Shofar
Un shofar clandestino.
Yad Vashem
El <i>shofar</i> tiene 25 centímetros de largo.

El shofar de Auschwitz: una muestra de devoción en medio del horror

Un prisionero del campo rescató el instrumento, que fue usado clandestinamente, y ahora fue prestado al Museo del Patrimonio Judío de Nueva York.

Ynet - Adaptada por Beatriz Oberlander |
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El poder de la fe: prisioneros judíos del campo de exterminio de Auschwitz consiguieron con gran esfuerzo cumplir con el mitsvá de hacer sonar el shofar, y lo hicieron en las condiciones imposibles en las que se encontraban. En una ceremonia solemne, la hija del prisionero que rescató “el shofar de Auschwitz” -de sólo unos 25 centímetros de largo- lo prestó al Museo del Patrimonio Judío de la ciudad de Nueva York. La historia del shofar se publicó en la portada del New York Times con el testimonio de la hija, la profesora Judith Tydor Baumel-Schwartz, directora del Instituto de Investigación del Holocausto de la Universidad Bar-Ilán. Tydor Baumel-Schwartz reveló que su padre, Jéskel Tydor, quien estuvo en el campo de exterminio, contó cómo los prisioneros encerrados allí consiguieron rezar en Rosh Hashaná, e incluso, contra viento y marea, hacer sonar el shofar. Cuando fue liberado, se lo llevó consigo. Ahora el shofar se muestra en una exposición itinerante que salió de Polonia y lleva el nombre de “Auschwitz, no hace mucho tiempo y no lejos de aquí” en el museo de Manhattan. Los expertos en el Holocausto consideran que el testimonio de Jéskel Tydor y el shofar son creíbles y similares a otras historias sobre el heroísmo y la fe de judíos que estuvieron en los campos de concentración en esa época tenebrosa.
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Shofar
Shofar
El shofar tiene 25 centímetros de largo.
(Ynet)
El shofar durante la Shoá Judith Tydor Baumel-Schwartz cuenta que su padre estuvo en uno de los 41 sub-campos de la fábrica de muerte de Auschwitz. En otoño de 1944 consiguió, gracias a su cargo, enviar a prisioneros judíos a trabajar a un lugar relativamente alejado, con la idea de que allí podrían rezar de forma segura y privada. Según supo después, ese grupo de prisioneros se llevó consigo un objeto muy preciado en esos días: un shofar. Tydor contó que uno de los prisioneros le confesó que ellos no sólo habían conseguido rezar, sino también tocar el shofar. Un año más tarde, en 1945, cuando los nazis se retiraron ante el avance de las fuerzas rusas, otro prisionero le entregó ese shofar secreto a Jéskel para que lo cuidara. Como corresponde a un shofar clandestino que fabricaron los propios prisioneros, su longitud no supera los 25 centímetros: el largo de una pipa. Entre la promesa al Creador y la lucha por una existencia judía Esta no es la única historia relacionada con un shofar de la época del Holocausto: en el Museo de Auschwitz-Birkenau se exhibe el testimonio de un joven prisionero de 14 años llamado Wolf Grinbaum, que vio cómo un rabino tocó el shofar en ese campo en Rosh Hashaná, y que huyó inmediatamente del lugar.
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Shofar
Shofar
El shofar será expuesto en Nueva York.
(Ynet)
Se puede establecer un paralelo histórico-tradicional entre el shofar (que tiene por objeto despertar en el Creador el legado de los patriarcas como en la historia bíblica del sacrificio de Isaac), y los esfuerzos sobrehumanos de los prisioneros judíos en los campos de exterminio. Tydor Baumel-Schwartz comenta que prestó el suyo a la exposición a fin de exhibir la profunda fe de los prisioneros judíos y sus esfuerzos por practicar su religión pese a las condiciones. Como parte de esos esfuerzos -dice- también construyeron cabañas improvisadas con motivo del Sucot, y se encargaron de que hubiera matsá en Pesáj. En una historia similar a la de la familia Tydor, en el Museo del Holocausto (Yad Vashem) de Jerusalem se expone el shofar que se fabricó en el campo de trabajo de Scarzisko-Kamiena. Quien lo fabricó fue Moshe (ben Dov) Winterter, uno de los prisioneros del campo. Ese shofar se construyó por Rosh Hashaná, y la idea fue del gran rabino de Radoshitz, también prisionero en el campo. Para fabricarlo, los prisioneros tuvieron que sobornar a los guardias polacos del campo para que les consiguieran el cuerno de un carnero. Pese al enorme peligro que ello suponía, hubo otros prisioneros que unieron fuerzas para cumplir el mitsvá. Sus esfuerzos fueron fructíferos, y su recuerdo se conservará para las generaciones venideras.
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