A principios de la semana pasada se inauguró una estación del metro en Buenos Aires con el nombre de Raquel Liberman: una mujer judía que sobrevivió a la prostitución forzada, que rompió el pacto del silencio y denunció una red de proxenetas judíos polacos llamada Zvi Migdal que obtenía ganancias por decenas de millones de dólares al año a expensas de cientos de mujeres del este de Europa.
Liberman nació en la ciudad de Berdichev, Ucrania, el 10 de julio de 1900, y cuando era niña emigró con sus padres a Varsovia. Cuando llegó a Argentina el 30 de septiembre de 1922, viuda y madre de dos hijos pequeños de su joven difunto esposo, Joshúa Farber, Liberman se encontró atrapada en una red de tráfico de mujeres.
En Polonia conoció a un judío llamado Chaim Kissinger, quien le prometió matrimonio y la llevó a Buenos Aires, donde la dejó en manos de la organización criminal Zvi Migdal. Fue víctima de humillaciones y abusos por parte de los proxenetas en los distintos burdeles de Argentina.
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Raquel Liberman, la mujer que no se rindió y resultó victoriosa contra todo pronostico.
Los proxenetas operaban simulando ser una sociedad de ayuda y bienestar para los judíos. Trajeron a Argentina (mayormente desde Polonia) a jóvenes judías pobres al borde de la inanición, a quienes engañaron -prometieron encontrarles maridos o casarse con ellas- pero la intención era convertirlas en prostitutas.
Después de un tiempo, Liberman conoció a un proxeneta llamado José Salomón Korn, con quien se casó. Desafortunadamente, ella no sabía de sus actividades en la organización Zvi Migdal y poco después él le robó los ahorros que ella tenía para comprar una casa pequeña y la encerró en otro burdel en Buenos Aires.
Liberman exigió su dinero, que para ella significaba su independencia, pero sus esfuerzos fueron en vano. Ni su exmarido, Korn, ni los integrantes de Zvi Migdal le devolvieron el dinero, razón por la cual presentó una demanda ante el tribunal. Nadie pensó que la Justicia iba a hacer algo al respecto. ‘¿Quién le prestaría atención a la prostituta polaca?’. Después de todo, los proxenetas estaban seguros de que acabarían con el asunto con un soborno.
El comisario de la policía, Julio Alsogaray, un hombre moral y con reputación de persona incorruptible, escuchó a Raquel y comenzó a actuar. Durante años habóa querido poner sus manos sobre los miembros de Zvi Migdal, pero se encontró con un muro de silencio. Alsogaray le preguntó a Lieberman si estaba dispuesta a testificar ante un juez. "Solo se muere una vez. No retiraré los cargos", respondió enfáticamente.
El juez decidió imputar y detener a 108 proxenetas hasta el final del proceso, así como a 334 que habían escapado. La investigación reveló que los proxenetas actuaron con la complicidad de policías federales, y todo terminó con la detención hasta el final del proceso de tres proxenetas de baja importancia en la organización.
La joven que decidió no perdonar y salvó a todas
Esta determinación de una mujer cansada de los abusos, y la ambición de los proxenetas que se sentían omnipotentes, llevó al fin de Zvi Migdal. El fin del imperio de la prostitución comenzó con una pequeña estafa que la joven de 30 años decidió no perdonar.
Años más tarde, Liberman contrajo cáncer de tiroides y murió el 17 de abril de 1935 a la edad de solo 34 años. La agonía fue breve pero muy dolorosa. Tenía casi 35 años, pero parecía una mujer de 50.
Liberman estaba agotada, quebrada. Su pasado la perseguía a todos lados y el dolor permanente la atravesaba. Sin embargo, ella era una guerrera que no se rindió a pesar de las duras circunstancias y resultó victoriosa contra todo pronóstico.