"A las seis y media escuchamos las sirenas de los cohetes. Gideon me dijo que no había nada de qué preocuparse."
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Rian Frois
"A las seis y media escuchamos las sirenas de los cohetes. Gideon me dijo que no había nada de qué preocuparse."

Una rehén liberada relata los horrores del cautiverio de Hamás

Noralin "Nataly" Babadila, nacida en Filipinas, se aferró a la esperanza durante su cautiverio, sólo para enterarse, después de su liberación, de que su marido Gideon había sido asesinado.

Nir (Shoko) Cohen , Sharon Kidon |
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"En la mañana del 7 de octubre, nos levantamos temprano. Estábamos visitando a unos buenos amigos en Nirim y teníamos planes de pasar el día y hacer una barbacoa. Así que, a las cinco de la mañana, mi marido Gideon y yo, ya estábamos despiertos. A las seis y media escuchamos las sirenas de los cohetes. Gideon me dijo que no había nada de qué preocuparse, pero lo encontré sospechoso, porque ya había escuchado disparos desde afuera. Le comenté que viniera a la habitación segura, pero, en algún momento, sostuvo que sólo quería ver lo que estaba pasando afuera. Le pregunté: ‘¿Qué hay para ver afuera?’ pero salió y entonces oí dos disparos", afirma Noralin "Nataly" Babadila.
Babadila, de 60 años, también conocida como Noralin Agojo, y su esposo Gideon, vivían en Yehud y visitaban el Kibbutz Nirim, casi semanalmente, durante los últimos dos años, para visitar a sus amigos: Tess, quien también nació en Filipinas, como Noralin; el marido israelí de Tess, Doron Meir, y sus hijas Shelly y Mor. Ese sábado en particular fue especial, ya que el Kibbutz Nirim celebró su 77º aniversario.
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"A las seis y media escuchamos las sirenas de los cohetes. Gideon me dijo que no había nada de qué preocuparse."
"A las seis y media escuchamos las sirenas de los cohetes. Gideon me dijo que no había nada de qué preocuparse."
"A las seis y media escuchamos las sirenas de los cohetes. Gideon me dijo que no había nada de qué preocuparse."
(Rian Frois)
Noralin y Gideon llegaron, como de costumbre, a la casa de sus amigos y pidieron prestado el apartamento de su hija Shelly, en el alojamiento para jóvenes del Kibbutz. "Escuché los disparos y estaba dentro de la casa gritando: ‘Gideon, entra. Gideon, ¿dónde estás? ¿Por qué me dejaste sola?’ Pero él no respondió y no entró, y entonces oí explotar nuestro coche", relata.
Poco tiempo después, el apartamento se incendió. La puerta de la habitación segura no estaba cerrada y comenzó a entrar humo. Los terroristas ya estaban dentro de la casa. Decidió intentar escapar por la ventana de la habitación segura. "Salté desde la ventana directamente a las manos de los terroristas, que estaban allí con las armas en la mano", recuerda.
"Había seis terroristas que empezaron a discutir sobre qué hacer conmigo. Por sus gestos con las manos entendí que uno quería matarme y el otro quería secuestrarme. Les dije: 'Soy filipina, no israelí, por favor no me maten’, y les mostré el collar con la cruz que llevaba alrededor del cuello". Noralin fue cargado en un camión pequeño. "Subieron los cuerpos de los israelíes asesinados en la parte trasera, los amontonaron en el asiento trasero y en el techo del coche", comenta.
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"Le pregunté a uno de los secuestradores: '¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Y por cuánto tiempo?' Él respondió que podría llevar semanas, un mes o un año. Empecé a llorar".
"Le pregunté a uno de los secuestradores: '¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Y por cuánto tiempo?' Él respondió que podría llevar semanas, un mes o un año. Empecé a llorar".
"Le pregunté a uno de los secuestradores: '¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Y por cuánto tiempo?' Él respondió que podría llevar semanas. Empecé a llorar".
(Ynet)
Los terroristas le pidieron que se cubriera la cabeza y la llevaron en coche a Gaza. "Después de varias paradas en el camino, llegamos a un apartamento escondido, donde ya estaban allí otras dos mujeres secuestradas, Karina Angel e Irena Tati", apunta Noralin. "Lo primero que recuerdo es una gran foto de Gilad Shalit en la pared del apartamento. Le pregunté a uno de los secuestradores: '¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Y por cuánto tiempo?' Él respondió que podría llevar semanas, un mes o un año. Empecé a llorar", añade.
Cinco terroristas los custodiaban. "Estuvimos en la oscuridad todo el día, sin electricidad, sin agua y casi sin comida", dice Noralin. "A veces nos daban una galleta por la mañana y eso era todo lo que teníamos para comer en el día. El agua olía mal. En cuanto a la ducha, no había nada de qué hablar; no nos bañamos durante 23 días. "Estás constantemente con miedo. Los hombres gritaban todo el tiempo y en cada momento pensé que entrarían y nos dispararían a todos. No podía dormir allí, en absoluto. También hubo bombardeos de las FDI y cohetes disparados por Hamás. El suelo temblaba todo el tiempo y parecía que la casa se iba a desmoronar", expresa.
Durante 23 días permaneció allí, creyendo que su marido había sido secuestrado como ella, aferrándose a la esperanza de que pronto serían liberados y reunidos. "Un día llegó el terrorista responsable y nos dijo que nos cubriéramos la cabeza porque nos iban a trasladar a otro lugar. Salimos y atravesamos el mercado, que estaba lleno de gente. En cualquier momento podríamos haber quedado expuestos", recuerda.
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"Esperaba reunirme con Gideon en breve. Cuando llegué al hospital, me dijeron que había sido asesinado."
"Esperaba reunirme con Gideon en breve. Cuando llegué al hospital, me dijeron que había sido asesinado."
"Esperaba reunirme con Gideon en breve. Cuando llegué al hospital, me dijeron que había sido asesinado."
(Cortesía)
Al final, no fueron a un apartamento, sino a una instalación separada en el Hospital Nasser, en Khan Yunis, donde se encontraron con más personas secuestradas. "Nos llevaron a una habitación donde estaba la familia Konio: los padres Sharon y David, sus hijas gemelas, Emma y Yuly, de 3 años, y también estaban Hanna Katzir. Con el tiempo, nos convertimos en una especie de familia. "Pasamos momentos difíciles con las hijas, las llevamos para que descansaran. Con el tiempo comprendimos que en el recinto hospitalario había más secuestrados. Allí conocí a varias mujeres mayores, y también a los niños Erez y Eitan", relata.
"Yo estaba con Ofelia Roitman en un auto, nos detuvimos en la carretera, los terroristas dijeron que había un retraso, y de repente llegó un grupo de personas y comenzaron a golpear las ventanas. Estaba segura de que nos matarían en cualquier momento."
Quedarse en el hospital fue mucho más fácil, hasta que llegó un momento terrible. "Tres días antes de la liberación de Sharon Konio y los gemelos, separaron a David de la familia", relata Noralin. "Ese momento nos destrozó a todos. Las hijas gritaban y lloraban; hubo un abrazo final, un momento muy difícil", afirma.
Cuando entró en vigor el alto el fuego, Noralin esperó su turno. El 29 de noviembre sucedió. "Yo estaba con Ofelia Roitman en un auto, nos detuvimos en la carretera, los terroristas dijeron que había un retraso, y de repente llegó un grupo de personas y comenzaron a golpear las ventanas. Estaba segura de que nos matarían en cualquier momento. Solo cuando vi a los soldados en el puesto de control de Rafah pude volver a respirar normalmente. Esperaba reunirme con Gideon, en breve, pero cuando llegué al hospital, mi hermano me estaba esperando y me informó que ya había sido asesinado el 7 de octubre. Sentí como si me hubieran echado agua fría", expresó. En ese momento también se enteró de que su amiga Tess, también perdió a su esposo y a su hija, quienes fueron asesinados ese sábado. Desde entonces, las dos viudas se apoyan mutuamente.
Con ojos llorosos, Noralin habla del inmenso dolor de perder a su marido y de la decisión de quedarse en Israel. "A pesar de todo, no pensé en irme. No quiero dejar a Gideon. Es duro. Hablo con él todos los días y le pido que me cuide y que me ayude desde arriba", concluye.
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