Samer Talalka, al ser secuestrado en Gaza por Hamás.
Samer Talalka, al ser secuestrado en Gaza por Hamás.
Tomer Halevi
"No tenemos idea de lo que le pasó y estamos desesperados".

La batalla de un padre árabe para recuperar a su hijo del cautiverio en Gaza

Fuad se unió por primera vez a una delegación de familias de rehenes en el Congreso de Estados Unidos y aboga por la renovación de las negociaciones con Hamás, para asegurar la liberación de Samer Talalka, secuestrado del kibutz Nir Am.

haron Kidon, Alexandra Lukash |
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Grupos de miembros de las familias de los rehenes viajaron para dialogar con políticos, personal de los medios y otras figuras influyentes. Su objetivo es influir en la opinión pública y la toma de decisiones en otros países para facilitar la liberación de los rehenes. Uno de esos grupos es el de la asociación de defensa "Israelíes", que visitó recientemente Washington.
En el centro de esta delegación estaba la familia de Samer Talalka, un rehén de Hura, de 24 años, que trabajaba en el criadero del kibutz Nir Am, antes de ser secuestrado en la Franja de Gaza el 7 de octubre. Su padre, Fuad, que formaba parte de la delegación, compartió su angustia durante una entrevista en vivo con Ynet. Dice que en cada encuentro habla de su angustia, de la incertidumbre que rodea el secuestro de su hijo, sin saber su estado actual, si está vivo o muerto, enfermo o sano, con quién está o con qué lo están alimentando.
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"No tenemos idea de lo que le pasó y estamos desesperados."
"No tenemos idea de lo que le pasó y estamos desesperados."
"No tenemos idea de lo que le pasó y estamos desesperados".
(Shmulik Davidpur)
"No tenemos idea de lo que le pasó y estamos desesperados. Debemos buscar ayuda de cualquiera que pueda traer de vuelta al secuestrado", expresó Fuad. Y agregó: "Un ciudadano tailandés que logró escapar del cautiverio expresó que estuvo con mi hijo durante dos horas. Eso es todo. Después de las primeras dos horas, los separaron".
Fuad, junto con otros miembros de la asociación, viajó para reunirse con miembros del Congreso estadounidense y funcionarios de la Cruz Roja. Su objetivo era compartir la situación de su hijo y pedir presión sobre Hamás. Esta es la primera vez que una delegación a Washington incluye a una familia árabe-israelí. "Dejé claro en todas las reuniones que necesitamos presión para recuperar a nuestros hijos. No podemos quedarnos en silencio. ¿Cuánto tiempo puede durar esto? Ya pasaron dos meses. A veces hay un alto el fuego, otras no. Nosotros, como familia, nos encontramos en la incertidumbre", añade.
El padre explica que "espera encontrar líderes árabes en Washington que apoyen su causa". Sin embargo, subraya que "es irrelevante que mi hijo sea árabe; cuando lo secuestraron supusieron que era israelí. Irrumpieron en su lugar de trabajo. Es ciudadano y no vestía uniforme", aseguró.
"No me importa la política. Pueden hacer lo que quieran. Librar una guerra, hacer cualquier cosa, simplemente traer de vuelta a nuestros hijos. Y no me refiero sólo a mis propios hijos, me refiero a todos ellos. Comparto el sufrimiento de los demás", dice Fuad. "Durante el alto el fuego, afirmaron que habían terminado de liberar a mujeres y niños, por lo que pensamos que sería nuestro turno de recibir buenas noticias. Pero no fue así. Las grandes esperanzas que teníamos se derrumbaron".
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Samer Talalka, al ser secuestrado en Gaza por Hamás.
Samer Talalka, al ser secuestrado en Gaza por Hamás.
Samer Talalka, al ser secuestrado en Gaza por Hamás.
(Tomer Halevi)
Aunque está sufriendo, Fuad termina la entrevista con una nota esperanzadora. "Esperamos que todo salga bien", afirma el padre. "Espero que nuestro viaje a Estados Unidos conduzca a algún resultado positivo. Si fuimos hasta los confines de la tierra, al menos deberíamos recibir algo a cambio y no regresar sin nada", finalizó.
En una sentida entrevista el mes pasado, Fuad, luchando por contener las lágrimas, apuntó de su hijo: "Samer tiene 24 años y es soltero. Se suponía que se casaría este verano e incluso comenzó a construir su casa, justo detrás de la mía. Estuvo trabajando junto a mí en el criadero del kibutz, durante seis años. Le encantan las motocicletas: son su pasión, su obsesión. Es un joven bueno y honesto que no se mete en problemas", enfatizó.
"A veces, por la tarde, deambulo por aquí, sentado solo en una de las habitaciones incompletas de la casa de Samer. A menudo lloro, fumo un cigarrillo y tomo café, simplemente esperándolo, con la esperanza de que vuelva a casa", confió su padre. "Un miembro de la familia sugirió que deberíamos seguir construyendo, pero simplemente no puedo. ¿Cómo podemos seguir construyendo la casa de Samer si él no está aquí?", sostuvo.
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