La crisis del coronavirus, además del sistema respiratorio y los bolsillos, también impacta en la salud mental: según un estudio de la Asociación de Farmacéuticos de Israel, durante la pandemia creció un 25% la comercialización de psicofármacos.
“Definitivamente existe un aumento en la cantidad de personas que buscan ayuda a través de medicación”, afirmó David Pepo, presidente del sindicato de farmacéuticos, sobre un dato que incluye antidepresivos, sedantes, ansiolíticos, somníferos y preparaciones de base natural que no requieren receta médica.
Según Pepo, uno de los motivos de este incremento en la venta de psicofármacos se debe al miedo a la escasez de medicamentos. “La gente se está abasteciendo más de lo normal, el propio Ministerio de Salud advirtió que podría escasear y también ordenó a importadores y fabricantes que aumentaran su stock”, contó.
Claro que el aislamiento social y todas las limitaciones vinculadas a la pandemia también aumenta el número de israelíes que consumen este tipo de medicación. “El que antes estaba al límite ahora lo cruzó, y el que antes tenía un poco de insomnio ahora tiene más”, graficó Pepo y afirmó como ciudadano que percibe entre la población del país “un sentimiento de tristeza”.
La doctora Galit Kaufman, responsable del distrito norte del fondo de salud Maccabi, acuerda con Pepo y lo respalda con datos de su organización: “Hay más personas deprimidas, con ansiedad, soledad”, cuenta y explica que la tendencia se evidencia especialmente entre adultos mayores y personas aisladas en sus hogares por temor a una infección de COVID-19 con sintomatología grave.
A principios de septiembre el profesor Yossi Levy-Belz, director del Centro de Investigación sobre el Suicidio del Instituto Ruppin, se refirió en el estudio de Ynet a la angustia que atraviesa la sociedad en estos meses. “Se observan elevados niveles de angustia y sufrimiento mental sobre el que debemos actuar, la soledad es un factor de riesgo importante y como comunidad debemos acercarnos a las personas en peligro”, dijo.
La organización Eran, cuyas siglas en hebreo significan “Primeros Auxilio Mentales”, también registró desde el inicio de la pandemia un aumento significativo en la cantidad de consultas que reciben en su línea telefónica.
“El perfil de estos nuevos llamadores es un componente económico muy fuerte”, cuenta David Koren, director general de Eran. “Muchos están desempleados, expresan incertidumbre sobre el futuro o sufren graves problemas económicos, y en ocasiones expresan pensamientos suicidas”, agregó.