Es un día más en su vida: se levantaron a la mañana, fueron al baño, se cepillaron los dientes, bebieron café, fueron al trabajo, regresaron, comieron, encendieron el televisor, se durmieron mirando un reallity show, pasaron a la cama, se durmieron nuevamente, se levantaron a la mañana.
Antes de que se mueran de sed en el desierto de la rutina, les propongo jugar un poco con la trama en la que consiste su vida: se levantaron a la mañana y se levantaron. Baño, café, trabajo, comida, televisor, cama, saltaron sobre los tejados de las casas, volaron por arriba de montañas y hermosos paisajes, se acostaron con un o una ex, tuvieron sexo con la vecina, corrieron una maratón, pudieron superar su fobia a las cucarachas, lograron la paz mundial, se convirtieron en campeones mundiales de bádminton. Llegó la mañana y se levantaron.
Ahora seguramente se preguntan, ¿por qué me haces esto? ¿Por qué me hablas de todas esas hermosas sensaciones que nunca podré experimentar? Pues sepan que todas esas experiencias se encuentran al alcance de su cerebro. A eso se lo llama sueño lúcido: aquel en que nosotros sabemos que estamos soñando y podemos decidir qué sucederá en el mismo para tener esas fuertes sensaciones. Es sorprendente ver cuán accesible es para nosotros tener un sueño de este tipo, y cómo la mayoría de nosotros no está acostumbrado a ellos ni sabe del poder que tenemos para lograr soñar así. Pero para algunos, los sueños lúcidos son su modo de vida.
“Me acabo de despertar, ¿podemos hablar en un rato?”, me dice Bat Jen Tzarfati (33), directora del foro de ‘sueños lúcidos’ del portal ‘Tapuz’, respondiendo a mi primer llamado a las 12 del mediodía. Claro, ¿por qué despertarse cuando todo lo más maravilloso está sucediendo mientras duerme? Tzarfati es una soñadora lúcida ‘diplomada’, y alcanza a tener uno o dos de este tipo de sueños por semana. “Todas las mejores ideas me vienen en los sueños. Allí hay una imaginación muy rica y espectacular”, dice. “En los sueños lúcidos intento investigar cosas. Una vez le puse alas a mi gata y la hice volar. En otra ocasión oí una melodía, y cuando me levanté, logré componer en base a ella y la grabé. Hubo una época en la que quise volar, pero no lo lograba, por lo que encontré en mis sueños un profesor que me enseñó a hacerlo”, relata.
Nili Barguida, psicoterapeuta corporal, también tiene sueños lúcidos hace años y se ocupa de investigar el asunto: “Cuando tenía 15 años, leí un artículo sobre este tema en una publicación científica. Debido a que era una adolescente muy curiosa y soñadora, intenté por un mes entero tener control sobre mis sueños. Una vez estaba en lo más alto de un edificio y quise volar. Salté y volé hacia abajo, donde me esperaba un hermoso paisaje de montañas y ríos; un paisaje que hoy sólo puedo ver en mi imaginación. Ese paisaje y la sensación de que puedo hacer todo lo que yo quiera, seguirán adentro mío hasta el final de mis días", comenta Nili.
Estos sueños representan una oportunidad para enfrentar nuestros miedos y superar las barreras. Uno puede pararse en el medio de un cuarto lleno de serpientes y relacionarse con ellas de alguna forma, o bien lidiar con el temor a las alturas, e incluso solucionar conflictos emocionales, como por ejemplo decirle a alguien cercano a nosotros todo lo que teníamos bien guardado. “A veces un sueño así influye mucho sobre nuestras vidas cuando estamos despiertos”, dice Bargida. “La sensación de fuerza y valentía que nos dio un sueño nos acompaña cuando ya no estamos durmiendo. Es necesario entender que un sueño lúcido es una perfecta realidad virtual. En él, nuestro cuerpo y nuestras sensaciones se sienten como si estuviéramos despiertos, porque para nuestro cerebro es lo mismo soñar sobre una actividad determinada que hacerla despiertos. El ejemplo más claro es el sexo. La gran mayoría de los hallazgos fisiológicos que hay en las relaciones sexuales se dan de forma idéntica tanto en las que se mantienen en los sueños como en la realidad”, explica.
First published: 12:42, 06.08.19