"Minutos después de conocer por primera vez a Raz y Aviv, mis hijas pequeñas de 4 y medio y 2 y medio, no dejaron de hablar", dijo Yoni Asher, cuya esposa Doron y sus dos hijas regresaron del cautiverio de Hamás, la semana pasada.
Agregó que su hija Raz le comentó: "Papá, tienes suerte de no haber ido en el tractor con nosotros", y Aviv agregó: "El hombre malvado me levantó y lloré". Son palabras difíciles de soportar. Pero Yoni sigue compartiendo en Facebook: "Me mantengo sereno, respondo con calma y explico con paciencia. Así estuve durante una semana, cerca de ellos, sin dejarlos nunca, sólo abrazándolos".
Pasó poco más de una semana, desde que los cautivos israelíes fueron liberados, y los testimonios, que confirman todos los pensamientos ansiosos que acompañaron a Israel desde el 7 de octubre, sobre sus condiciones en cautiverio, están comenzando a juntarse.
Aún así, estamos lejos de comprender la cruel realidad en la que permanecieron durante largas semanas en Gaza. Según estimaciones, las caras sonrientes que aparecen en fotografías, videos de hospitales y publicaciones en las redes sociales de algunos de los cautivos liberados, no reflejan su verdadero estado mental y los desafíos a los que se deben enfrentar.
Para rehabilitar con éxito su psique, que sufrió graves traumas, los cautivos liberados están acompañados por trabajadores sociales calificados del Ministerio de Bienestar Social, que tienen muchos años de experiencia en este campo. Sin embargo, por complejas que fueran las situaciones que transitaron, nada los preparó para las historias que escucharon.
"Tengo diez años de experiencia y conocimiento del trauma. Lo vi todo; lo oí todo. Esto es realmente algo completamente diferente", dice Liat (seudónimo), una trabajadora social que acompaña a una de las familias de los excautivos.
"Tuvimos que encontrar una nueva manera. Incluso, con todo nuestro conocimiento sobre las dificultades, los problemas psicológicos y las unidades familiares, nos aventuramos hacia lo desconocido. Aprendimos en el camino y todavía estamos aprendiendo. Escuchamos historias que hacen que tu corazón se reduzca a nada. Hay mucho dolor allí", expresó.
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Escuchamos historias que hacen que tu corazón se reduzca a nada. Hay mucho dolor allí."
(AFP)
Restaurar la confianza
Algunos de los cautivos comparten sus experiencias, mientras que otros guardan silencio. En ciertos casos, sus familiares todavía están en cautiverio, mientras que otros, que perdieron a familiares y amigos, están lidiando con la pérdida, después de casi dos meses, sin ningún conocimiento del destino de sus seres queridos. Muchos de ellos perdieron sus hogares.
Entre las duras condiciones que describen sobre el cautiverio (hambre, violencia y miedo asfixiante), todavía hay muchas historias que no encontraron la manera de contar. "Los niños pequeños comparten lo que vivieron a su manera, incluso en conversaciones informales: algo que vieron, una situación en la que se encontraban, palabras que escucharon", explica Liat.
Entre las duras condiciones que describen sobre el cautiverio (hambre, violencia y miedo asfixiante), todavía hay muchas historias que no encontraron la manera de contar.
"Hablan de sus experiencias, del secuestro en sí. Cuando escuchamos esto, entendemos que todavía queda un largo camino por recorrer para su recuperación. Es sólo la primera señal de lo que todavía van a atravesar", sostiene.
Liat explica que los cautivos están lidiando con una pérdida de confianza muy significativa y, por lo tanto, uno de sus principales objetivos es restaurarla, en las personas y en el mundo: "Es la cuestión más básica y rutinaria. Forma una grieta en su mente, una fractura que genera trauma y necesitamos que sane”, añade.
“El secuestro, las condiciones en las que se encontraban y las cosas que vieron. La inesperada realidad a la que se enfrentaron, su falta de información sobre lo que sucede afuera y el desconocimiento del destino de sus seres queridos, o incluso, si alguien los está buscando activamente. Restaurar su certeza, confianza y seguridad es una misión nacional", añade.
Los equipos que acompañan a las familias trabajan las 24 horas del día, para abordar todas sus necesidades, incluida la preparación de marcos educativos para su regreso, como dar herramientas a los maestros de escuela y jardín de infantes, u orientar a los padres sobre cómo comunicar la compleja realidad a sus hijos.
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Camas preparadas para cautivos israelíes en el Centro Médico Infantil Schneider.
(Centro médico infantil Schneider)
"Explicamos lo que significa tener un hijo que estuvo en cautiverio, les damos a los padres el lenguaje que pueden usar para hablar con ellos; ¿cómo se le comunica a un niño que su amigo del jardín de infantes regresó del cautiverio en Gaza? Celebramos reuniones para padres y apoyamos a los equipos educativos”, añade.
“Por ejemplo, los niños expuestos a palabras en árabe, que ahora van a la escuela o al jardín de infantes y usan esas palabras. Esto es algo que se debe comunicar a los niños, tanto para evitar crear un trauma, como para que otros niños no se burlen, ya que lo perciben como algo extraño”, explica.
Familias en crisis
Los propios secuestrados pagan un precio psicológico, pero también lo pagan sus familiares y amigos cercanos, que pasaron las últimas semanas sin saber su destino. "Su liberación es un período muy turbulento emocionalmente", explica Nurit (seudónimo), una trabajadora social que acompaña a una de las familias.
"Las familias se enfrentaron a expectativas tensas, gran entusiasmo y también preguntas: ¿regresará mi cónyuge sano y salvo? ¿Cómo afectó el cautiverio a mi hijo? El ADN de la familia cambió y ahora necesitan reconstruir todo desde cero", apunta.
"Las familias se enfrentaron a expectativas tensas, gran entusiasmo y también preguntas: ¿regresará mi cónyuge sano y salvo? ¿Cómo afectó el cautiverio a mi hijo?"
Nurit enfatiza que incluso si la apariencia física de los cautivos parece normal, si su comportamiento no es diferente al habitual. Los primeros días de libertad son eufóricos y algunos de los efectos del cautiverio sólo se revelarán más tarde.
"Creo que, al principio, las familias experimentan una cierta sensación de alivio, a diferencia de nosotros, los profesionales, que sabemos que aunque al principio todo parece normal, las cosas irán surgiendo poco a poco. En la familia a la que acompaño, la ex cautiva habla menos y la familia quiere más información de ella. Quieren entender por lo que pasó, y es terriblemente difícil para ellos", comenta.
Nurit explica que el principal desafío es restaurar la sensación de control de las familias: "En el secuestro y el cautiverio se quita el derecho básico a elegir, empezando por qué comer, dónde quedarse y quién estará a tu lado".
“También significa que los cautivos dirán lo que les conviene, cuando les conviene y a quién les conviene. En esta situación anormal, intentamos recrear lo más posible una rutina diaria. A algunos de los secuestrados les resulta difícil salir de sus hogares. Temen por ellos mismos y sus familiares. Algunas familias necesitan un poco más de tiempo para entender esto y otras quieren establecer una rutina y comenzar un proceso de tratamiento", afirma.
Según Eti Kisos, jefe de la administración de servicios sociales y personales del Ministerio de Bienestar Social, hay una diferencia significativa entre los ex secuestrados: "Tanto en la experiencia que vivieron, como en las diferentes condiciones y personas que los retuvieron: algunos en la superficie, otros bajo tierra; algunos en grupos y otros solos”.
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"Las familias quedaron separadas; algunas estaban en cautiverio y otras en Israel."
(Shutterstock)
“Estas complejidades también entran en juego aquí, en cuanto a cómo las familias se adaptan a las circunstancias. ¿Cuántos alientan a compartir? ¿Cuántos son, siquiera, capaces de escuchar correctamente? Es un período muy complejo. Lo que también vemos a menudo es que no existe una manera uniforme para el proceso que tienen que transitar", sostiene.
"Las familias quedaron separadas, porque algunas estaban en cautiverio y otras en Israel, y lo que vemos ahora, después de que se reúnen, es que nada es similar a como era antes del 7 de octubre", añade.
Las personas que estaban en Gaza regresaron diferentes, e incluso aquellos que estaban en Israel no son las mismas personas. Los mecanismos para afrontar los problemas son diferentes en cada caso; es necesario encontrar el lugar de cada uno dentro de la familia, incluso, antes de las implicancias de lo que cada persona pasó en cautiverio y el trauma que experimentaron, para ver cómo pueden volver a conectarse”, enfatiza.
"¿Cuántos alientan a compartir? ¿Cuántos son, siquiera, capaces de escuchar correctamente? Es un período muy complejo. Lo que también vemos a menudo es que no existe una manera uniforme para el proceso que tienen que transitar."
Entre la empatía y la simpatía
Además del sentido del deber que los trabajadores sociales tienen hacia las familias a las que acompañan, también enfrentan desafíos difíciles. "Algunas de las historias son muy difíciles de escuchar; es difícil entenderlas como civil y, especialmente, como profesional", dice Kisos.
"Es complicado imaginar que la gente pasó por cosas así y, además, hay un deseo de acompañarlos y ayudarlos. Veo un nivel de motivación que no recuerdo haber visto, en esta medida, en el sector profesional; el personal es muy dedicado y trabaja a todas horas, y no hay nada que se niegue a hacer", expresa.
“Hay momentos en los que no se puede hacer un distanciamiento profesional y neutralizar los aspectos emocionales”, afirma Nurit. "La diferencia entre empatía y simpatía, es que en la empatía te pones en el lugar de otra persona y logras salir de él, y en la simpatía, te pones en su lugar y no logras salir del todo", finaliza.