Bronson en Singapur, durante uno de sus tantos viajes.
Bronson en Singapur, durante uno de sus tantos viajes.
Cortesía
Nació en Seattle, Washington, pero antes de cumplir un año fue abandonado por sus padres y debió mudarse a Sinaloa.

El fotógrafo judío que llegó a EE.UU. sin hablar inglés y hoy se codea con estrellas de Hollywood

Troy Bronson y una historia de superación: creció en Sinaloa, México, llegó a dormir en la calle y terminó recorriendo el mundo junto a su cámara. "Mi identidad judía fue borrada y ahora quiero recuperarla", cuenta sobre su relación con Israel y la religión. Entrevista exclusiva de Ynet Español.

Juan Martín Fernández |
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La historia de Troy Bronson podría haber sido una más. El destino lo llevó a ser uno de los tantos millones que al año escapan de su país para ir en busca de mejores oportunidades en el exterior. Pero él decidió ir más allá. Este joven fotógrafo judío, criado en Sinaloa, México, hizo de su vida un ejemplo de superación y esfuerzo: llegó a los Estados Unidos sin dinero ni saber hablar inglés y ahora se codea con los mejores directores de cine de Hollywood y recorre el mundo.
Nació en Seattle, Washington, pero antes de cumplir un año fue abandonado por sus padres y debió mudarse a Sinaloa, donde fue criado por su abuela. Allí tuvo una infancia difícil: “Fue muy obsoleto, no tengo muchas palabras al respecto. Crecí muy pobre, pero mi abuela siempre se encargó de darme lo que necesitaba”, cuenta Bronson en exclusiva para Ynet Español.
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Nació en Seattle, Washington, pero antes de cumplir un año fue abandonado por sus padres y debió mudarse a Sinaloa.
Nació en Seattle, Washington, pero antes de cumplir un año fue abandonado por sus padres y debió mudarse a Sinaloa.
Nació en Seattle, Washington, pero antes de cumplir un año fue abandonado por sus padres y debió mudarse a Sinaloa.
(Cortesía)
Cuando tenía tan solo 10 años, le regalaron su primera cámara a rollo. Con ésta comenzó a capturar todo lo que se le cruzaba y a enamorarse de la magia de la fotografía. Al ver su temprana habilidad para retratar momentos, algunos familiares lo contrataron para fiestas y cumpleaños.
“Todo lo que sé de fotografía lo aprendí solo. Nunca fui a una escuela, creo que es un desperdicio de tiempo. Solo hace falta salir a la calle y experimentar los distintos modos de la cámara”, asegura Troy, con su notoria tonada mexicana. Y agrega: “El lado creativo no se aprende en ningún instituto”.
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Foto tomada por Troy Bronson de un atardecer en California.
Foto tomada por Troy Bronson de un atardecer en California.
Foto tomada por Troy Bronson de un atardecer en California.
(Cortesía)
Al cumplir 19 años, cansado de la vida en Sinaloa (plagada de sicarios, carteles y muertes a diario), Bronson tomó una de las decisiones más importantes de su vida: abandonó México y se dirigió hacia los Estados Unidos, tras sus sueños. Primero se fue a California y luego a su lugar de origen, el estado de Washington (al noroeste del país, sobre el Pacífico).
-¿Cómo fueron los primeros tiempos de esa nueva vida que decidiste encarar?
-Al principio fue muy duro. Prácticamente no tenía dinero y casi no hablaba inglés, ya que en Sinaloa no había tenido la oportunidad de estudiarlo. Durante los primeros meses, hasta que conseguí mis primeros trabajos como lavaplatos y limpiando casas, llegué a dormir en la calle. Luego de un tiempo, entré en Burger King, donde me pusieron en la caja registradora. Allí, comencé a amigarme con el inglés y, en menos de ochos meses, ya lo hablaba fluido.
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Bronson en Singapur, durante uno de sus tantos viajes.
Bronson en Singapur, durante uno de sus tantos viajes.
Bronson en Singapur, durante uno de sus tantos viajes.
(Cortesía)
-Y una vez adquirido el idioma pudiste iniciar tus estudios…
-Claro, luego de una buena cantidad de años, de a poco comencé a juntar dinero y pude iniciar una especialización sobre medios en un colegio comunitario de California. Allí, comencé a conocer a diferentes directores de cine, quienes se interesaron en mis fotografías y me ofrecieron trabajo como locador de cortos para producciones cinematográficas y cortometrajes (la persona que se encarga de leer el guion y buscar el lugar más indicado para llevar a cabo la escena). Esta labor me permitió recorrer el mundo, al punto de llegar a conocer 34 países.
-¿Cuál fue la producción que más te marcó?
-Sin dudas la vez que tuve la oportunidad de trabajar con Bastien Dubois (prestigioso cineasta nominado al Oscar y que filmó la película Madagascar). Hicimos un corto animado en una capilla de Sinaloa. Ver cómo mis fotos se movían como caricaturas se sintió muy bien, fue como si cobraran vida.
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Troy Bronson en Haifa, Israel.
Troy Bronson en Haifa, Israel.
Troy Bronson en Haifa, Israel.
(Cortesía)
-Entre tantos viajes conociste Israel, ¿se sintió especial por tu condición de judío?
-Sí, el año pasado tuve la oportunidad de conocer Israel. Pero no fue por trabajo, sino por placer. Quería interiorizarme sobre su historia, reconectarme con mis raíces, de las cuales no sabía mucho. Estuve en Jerusalem, Tel Aviv, Haifa, Netanya. Fui del norte al sur, pude acercarme a las fronteras con Líbano y Gaza. Accedí al sistema militar, me familiaricé con los ataques. La verdad que me conmovió, conocí a muchas personas que perdieron seres queridos. También, quedé sorprendido con su economía, la manera en la que se manejan las autoridades, cómo ejecutan sus leyes, lo estrictos que son y la ética y el profesionalismo de los israelíes en general. Fue una experiencia increíble, sin dudas está dentro del top 3 de los países que he tenido la oportunidad de visitar.
-¿Te motivó a reconectarte con el judaísmo?
-Sí, mi papa, que me abandonó, es judío. Y si bien de chico no practiqué ninguna religión (en Sinaloa la comunidad era inexistente), siempre supe que era judío. Pero sin lugar a dudas conocer Israel fue una motivación especial, tuve la oportunidad de presentarme ante un rabino y me ayudó a volver a conectarme con la religión. Aún me siento distanciado, aunque estoy interiorizándome cada vez más. Siento que, de alguna manera, mi identidad judía fue borrada y ahora quiero recuperarla. Semanalmente asisto a una escuela junto a otros judíos, donde hablamos de muchos temas y estudiamos al respecto.
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