Tropas de las FDI en Cisjordania.
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FDI
Eli Forman-Shir.

Un veterano israelí cuenta su fórmula para lidiar con el estrés postraumático

Una experiencia en Gaza afectó a Eli Forman en sus relaciones, sus capacidades y su voluntad de enfrentarse a sus sentimientos. El protagonista cuenta de qué manera logró afrontarlo.

Eli Forman-Shir - Adaptado por Marcos Olivera |
Published: 03.05.22, 18:50
Todo comenzó en mi servicio militar como soldado de combate y francotirador en la Brigada Golani, en la que pasé un total de 22 años, incluidos los de reservista.
Cuando era un joven soldado me llenaba de orgullo por destacar en mi unidad y por cumplir con mi deber hacia mi equipo, ejército y país. Todo lo que se me pedía, lo hacía inmediatamente y de la mejor manera posible.
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Eli Forman-Shir.
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Eli Forman-Shir.
(Cortesía)
Viví innumerables misiones, algunas de las cuales hirieron e incluso mataron a mis hermanos de combate. En mi papel de soldado, también herí y maté.
Cuando terminé mi servicio regular, no era consciente de que había sufrido un trauma. Me desconecté de los acontecimientos y de su influencia en mi estado mental. Así que pasé a trabajar en los servicios de seguridad, en Israel.
La formación para el trabajo era una continuación directa de las habilidades que ya había adquirido en el ejército: no dudar, no ceder y seguir siempre mirando hacia adelante. Cada vez era más impulsivo, estaba desconectado de mis emociones, reprimía mis sentimientos y los ocultaba, sobre todo a mí mismo, pero también a mis allegados.
En 2004 tenía 39 años y vivía en un pueblo de Galilea con mi mujer, mis dos hijos y nuestros perros y gatos. Teníamos un exitoso negocio de carpintería artística. Mi vida era buena, en general.
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Tropas de las FDI en Cisjordania.
Tropas de las FDI en Cisjordania.
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(FDI)
Era un viernes. Sonó mi teléfono y al otro lado de la línea había un oficial de mi unidad. Dijo que el comando estaba a punto de entrar en Rafah, y que necesitaba un excelente francotirador con él. Mi esposa me pidió que rechazara el pedido. Le expliqué que no podía abandonar al joven equipo. Probablemente, sabiendo que no valía la pena, se echó atrás y nos despedimos. Por alguna razón, tuve la extraña intuición de que esta vez no volvería. Sentí que ese sería el último abrazo.
Una hora y media después ya estaba en la base. Nos informaron y entramos en modo de combate inmediatamente. Después de un largo viaje desde el norte me encontré en un vehículo blindado con tres amigos. Condujimos hacia el este, hacia el puesto de avanzada de Girit, cerca de Rafah.
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Miembros del ala militar de Hamás en Rafah en 2017.
Miembros del ala militar de Hamás en Rafah en 2017.
Miembros del ala militar de Hamás en Rafah en 2017.
(AFP)
Ya en la primera noche había varias misiones. Me avisaban de objetivos, y varios segundos después una bala salía de mi cañón. El tercer día de combate, a última hora de la noche, lo que paso se quedaría conmigo durante mucho tiempo. Intenté dormir unos minutos, mientras estaba completamente equipado con un chaleco y un casco, listo para la acción. Mi amigo, el oficial, me despertó sacudiendo mi pie diciendo: "Eli, levántate. Hay tres objetivos. Prepárate para los disparos".
En cuestión de segundos estaba preparado. Las tres figuras estaban cerca de las fuerzas del comando. Obtuve la aprobación para disparar y el punto rojo de mi arma ya estaba apuntando a una de las figuras.
Sería un disparo a corta distancia, entre 400 y 450 metros. Esta distancia permite ver claramente el lenguaje corporal, y cuando escudriñé la figura tuve el presentimiento de que los tres eran inocentes. No reconocí el lenguaje corporal habitual de los terroristas, no llevaban armas. Parecían relativamente tranquilos, sentados en su balcón.
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FDI en Gaza, 2004.
FDI en Gaza, 2004.
FDI en Gaza, 2004.
(Getty)
Por otro lado, si me equivocaba, podían hacer daño a los soldados. Mientras contemplaba qué hacer, uno de los soldados de mi equipo subió al tejado para espolearme. Me dio una patada en el pie y me dijo: "Marca otras tres X en tu arma".
Unos 12 minutos después, que me parecieron eternos, el puesto de observación me informó: "Eli, no dispares". Resultó que tenía razón: las tres figuras que vi no eran terroristas. Durante unos minutos no pude moverme ni respirar.
Poco después de volver a casa, me di cuenta de que algo en mí se quebraba y me dirigí a mi unidad para buscar una terapia. La vida nos da la vuelta así de fácil. Resultó que tenía Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), y rápidamente se apoderó de mi vida.
La carpintería ya no funcionaba, mi relación y mis hijos se vieron directamente afectados. Esencialmente, estuve paralizado en todos los aspectos de mi vida durante muchos años. No dormí bien durante años. No podía conciliar el sueño, y cuando por fin me dormía, tenía pesadillas que me devolvían al ejército, a los mismos momentos que con tanto esfuerzo intentaba alejar.
Cuando no duermes, te conviertes en una persona muy difícil: impaciente, ansiosa, enfadada, agresiva. Este tipo de persona se aleja de su familia y de sus amigos, o ellos acaban distanciándose.
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Incursiones en Cisjordania de las FDI.
Incursiones en Cisjordania de las FDI.
Incursiones en Cisjordania de las FDI.
(Unidad Portavoz de las FDI)
El trauma me desconectó. Para sobrevivir, tuve que levantar un muro entre mis emocions y yo. Empecé a ocultar, a mí mismo y a los demás, que tenía ataques de pánico, disociaciones, que vagaba por las aldeas árabes por la noche y que ya no era capaz de ganarme la vida.
En el tiempo que pasó aprendí muchas formas diferentes de lidiar con mi trauma y todos sus efectos secundarios: acudí a tratamientos psicológicos, a talleres para el manejo de las relaciones y la ira, a talleres de sueño, etc. También participé en un proyecto del Ministerio de Defensa llamado "El barco navega" que ayuda a las víctimas del TEPT a hacer su vida más tolerable.
A través de los tratamientos en el Campus de Atención Sanitaria del hospital Rambam descubrí la meditación trascendental. Me puse a ello, pensando para mí mismo: no puede hacer daño. Es una práctica muy sencilla que se realiza durante 20 minutos por la mañana y por la noche.
Esta práctica, que me obligó a estar conmigo mismo durante 20 minutos dos veces al día, me devolvió a mi centro y a mi paz interior. Esto me permitió concentrarme durante las interacciones o cuando trabajaba en algo. Desde el suceso traumático, los tratamientos médicos son un desencadenante para mí. Por desgracia, el cuerpo se deteriora con la mente.
Cuando me tuvieron que sacar cuatro dientes, le pedí al médico que me diera cinco minutos para respirar y hacer algunos ejercicios de meditación. Sólo después de hacerlo, pude pasar el tratamiento con relativa facilidad.
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Tropas de las FDI en Cisjordania.
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(Reuters)
Cuando estoy tranquilo, mi presión arterial se equilibra sin tener que tomar pastillas. La práctica de la meditación me ayuda con la disociación, un tipo de trastorno de personalidad múltiple.
En lugar de ser absorbido por un estado de lucha o huida, practico la meditación y me devuelvo al presente, y entonces puedo tomar decisiones que son buenas para mí. Realmente puede salvarme del daño físico.
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Eli Forman-Shir con su pareja.
Eli Forman-Shir con su pareja.
Eli Forman-Shir con su pareja.
(Cortesía)
La meditación también me ayudo a mejorar mi sueño y mis interacciones con el entorno. Cuando siento que estoy a punto de derrumbarme, me tomo un minuto para meditar. Tengo menos ataques de pánico, e incluso cuando los tengo, a veces consigo disminuir su impacto. Siento que descubrí una herramienta increíble, fácil y cómoda de practicar, que no depende de otras personas y que mejora mi vida.
Mi mujer y yo vamos a publicar una conferencia y un libro titulados "Sobre el amor y el TEPT", en los que ofrecemos una perspectiva alternativa sobre las opciones de recuperación de las relaciones y la vida familiar en el marco del trauma.
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