Un día de otoño de hace siete años, el palestino Ahmad Manasra, de 13 años, y su primo, de 15, recorrieron las calles de un asentamiento de Jerusalem Este armados con cuchillos. Su primo, Hassan, hirió gravemente a un niño que salía de una tienda y apuñaló a otro hombre israelí. Fue abatido por la policía. Luego, Ahmad fue atropellado por un coche, golpeado y abucheado por los transeúntes israelíes.
Un vídeo gráfico de Ahmad tendido en la calle, sangrando, mientras algunos se burlaban de él, obtuvo millones de visitas. El caso se convirtió en un pararrayos del conflicto palestino-israelí, indignando a los judíos israelíes, que veían a Ahmad como un terrorista que quería matar a niños de su edad, y enfureciendo a los palestinos, que lo veían como la víctima de una turba despiadada y de un juicio injusto, castigado por un crimen que cometió su primo muerto.
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Ahmed Manasra, de 13 años, llevado a un tribunal en Jerusalem, el 10 de noviembre de 2015.
(AP)
El abogado de Ahmad argumentó en su momento que había tratado de asustar a los judíos en represalia por las políticas israelíes hacia Gaza, no de matarlos. El niño israelí atacado pasó una semana en coma y se recuperó.
En los últimos seis años, desde que Ahmad fue declarado culpable de intento de asesinato y condenado a nueve años y medio de prisión, se desarrolló otro capítulo de su calvario. Los médicos aseguran que Ahmad, que ahora tiene 20, desarrolló esquizofrenia en régimen de aislamiento e intentó hacerse daño a sí mismo y a otros. Hasta el jueves, Ahmad paso 354 días en aislamiento.
Este joven palestino manifestó a su abogado que había bebido lejía el último martes. Horas más tarde, el fiscal general israelí pidió al Tribunal Supremo que desestimara el recurso para la puesta en libertad anticipada de Ahmad, declarando que, aunque los presos pudieran optar normalmente a la libertad tras cumplir dos tercios de su condena, Ahmad no lo era.
El Tribunal Supremo decidirá si se ocupa de su caso en los próximos días.
Los abogados de Ahmad aseguran que es la primera vez que un comité de libertad condicional aplica retroactivamente la ley antiterrorista de 2018 que prohíbe la liberación anticipada para casos de seguridad.
Por otro lado, los grupos de derechos denunciaron que la ley crea dos normas legales separadas que se aplican a los convictos israelíes y palestinos.
"Las personas que cometen una violación son elegibles para la liberación anticipada, pero Ahmad, que fue detenido a los 13 años y con una sentencia de prisión que está poniendo en peligro su vida, no lo es", explicó Budour Hassan, un investigador de Amnistía Internacional.
Normalmente, en Israel, los jóvenes de 16 años son enviados a centros de detención de menores, donde reciben educación y asesoramiento en mejores condiciones que en las prisiones normales. Después, funcionarios judiciales deciden si los trasladan. Pero Ahmad fue enviado a una prisión pública después de dos años, donde su salud mental se deterioró.
Para la familia del joven, su transformación de un niño que cuidaba de los pájaros y amaba el fútbol en un preso de alta seguridad con enfermedades mentales y una creciente tendencia a la desesperación es una oscura advertencia sobre la violencia del conflicto de Medio Oriente y su impacto en las nuevas generaciones.
"Cuando tenía 13 años y lo que más necesitaba era a su familia, lo metieron en la cárcel", comentó su madre, Maysoon Manasra, desde su casa en Beit Hanina, en Jerusalem Este. Está al otro lado de la autopista del asentamiento de Pisgat Ze'ev, donde las imágenes de vigilancia mostraron a los chicos armados con cuchillos persiguiendo a un hombre por la calle.
"La prisión sólo ofrecía dolor", agregó.
Un grupo de derechos, Defensa de los Niños Internacional-Palestina, estima que 700 palestinos menores de 18 años son detenidos cada año en Cisjordania, y cientos más en Jerusalem Este. Entre 2016-2021, el grupo documentó 155 casos de confinamiento solitario prolongado en Cisjordania.
Los adolescentes suelen estar recluidos en una celda de 1 por 1,5 metros (3 por 5 pies) inundada de luz interminable, según el grupo. Su único contacto humano es con los interrogadores.
"Regresan a sus familias profundamente marcados", planteó Ayed Abu Eqtaish, director del programa de rendición de cuentas del grupo.
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Maysoon, a la izquierda, y Saleh Manasra posan para un retrato con su hija, Sham, en su casa de Jerusalem Este, el 8 de noviembre de 2022.
(AP)
Según la familia y los abogados de Ahmad, está encerrado en una pequeña celda durante 23 horas al día. Lucha contra la paranoia y los delirios que le impiden dormir. Las autoridades lo trasladaron por primera vez a aislamiento en noviembre de 2021, tras una refriega con otro recluso. Sus alucinaciones lo aterrorizan tanto que cada pocos meses lo llevan al ala psiquiátrica de la prisión de Ramla, en el centro de Israel y los médicos le administran inyecciones para estabilizarlo antes de enviarlo de nuevo a aislamiento.
El Servicio Penitenciario Israelí informó que Ahmad "se mantiene en una celda de supervisión y no en aislamiento" debido a "su estado mental". No respondió a las preguntas sobre la diferencia entre el aislamiento y este tipo de celda.
"Su estado de salud se estabilizó y (no hay) ninguna razón para continuar con la hospitalización", sostuvo el Servicio Penitenciario.
En el momento de la detención de Ahmad, los niños menores de 14 años no podían ser considerados penalmente responsables según la legislación israelí. El juicio se alargó. Ahmad fue condenado después de cumplir los 14.
Dos años después, los legisladores citaron el caso de Ahmad al aprobar una ley que permite encarcelar a niños de 12 años por cargos de terrorismo.
"Son tratados como prisioneros de seguridad adultos", comentó Naji Abbas, gestor de casos de la organización sin ánimo de lucro Médicos por los Derechos Humanos de Israel.
Tras reiteradas peticiones, las autoridades penitenciarias israelíes permitieron que un médico de la organización sin ánimo de lucro diagnosticara a Ahmad, que entonces tenía 18 años. Teniendo en cuenta que ni él ni su familia tenían antecedentes psiquiátricos, la psiquiatra Noa Bar Haim, con sede en Jerusalem, atribuyó la esquizofrenia de Ahmad a la carga psicológica de la prisión.
"Su encarcelamiento continuado provocará inevitablemente el deterioro de su enfermedad y creará una discapacidad permanente", advirtió, recomendando la liberación inmediata y la atención psiquiátrica intensiva.
En lugar de ello, se lo aisló. En los últimos dos años, su abogado Khaled Zabarqa dijo que Ahmad intentó cortarse las muñecas con cualquier borde afilado que pudiera encontrar en su celda.
A pesar de la extraordinaria atención que suscitó su caso y la indignación que genero, sus padres insisten en que, al crecer, Ahmad no entendía el conflicto que determinaba su vida.
