Como director del Instituto de Investigaciones Biológicas de Israel, el profesor Shmuel Shapira se ha acostumbrado a lidiar con lo inesperado. Aun así, el hombre que dirigió una de las instituciones más secretas e importantes del país durante la mayor parte de una década nunca olvidará la llamada telefónica que recibió el 1 de febrero de 2020.
Lo llamaban de la oficina del entonces primer ministro Benjamin Netanyahu, quien convocó a Shapira a una reunión urgente sobre el desarrollo de una vacuna contra el COVID-19 fabricada en Israel.
Un año y medio después de esa llamada, más de 5 millones de israelíes ya habían recibido la vacuna de Pfizer, que muchos en todo el país consideran nada menos que un salvavidas para salvar la economía. Sin embargo, Shapira todavía cree en la propia vacuna de su institución, cuyo desarrollo –afirma– fue suspendido por razones desconocidas.
"Somos un país lo suficientemente grande e importante como para tener nuestra propia vacuna", señala Shapira. "Quizás mañana no tengamos una relación tan buena con un país o empresa y no recibiremos las vacunas tan rápido", agregó, refiriéndose al trato que Netanyahu acordó con el CEO de Pfizer, Albert Bourla, quien envió a Israel decenas de millones de dosis de su vacuna a cambio de datos médicos sobre sus efectos en la población de Israel.
“Quizás el director ejecutivo del próximo desarrollador de vacunas decida realizar sus experimentos médicos con los ciudadanos de Singapur. ¿Qué haremos entonces?", se preguntó.
Según Shapira, el desarrollo de la vacuna israelí aún está en curso porque la pandemia no ha terminado, y la variante Delta se está extendiendo rápidamente por todo el país. "Tengo documentación que acredita que los funcionarios del gobierno trabajaron para retrasarnos durante meses", denuncia Shapira.
“Cuando los altos funcionarios del Ministerio de Salud dicen que la vacuna israelí es innecesaria, es básicamente una llamada para cerrar el proyecto. Cuando los funcionarios del Ministerio de Finanzas escuchan esto, tienden a pensar: 'Espera un minuto, tal vez este proyecto sea una pérdida de dinero'. Vimos una verdadera mala intención”, agregó el científico.
Shapira agregó que en julio de 2020 su equipo estaba en la cúspide de un gran avance, con una vacuna realmente efectiva a la mano. “Deberíamos haber comenzado y podríamos haber comenzado el proceso regulatorio en ese entonces. Según mi recuento, cuatro veces el Ministerio de Salud rechazó nuestras súplicas para iniciar el proceso, por razones que yo y muchos otros pensamos que eran irrelevantes", expresó.
Shapira critica la decisión del gobierno de administrar una inyección de refuerzo de la vacuna Pfizer a la población mayor de 12 años. "Hay muchos problemas con eso. Las dos primeras inyecciones dieron en el blanco, más o menos. No creo que fuera una vacuna excelente. Fue efectiva durante cuatro a cinco meses y falló muy rápidamente cuando las mutaciones comenzaron a aparecer", explica el científico israelí.
"Cuando hay un problema médico grave, se debe intentar atacar la causa desde diferentes frentes. Aquí optaron por atacar en el mismo frente, con la misma vacuna que simplemente no es adecuada para la variante actual”, opinó Shapira.
Uno de los problemas con la tercera dosis, dice Shapira, es que Israel, una vez más, se convirtió en un laboratorio médico experimental para el mundo. “Hicimos lo mismo con la primera y segunda dosis de la vacuna. Ahora lo volvemos a hacer con el tercer pinchazo”, dice, enfatizando que quienes recibieron las vacunas de Pfizer participaron voluntariamente en el ensayo médico de una empresa comercial.
"No tengo prisa por ponerme la vacuna de refuerzo"
"No tengo prisa por ponerme la vacuna de refuerzo", dice Shapira. "Esperaré un poco para ver qué sucede. Espero que mientras tanto se publique un artículo serio. Tal vez alguna autoridad mundial de renombre exprese su opinión sobre las vacunas".