Barcas Líbano
Jaldun busca a su hijo Mohamad, desaparecido tras huir del Líbano en una barca clandestina.
AFP
El desconsuelo deSuad Mohamad tras la muerte de su esposo en una barca clandestina.

Barcas de la muerte: el escape de cientos de libaneses

En el país vecino de Israel la crisis económica derivó en miseria e intentos desesperados de huir hacia otras tierras. Algunos mueren en el camino. Otros no pudieron llegar a destino, pero no dudan en intentarlo de nuevo.

AFP |
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El día en que su marido se echó al mar en una barca clandestina para huir de la pobreza que azota al norte de Líbano, Suad Mohamad no esperaba que unas olas lo engullirían antes de llegar a Chipre.  "Espero el cadáver de mi esposo", dice, llorando, la mujer de 27 años.
Según su familia, su esposo, Shadi Ramadan, de nacionalidad siria, montó a bordo de un barco clandestino con destino Chipre, un país miembro de la Unión Europea, a 160 km de Líbano. Pero la precaria embarcación fue encontrada por la Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano (FINUL) el lunes, con 37 personas a bordo, incluyendo un fallecido.
La emigración irregular ha aumentado recientemente en Líbano, un país en plena zozobra económica, agravada por la pandemia de COVID-19 y la inestabilidad política. Según el Banco Mundial, más del 50% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, en un contexto de fuerte depreciación de la moneda, hiperinflación y despidos masivos.
"Shadi tenía diabetes y convulsiones. No tenía ni padre ni madre. Había huido de Líbano a causa de la pobreza, para enviarnos dinero", explica Suad. En Trípoli, una de las ciudades más empobrecidas del país, este padre de dos hijos, de 35 años, trabajaba como vendedor ambulante y ganaba unas 20.000 libras libanesas (2,2 euros, 2,5 dólares en el mercado negro) al día.
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El desconsuelo deSuad Mohamad tras la muerte de su esposo en una barca clandestina.
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Decidió probar suerte y emigrar con unos familiares de su esposa, incluidos dos niños que murieron por la falta de comida y de agua y cuyos cuerpos fueron arrojados al mar, según explica Ziad Al Bira, un pariente de Suad, que afirma que tanto Shadi como otro hombre desaparecieron.
El barco partió del puerto de Minieh el 7 de septiembre, previo pago de cinco millones de libras (560 euros, 660 dólares en el mercado negro) por pasajero a un "traficante", según Ziad. De las personas rescatadas por la FINUL, 25 eran sirias, ocho libanesas y tres de otras nacionalidades, según la Agencia de la ONU par los Refugiados.
"Les prohibieron llevar consigo su equipaje, donde llevaban agua, alimentos y leche para los niños", agrega Ziad. Los pasajeros se quedaron "bloqueados en el mar sin guía, y se interrumpió todo contacto con ellos hasta que la FINUL los detectó", relata.
Según él, el marido de Suad habría nadado para intentar encontrar la forma de salvarse tras la muerte de los dos niños "pero no volvió". Otro miembro de la familia, Mohamad, de 27 años, habría hecho lo mismo y también desapareció. "Mi hijo no tenía trabajo, se fue a mis espaldas", cuenta su padre, Jaldun, de 54 años.
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A Jaled Abdalá lo detuvo la marina chipriota, pero no duda en volver a intentar un escape del Líbano.
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"El traficante nos había estado diciendo todo el tiempo que el barco había llegado a buen puerto hasta que descubrimos, al cabo de tres días, que nos había engañado", añade, entristecido. Desde entonces, los familiares han intentado ponerse en contacto con el traficante, un vecino de Trípoli que está completamente desaparecido. La familia ya ha presentado tres denuncias contra él. 
Pese a los riesgos que implica, decenas de personas se hicieron a la mar en septiembre para intentar escapar de la creciente miseria que asola al Líbano. A principios de septiembre, las autoridades de Chipre afirmaron haber interceptado cinco barcos en varios días, con más de 150 migrantes a bordo.
Jaled Abdalá y Mohamad al Janji, por ejemplo, decidieron junto con otro grupo de personas comprar una barca en busca de ese objetivo. Tras pasar 40 horas en el mar, su barco fue interceptado por la Marina chipriota y devuelto a Líbano.
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Mohamad al Janji quiere huir del país a toda costa: "Aquí nos morimos lentamente".
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Jaled, de 47 años, trabajaba "17 horas diarias" como vigilante en una escuela, por unas 25.000 libras al día (casi 3 euros, 3 dólares). Con todo, asegura que quiere "intentar escapar de nuevo, a cualquier precio". 
Por su parte Mohamad, un vendedor ambulante de 37 años y padre de dos hijos, decidió irse tras constatar que era "incapaz" de satisfacer las necesidades de su familia. "Vimos la muerte delante de nuestros ojos cuando los niños lloraban todo el tiempo", dice a la AFP. Aún así, al igual que Jaled, se plantea volver a intentarlo. "O llegamos o morimos rápidamente", afirma Mohamad, quien ve "imposible" quedarse en Líbano. Aquí "nos morimos lentamente".
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