de contar públicamente su situación, después de un tiempo en el que ya se identificaba como transgénero dentro de su familia y en su entorno de amigos más cercano.
Shuly Rubin Schwartz, historiador del Seminario Teológico Judío, explica que “tradicionalmente las esposas de los rabinos no eran sólo quienes cocinaban en shabat o cenas festivas, sino las encargadas de dar clases y ofrecer consejos a las mujeres de la comunidad. Y en el mundo no ortodoxo, en el que personas de todos los géneros hoy pueden convertirse en rabinos, realmente los cónyuges de rabinos suelen ocupar roles de alto perfil en las comunidades judías”.
Por eso Samantha decidió que su proceso de presentación debía ser cuidadoso. Por un lado, sabía que la aceptación de las personas transgénero fuera del mundo ortodoxo tiende a generalizarse. Pero por otro lado entendía que su transición dejaba de ser un asunto privado debido al papel de su familia en la comunidad. “Mi transformación significó que una de los rabinas de la comunidad de repente estuviera casada con una mujer, y eso podía ser un gran problema”, refirió sobre los desafíos que implicaba este sinceramiento en sociedad. “Como familia rabínica la línea entre lo público y lo privado a veces es borrosa”, agrega Rachel.
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Antes y después: Samantha decidió publicar una foto que grafica su transformación.
(Gentileza)
El renacer de Samantha tardó años en concretarse. Nunca se sintió atraída por lo típicamente masculino. “Durante mi vida todo lo que dije, hice o escribí estuvo acompañado del temor de ser percibida como demasiado femenina", contó. Y fue recién hace dos años y medio cuando empezó a cuestionar seriamente su género. Hasta ese momento asociaba a las mujeres trans con estereotipos, “personajes de películas que se disfrazaban en secreto, de los que se espera que despierten risas y burlas”. Pero conoció a un psicólogo especializado en identidad de género y tras la primera sesión sintió una transformación: “Me permitió admitir aquello a lo que le tenía tanto miedo”, relató.
El apoyo de su esposa fue inmediato, pero enviar ese mail le llevó siete meses y varias conversaciones con el liderazgo de la comunidad. En ese tiempo de preparación Samantha se creó una cuenta de Twitter y un blog en el que escribía bajo un seudónimo femenino, Shuli Elisheva, sobre las luchas internas con su género.
Allí pudo encontrar una comunidad de mujeres transgénero judías y expresarse, desde el anonimato, sin preocupaciones sobre cómo sería percibida por su comunidad. Pero sus miedos no se cristalizaron: su mensaje fue bien recibido. "Si hay alguna forma en que podemos apoyarte, y que aún no estamos al tanto, házmelo saber. Nos vemos en Shabat", le escribió un miembro en una publicación de Facebook que generó cientos de repercusiones, todas positivas.
“Realmente no hubo ningún problema, creo que todos los temores fueron creados por nosotras mismas, y el período previo fue mucho peor que el momento de la revelación pública”, refirió Rachel. “Al menos en nuestro caso”, aclaró, agradecida por el apoyo de diferentes comunidades, entre ellas una sinagoga ortodoxa.
Michael Fel, también rabino de Emanuel, asegura que la transición de Samantha impulsó a que la sinagoga se vuelva más inclusiva. Al mismo tiempo considera que dentro de la comunidad previamente había un clima receptivo que facilitó la aceptación. “Durante años intentamos ser un lugar abierto y que acepta a todos, así que creo que la comunidad estaba preparada para su anuncio, no creo que haya sido un desafío colectivo grande”, aseveró.
"Si lo hubiera sabido antes, quién sabe, podría haber hecho la transición hace 20 años. Pero nunca supe que era una posibilidad, ¿y cómo se puede desear algo que no sabemos que existe?”, completó Samantha, quien con su historia busca inspirar a personas que atraviesan situaciones similares. Incluidas, tal vez, otras parejas de rabinos o rabinas.