Muro de los Lamentos
Libros de oraciones destruidos en el Muro de los Lamentos.
Mujeres del Muro de los Lamentos
En medio de la agresión, Tammy Gottlieb intenta recuperar los libros de oraciones destrozados por un grupo de jóvenes ortodoxos.

Muro de los Lamentos: la agresión a las mujeres contada en primera persona

La semana pasada un grupo de ortodoxos atacó a mujeres que rezaban en el sitio más sagrado del judaísmo. Tammy Gottlieb, vicepresidenta de “Mujeres del Muro de los Lamentos”, cuenta sobre la violencia y discriminación que sufren desde hace años.

Tammy Gottlieb - Adaptado por Tom Wichter |
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El viernes pasado, como en cada Rosh Jodesh (inicio de mes del calendario hebreo), llegué con amigas ortodoxas, conservadoras y reformistas de la organización de Mujeres del Muro de los Lamentos para una oración matutina de mujeres. Es lo que hace la agrupación hace más de 30 años. Pero el inicio del mes de Tamuz quedará grabado en mi memoria por mucho tiempo.
Cuando entramos a la plaza del Muro de los Lamentos una multitud agarró la maleta en la que habíamos traído nuestros libros de oraciones. Los rompieron ante nuestros ojos y disfrutaron de cada momento, a pesar de que les rogamos que no lo hicieran. Ellos me miraban y reían: “Los libros sexuales deben arder”, decían y seguían rompiendo cada página, y pisoteando lo que ya había caído al suelo.
Hace 13 años que rezo junto a las Mujeres del Muro de los Lamentos. Llegué allí después de que arrestaran a una integrante del grupo por envolverse en un talit, y desde entonces me quedé. Hay algo muy especial en este colectivo de mujeres de todas las corrientes del judaísmo que rezan juntas, en una hermandad femenina, religiosa y espiritual que no tiene comparación en el mundo.
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Mujeres Muro de los Lamentos
Mujeres Muro de los Lamentos
En medio de la agresión, Tammy Gottlieb intenta recuperar los libros de oraciones destrozados por un grupo de jóvenes ortodoxos.
(Ynet)
Pasé por muchas cosas desde que integro esta agrupación: insultos, escupitajos, detenciones, cacheos invasivos. Me encantaría decir que no se podría haber previsto lo que pasamos en el inicio del mes de Tamuz, pero sería mentira. Se sabía que podía pasar. Y se sabe qué va a pasar en el futuro si no se hace nada al respecto.
En 1988, hace 33 años, se fundó la organización Mujeres del Muro de los Lamentos y desde entonces no hubo ningún Rosh Jodesh en el que la agrupación no fuera agredida. Hubo ocasiones más graves que otras. A veces los atacantes son personas traídas en autobuses por sectores estrechamente vinculados a partidos políticos, cuyos miembros incitan a agredir a lo que ellos llaman “malvadas”, o cosas peores, sin ningún tipo de vergüenza ni sentido de la responsabilidad.
Lo que ocurrió el viernes es la consecuencia de una incitación salvaje y desenfrenada contra nosotras, y contra todo lo que no es “judío” según la definición ultraortodoxa. También es producto de una pérdida total del control de parte de las autoridades. Hace décadas que nos hacen lo que les place, y no hay razón para pensar que este linchamiento que hicieron con nuestros libros de oraciones se encontrará con algún obstáculo.
Los gritos, insultos, escupitajos, empujones y el lanzamiento de café hirviendo sobre nosotros nunca tuvo consecuencias. Ni multas, ni arrestos, ni expulsiones del Muro de los Lamentos, algo que sí puede ocurrir si una mujer llega hasta ese lugar envuelta en un talit o portando una kipá en la cabeza. Los agresores tienen claro que esta vez tampoco pasará nada y no pagarán ningún precio por su violencia.
Durante el incidente, mientras con mis amigas tratábamos de levantar del piso los libros rotos y unos jóvenes desenfrenados nos pateaban, un hombre con una kipá grande en su cabeza me acercó un paquete de páginas que él mismo recogió entre las ruinas. “No entiendo por qué hacen esto, es realmente una blasfemia”, me dijo.
Pasé por muchas cosas desde que integro esta agrupación: insultos, escupitajos, detenciones, cacheos invasivos. Me encantaría decir que no se podría haber previsto lo que pasamos, pero sería mentira. Se sabía que podía pasar.
Pudimos apreciar la condena que despertó el hecho en todos los sectores. Las redes sociales explotaron. Decenas de miles de israelíes lloraron junto a nosotras cuando vieron los videos de la agresión. Pero en la arena pública el silencio es atronador. Políticos, rabinos y líderes del sector ortodoxo y sionista religioso: su silencio se escucha.
Su trabajo es no tener miedo y hacerse a un lado cuando hay disturbios públicos. No dejen que esta locura continúe. Seguramente ven lo que está ocurriendo, y su trabajo es corregir la injusticia y devolver la cordura a este país. El poeta Heinrich Heine ya lo dijo: “En donde las personas queman libros, se terminan quemando a las personas”. Es responsabilidad de ustedes prevenirlo.
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