Anucha Angkaew, un trabajador agrícola tailandés que fue secuestrado por Hamas mientras trabajaba en Israel en octubre
Anucha Angkaew, trabajador agrícola tailandés que fue secuestrado por Hamás, mientras trabajaba en Israel.
REUTERS/Devjyot Ghoshal
Anucha Angkaew, trabajador agrícola tailandés que fue secuestrado por Hamás, mientras trabajaba en Israel.

Cincuenta días en cautiverio de Hamás: un tailandés recuerda el horror

El relato en primera persona ofrece una visión de lo que soportaron muchos rehenes. Para los israelíes, era aun peor

Napat Wesshasartar y Devjyot Ghoshal |
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Cuando el trabajador agrícola tailandés Anucha Angkaew salió del búnker donde se había estado refugiando de los cohetes en la frontera de Israel con la Franja de Gaza, alrededor de las 7.30 del 7 de octubre, esperaba ver soldados israelíes. En cambio, Anucha y sus cinco colegas tailandeses fueron abordados por 10 militantes armados, a quienes identificó como Hamás, por las banderas palestinas en sus mangas. "Gritamos 'Tailandia, Tailandia'", dijo Anucha, un joven de 28 años, de voz suave y rala barba. "Pero no les importó", añadió.
Dos de los seis tailandeses fueron asesinados poco después, incluido un amigo que, según Anucha, fue asesinado a tiros frente a él, en un acto aleatorio de violencia. El resto fue obligado a subir a un camión para un viaje de aproximadamente 30 minutos hasta Gaza.
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Anucha Angkaew, un trabajador agrícola tailandés que fue secuestrado por Hamas mientras trabajaba en Israel en octubre
Anucha Angkaew, un trabajador agrícola tailandés que fue secuestrado por Hamas mientras trabajaba en Israel en octubre
Anucha Angkaew, trabajador agrícola tailandés que fue secuestrado por Hamás, mientras trabajaba en Israel.
(Reuters)
El relato en primera persona de Anucha ofrece una visión de lo que soportaron muchos rehenes y, en algunos casos, continúan soportando.
Describió dormir en un suelo arenoso y golpizas por parte de los captores de Hamás, quienes señalaron a los israelíes para recibir un trato especialmente brutal. Para mantener sus esperanzas, los cuatro tailandeses confiaron en juegos de ajedrez en un tablero improvisado, recuerdos de la familia y antojos de comida tailandesa.
Pocos de los rehenes liberados hablaron extensamente sobre su terrible experiencia, aunque otros que fueron liberados desde entonces también describieron palizas y amenazas de muerte.
Los funcionarios de Hamás no respondieron de inmediato a una solicitud escrita de comentarios sobre el relato de Anucha. "Pensé que iba a morir", sostuvo el miércoles en su casa familiar, en la zona rural del noreste de Tailandia, a donde regresó este mes, después de 50 días en cautiverio. "Casi todo ese tiempo lo pasamos dentro de dos pequeñas habitaciones subterráneas, aseguradas por guardias armados y a las que se accedía a través de túneles estrechos y oscuros", comentó.
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Ambulancia de la Cruz Roja traslada a secuestrados israelíes.
Ambulancia de la Cruz Roja traslada a secuestrados israelíes.
Ambulancia de la Cruz Roja.
(Ynet)
Al menos 240 personas –israelíes y extranjeros– fueron secuestradas en Gaza el 7 de octubre por militantes de Hamás, que irrumpieron a través de la frontera y mataron a unas 1.200 personas. Más de 100 rehenes –en su mayoría mujeres, niños y no israelíes– fueron liberados.
En represalia por el ataque, Israel montó una devastadora campaña de bombardeos y una ofensiva terrestre que mató a más de 15.000 personas, según cifras de funcionarios de salud palestinos consideradas confiables por las Naciones Unidas. Unas 130 personas, entre ellas ocho tailandeses, permanecen cautivas.
Antes de la guerra, alrededor de 30.000 trabajadores tailandeses trabajaban en el sector agrícola, lo que los convertía en uno de los grupos de trabajadores inmigrantes más grandes de Israel. Israel ofrece a los peones salarios más altos. Tailandia, que tiene vínculos amistosos con Israel, reconoció a Palestina como Estado soberano en 2012.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel comparó a los rehenes tailandeses muertos con "héroes" y dijo que los cautivos liberados recibirían los mismos beneficios que sus homólogos israelíes.
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Liberación de rehenes del cautiverio de Hamás.
Liberación de rehenes del cautiverio de Hamás.
Liberación de rehenes del cautiverio de Hamás.
(AFP)
Dos comidas, dos botellas de agua
Una vez en Gaza, los militantes uniformados entregaron a los tailandeses a un pequeño grupo de hombres que los llevaron a una casa abandonada y les ataron las manos a la espalda. A los tailandeses se unió un aterrorizado israelí de 18 años, un hombre que Anucha dijo conocer del Kibbutz Re'im, donde trabajaba en una granja de aguacates.
Antes de la guerra, alrededor de 30.000 trabajadores tailandeses trabajaban en el sector agrícola, lo que los convertía en uno de los grupos de trabajadores inmigrantes más grandes de Israel.
Las palizas comenzaron poco después, cuando sus captores los golpearon y patearon. "Gritamos 'Tailandia, Tailandia'", expresó, lo que alivió la intensidad de los golpes. El joven israelí no se salvó.
Una hora más tarde, los cinco fueron subidos a otro camión que condujo durante unos 30 minutos hasta un pequeño edificio que conducía a un túnel. Cerca de la boca del túnel, fueron golpeados nuevamente y fotografiados, antes de caminar por un pasillo oscuro, de aproximadamente un metro de ancho, hacia una pequeña habitación. En este espacio sin ventanas, que medía alrededor de 1,5 metro por 1,5 metro y estaba iluminado por una bombilla, a los cinco se les unió otro israelí.
Los militantes continuaron pateando y golpeando a los cautivos durante dos días, dijo Anucha. Después de eso, continuaron otros dos días de golpizas a los israelíes, que fueron azotados con cables eléctricos.
Anucha no resultó gravemente herido, pero semanas después de su liberación del cautiverio su muñeca todavía tenía marcas de las ataduras.
Los cautivos dormían sobre el desnudo suelo arenoso. A los seis hombres se les sirvió pan plano dos veces al día y compartieron dos botellas de agua, que se reponían diariamente. Su baño era un agujero en el suelo cerca de la habitación, donde fueron llevados por uno de los ocho guardias con armas de asalto que parecían AK-47, quienes les dijeron que no hablaran entre ellos. "Me sentí desesperado", contó Anucha.
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Túnel de Hamás. El foco puesto en los túneles impidió ver el peligro que representaban los cohetes.
Túnel de Hamás. El foco puesto en los túneles impidió ver el peligro que representaban los cohetes.
Túnel similar por el que fueron trasladados varios rehenes, entre ellos los tailandeses.
(FDI)
Inicialmente, Anucha contaba los días según el número de comidas. Después de cuatro días, los seis fueron llevados a otra habitación. Durante la caminata, Anucha sostuvo que el túnel, iluminado por linternas que llevaban sus captores, estaba revestido con puertas de metal.
"Tailandia, vuelve a casa"
Su nueva habitación era más espaciosa. Tenían sábanas de plástico para dormir. Tres bombillas iluminaban el espacio. Un nicho les servía de baño. Las palizas cesaron. La comida mejoró para incluir nueces, mantequilla y, más tarde, arroz.
Aun usando las comidas para medir el tiempo, Anucha dejó rasguños en el suelo para marcar el número de días en cautiverio. Eso cambió cuando un guardia trajo algunos papeles para que los firmaran. Él, al igual que los demás guardias, sólo hablaba árabe. Los israelíes hicieron de intérprete para Anucha, quien expresó que habla hebreo de manera rudimentaria. Pero el guardia dejó un bolígrafo blanco. Lo usaron para marcar el tiempo, dibujar tatuajes y dibujar un tablero de ajedrez en la lámina de plástico. Las piezas de ajedrez fueron elaboradas con una caja de pasta de dientes rosa y verde.
Aun usando las comidas para medir el tiempo, Anucha dejó rasguños en el suelo para marcar el número de días en cautiverio.
Otra distracción fue hablar de comida. Anucha anhelaba el soi ju, un manjar tailandés formado por trozos de carne cruda bañados en salsa picante, con el que soñaba y con el que hablaba. "La comida era una fuente de esperanza", afirma sonriendo.
Pasaron las semanas. Anucha no tenía ni idea de las incursiones y bombardeos israelíes en la superficie. A menudo pensaba en su hogar, en su padre, en su hija de 7 años y en su pareja desde hacía 14 años. El día 35, llegó un hombre vestido de negro para una breve inspección. Por su comportamiento y el comportamiento respetuoso de los guardias, los cautivos supusieron que se trataba de un alto líder de Hamás.
Su rutina se reanudó, hasta que un día, después de su primera comida, llegó un guardia y anunció: "Tailandia, vete a casa". Los cuatro tailandeses fueron conducidos a través de túneles durante aproximadamente dos horas y llegaron por tierra a una instalación de Hamás, donde también estaba esperando un puñado de rehenes israelíes.
Unas 11 horas después, fueron entregados a la Cruz Roja. "No pensé que me liberarían, fue como si renaciera", comentó.
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