Air Force F-35 Lightning II. avión de la Fuerza Aérea israelí
Air Force F-35 Lightning II. avión de la Fuerza Aérea israelí
AFP
El teniente coronel, orgullo de la comunidad

“Mi objetivo era ser piloto de aviación, no el primer aviador druso”

Dificultades de idioma, diferencias culturales, el ingreso al IDF, su etapa de voluntariado y la decisión de postergar todo durante un año. El teniente G., el primer aviador druso, le contó a Ynet los motivos del orgullo por el camino recorrido.

Ynet |
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Si hubiera sido por el teniente G., el primer druso aviador de la fuerza aérea, la entrevista nunca se hubiera hecho ya que fue criado en una familia humilde, que hubiera preferido quedarse en las sombras. Pero desde que a principio de año Ynet publicó su historia, G. se convirtió en una minicelebridad para su comunidad. “Mi objetivo no era ser el primer aviador druso, sino ser piloto de la Fuerza Aérea. A medida que iba superando etapas del curso decidí no contarle nada a nadie. No es algo interesante”, le dijo a Ynet. “Cada uno debe tener su propio proceso. Detrás mío vendrán otras personas y yo tendré que ayudarlos, me van a hacer consultas y yo debo estar a disposición de ellos”. -¿Qué te pasó por la cabeza cuando viste tu historia en los medios? -Un poco me sentí presionado, en general no me gusta esta exposición. Pero si así son las cosas creo que también tengo que llegar a escuelas y movimientos juveniles, allí sí realmente puedo aportar mi grano de arena y ayudar. En los últimos meses hubo muchas expectativas puestas en mí, fue un peso. Aunque al final entiendo que la gente se siente orgullosa de mi y eso me alegra. Ahora todos pueden decir lo que quieran que ya no me incomoda. Aunque no le cause mucha gracia, durante la entrevista es muy desenvuelto para alguien que nació hace 22 años en un pequeño pueblo del norte. Allí vivió y respiró naturaleza, paseó mucho por los arroyos de la zona de su casa, fue voluntario en una organización para chicos en dificultades, representó a Israel en diferentes campamentos fuera del país, se hizo fanático de deportes extremos y fundó un centro scout en su localidad. También se destacó en el prestigioso colegio secundario en el que estudió y ya desde chico, rodeado de una familia que siempre trabajó en el área de seguridad, se crió en un contexto de amor al país. Es el estereotipo de un piloto de la Fuerza Aérea, aunque para G. fue todo más difícil.
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El teniente coronel, orgullo de la comunidad
El teniente coronel, orgullo de la comunidad
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(Roy Idan)
Mientras intentaba ingresar, después de haber pasado por una selección rigurosa, sintió las diferencias: “La dificultad más grande que tuve fue la del idioma. Hasta los 18 años no me relacioné mucho con el pueblo judío y su cultura. Mi lengua madre y la que se hablaba en mi casa era el árabe. En la escuela me pasaba que tenían que explicarme algunas palabras. En mi formación militar fue algo que me pesó y bajó mi autoestima. Traté de compensar esa dificultad con un alto rendimiento físico, entrené todos los días antes de empezar la capacitación, y eso me ayudó a ser escuchado cuando hablaba. Además no fui egoísta ni busqué terminar siempre primero”. Aún así, pese a superar barreras y aprobar el ingreso, decidió cancelar todo. “Después del ingreso entendí que no era lo suficientemente maduro para iniciar el curso”, explica sobre ese comienzo que, en muchos sentidos, determinó su suerte durante los años posteriores. “Suspendí todo durante un año para sumar experiencias. Busqué qué podía hacer, pensé en mudarme a Tel Aviv o integrarme a un marco con judíos para conectar mejor con la cultura. Al final me inscribí en un curso preparatorio del ejército junto con judíos ortodoxos y seculares. Me sirvió mucho, me ayudó con el idioma y a fortalecer mi carácter. Allí encontré respuestas a preguntas como ´¿por qué voy a ingresar al IDF y servir al país?´” En el marco del curso preparatorio G. también fue voluntario y acompañó a un anciano, con quien mantuvo reuniones semanales. “Recuerdo que una vez el anciano no se sentía bien. Me llamó, dejé todo, fui a buscarlo, nos sentamos en una cafetería, no estuvo de acuerdo en que yo pagara y compró medialunas para los dos. Tenía una sonrisa enorme y me hizo bien al corazón. Me hubiera gustado que fuera a la ceremonia y se enorgulleciera de mí, pero falleció medio año antes”.
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Benjamin Netanyahu y Mowafaq Tarif, lider espiritual de la comunidad drusa de Israel
Benjamin Netanyahu y Mowafaq Tarif, lider espiritual de la comunidad drusa de Israel
Benjamin Netanyahu y Mowafaq Tarif, lider espiritual de la comunidad drusa de Israel
(Ariel Hermoni, Ministerio de Defensa Israeli)
También eligió acompañar y asistir, a través de la institución Mesila, a un niño eritreo de 7 años con problemas de adaptación. Con él G. completó un proceso educativo: “Al principio fue muy difícil, se lo veía muy perturbado. Tenía la costumbre de tirar al suelo los envoltorios de las golosinas y siempre se lo señalaba. A fin de año, antes de la separación, compré un chocolate y tiré el papel al piso a propósito. Él se acercó, lo levantó y lo tiró a la basura mientras me regañaba. Eso me sacó una sonrisa”. Para G. el amor por la aviación comenzó desde muy chico pero se consolidó en una visita con su escuela secundaria al Museo de la Fuerza Aérea de Jatzerim, cerca de la base en la que luego entrenaría para convertirse en piloto. “Me acuerdo esa emoción”, describe con ojos brillosos. “Vi un avión, me subí y le pedí a mis amigos que me sacaran fotos”.
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F-15 Eagle. avión de la Fuerza Aérea israelí
F-15 Eagle. avión de la Fuerza Aérea israelí
F-15 Eagle. avión de la Fuerza Aérea israelí
(AFP)
Alto pero cerca “Me gusta volar a baja altura, estar cerca de la tierra”, explica. “Una vez durante el curso logré aterrizar en un punto que me gustaba y habíamos fijado de antemano. Paramos a tomar un café, mantuvimos algunas conversaciones profundas en medio del desierto y nos fuimos. En uno de los vuelos con el instructor sobrevolamos un sitio natural en el norte en el que durante mi adolescencia hacía rappel. Eso hizo que cerrar un ciclo”. G. acumuló elogios durante el curso, ya sea de sus guías como de sus oficiales superiores. También de un experimentado navegante druso, el teniente coronel A. Pero fundamentalmente de su familia. Una vez que el comandante le informó que había completado el curso con éxito, el primer llamado fue a su propia casa. “Mi mamá puso el teléfono en altavoz para que mi papá también escuchara. Ella rompió en llanto y cuando la escuché a mi también se me derramaron algunas lágrimas”, admitió, todavía emocionado.
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